Los circos itinerantes del pasado aparentemente son una fuente recurrente de extrañezas y cosas que escapan de aquello que consideramos normal. P. T. Barnum fue uno de esos infames personajes que contribuyeron al acervo de misterios no resueltos. Lo conocían con el mote de “el zar de la taxidermia”, y algunos lo consideraban el “Papa” de todo aquello que resultaba inquietante y perturbador.
Para unos no era más que un charlatán que lucraba presentando espectáculos de dudosa credibilidad, aprovechándose de la miseria e ignorancia del pueblo. Sin embargo, para otros fue el pionero en invertir en el negocio de los espectáculos de horrores, que sigue teniendo éxito incluso en nuestros días.
Los fraudes y la taxidermia.
El punto fuerte de Barnum eran las historias exóticas y melodramáticas que embaucaban al público. En su trayectoria generó una amplia colección de seres extraños, muchos de los que se presentaron en exposiciones a las que se podía asistir por “una módica cantidad de dinero”. Desde vacas de dos cabezas, tritones y sirenas, hasta seres mitológicos y demonios atrapados en botellas pequeñas, su espectáculo itinerante siempre tenía algo con que sorprender. El problema era que gran parte de su colección, por no decir la mayoría, era un completo fraude.
Eran lo que comúnmente se denominaba “garfios”, resultado de meticulosas habilidades de un taxidermista, que de forma totalmente tramposa unía partes de diversos animales y agregaba otras fabricadas, dando lugar a especímenes únicos, casi siempre extraños. Con las habilidades de estos profesionales cobraban forma personajes de los cuentos de hadas, seres fantásticos y leyendas.
Seres creados y modificados con restos de animales reales preservados que permitían construir dragones, unicornios y quimeras. Por increíble que parezca, existe un mercado clandestino de artistas y coleccionistas especializados en crear y vender estos “garfios”.
Posiblemente de esta forma surgió el personaje central de nuestro artículo, Kap Dwa, el gigante de dos cabezas de la Patagonia.
Un gigante de dos cabezas.
La leyenda dice que en el remoto año de 1673, en la costa de la Patagonia, un grupo de marineros habría capturado a un gigante de 3 metros de altura al que llamaban Kap Dwa. Los marineros habían escuchado rumores de un gigante caníbal habitando en una isla desierta, temido y venerado como un Dios por las tribus que habitaban en la zona. Intrigados por esta leyenda, los navegantes emprendieron una incursión en tierra armados hasta los dientes, también se aseguraron de llevar cuerdas suficientemente gruesas para retener a un ser tan particular.
En algún momento de aquella expedición, los marineros se toparon con un gigante y el terror los llevó a disparar, hiriéndolo de gravedad. A continuación lo trasladaron hasta la costa, lo subieron a un bote y lo llevaron al barco, donde lo ataron al mástil principal. Sin embargo, las heridas producidas por las balas terminaron arrebatándole la vida a Kap Dwa en cuestión de días.
Lo que sucedió después no está del todo claro, pero se dice que su cadáver fue cuidadosamente preservado por el médico del barco, que lo almacenó en un gran barril de aguardiente, evitando que se deteriorara. Al poco tiempo, el cadáver se encontraba en territorio español, donde fue adquirido por un empresario catalán que se había enriquecido comerciando en el Nuevo Mundo.
Este hombre habría tenido interés en este tipo de cosas y, dice la leyenda, que los restos del gigante pasaron a servir como decoración en su mansión. Debidamente embalsamado, el cadáver fue montado y expuesto en un cajón de cristal. Tras algún tiempo, la pieza terminó desapareciendo de forma misteriosa, vendido o robado no se sabe para quién.
Reaparece el gigante en los espectáculos de rarezas.
En el siglo XIX en Dover, Inglaterra, el gigante de dos cabezas regresó a escena. Fue adquirido por el propietario de un espectáculo de rarezas para mostrarlo a su público como una curiosidad. Por aquellos años, esta clase de espectáculos iban de ciudad en ciudad gozando de bastante éxito, arrastrando multitudes bajo la promesa de experiencias únicas y auténticos escalofríos.
Carteles coloridos y gritones elocuentes presentaban los espectáculos que prometían un vistazo a las cosas más extrañas provenientes de los sitios más recónditos del mundo. En la época eduardiana, el circuito de espectáculos llegó a contar con más de 30 compañías itinerantes apreciadas por toda Europa e invitadas a presentarse a lo largo y ancho del continente.
El espectáculo, que sería totalmente degradante de acuerdo con los estándares actuales, provocaba sensación en todos los estratos sociales, atrayendo a la realeza y a dignatarios. En una época donde no tenían televisión y cine, aquellos espectáculos eran la forma más viable de entretenimiento.
Tras varios cambios de dueño, en 1914 la “pieza” terminó en manos de Pierre Weston Birnbeck, ubicado en North Somerset. Allí se quedó durante aproximadamente cuatro décadas y media, atrayendo a multitudes interesadas en apreciar aquel “extraño error de la naturaleza” o, con un título más arriesgado, “el más extraño espécimen humano jamás capturado”. Pierre cerró las puertas de su espectáculo en el año de 1959 y el gigante fue vendido a Lord Thomas Howard, que lo obsequió al hospital de Baltimore, en Maryland, Estados Unidos, para que fuera debidamente analizado.
La ubicación actual de la momia.
Temiendo ser objeto de propaganda contraproducente, el hospital jamás llegó a realizar las pruebas para comprobar la autenticidad de los restos y terminó enviándolo a una casa de subastas para que fuera negociado. El Gigante de la Patagonia siguió cambiando de dueño hasta que finalmente terminó con el Bob’s Side Show de Baltimore, uno de los pocos espectáculos de variedades que incluyen extrañezas. Allí sigue descansando en su cajón de cristal.
Esta historia parece sumamente dudosa ante los ojos de cualquiera. Sin embargo, es importante aclarar que Kap Dwa existe realmente, o al menos su cuerpo momificado de 3.14 metros desde el cénit de la cabeza hasta la punta del pie.
Lionel Gerber es el dueño actual de los restos, y tiene una historia muy diferente sobre su extraña pieza de colección. Asegura que el gigante proviene de un extraño género humano, al que titulóhomogiganticus, y que sería cercano al Gigante de Castelnau, otro gigante descubierto en un cementerio de Francia cuya osamenta divide la opinión de los expertos respecto a su autenticidad.
La otra historia del dios Kap Dwa.
Al comprar la momia, de acuerdo con lo relatado por Gerber, el dueño previo le contó una historia distinta. El gigante no fue abatido por los marinos españoles, sino por nativos que acompañaron la expedición en la Patagonia y deseaban cambiarlo por armas. Además, Gerber apunta que las heridas en su estómago coinciden con aquellas causadas por puntas de flecha, y no con las de proyectiles de arma de fuego.
Los marinos fueron aterrorizados por la visión de aquel gigante y se negaron a hacer un trueque con los nativos, por lo que estos preservaron el cuerpo y lo negociaron con una tribu en el Gran Chaco de Paraguay. La tribu fundó una especie de doctrina religiosa en torno a los restos de este gigante, venerándolo como si fuera un semidiós.
Robando a un semidiós.
Pero el relato de los españoles sobre la existencia del gigante habría llegado a oídos de otros marineros que vieron una oportunidad de negocio y tomaron la decisión de llevarlo a Europa. Entre estos hombres se encontraba el capitán George Bickle, del clíper Olive Branch que transportó a la expedición que robaría a Kap Dwa de los nativos que lo veneraban como un Dios. Como los nativos en Paraguay no estaban dispuestos a deshacerse de su objeto de veneración, la expedición se vio marcada por una violenta masacre.
Y como suele suceder en estos casos, los españoles mejor armados y entrenados terminaron venciendo, llevando a Kap Dwa a la ciudad de Blackpool donde fue vendido a un museo. Para decepción de Bickle, hubo muy poco interés por el espécimen y la cantidad de dinero ofrecida no cubría todos los gastos realizados durante la expedición.
Por si fuera poco, Bickle dijo que los hechiceros del Gran Chaco le habían lanzado una maldición que lo dejó pobre y enfermo. En sus últimos días de vida, Bickle donó la rareza a un espectáculo de fenómenos creyendo que así pasaría la maldición.
¿Qué pruebas sobre la autenticidad del gigante existen?
Ambas versiones tienen su mérito. En primer lugar, existen informes de que un gigante de dos cabezas fue presentado en los espectáculos itinerantes del siglo XIX. También hay fotografías y carteles del gigante de la Patagonia de la época en que fue presentado por Pier Birnbeck. Existe documentación sobre el proceso de compra de la momia por Thomas Howard y su llegada a Baltimore fue debidamente seguida por la prensa.
Aunque la versión de Gerber es interesante, presenta algunas inconsistencias. El capitán Bickle realmente existió y comandó cinco embarcaciones británicas que llevaban por nombre Olive Branch. Sin embargo, no existen reportes de que Bickle haya realizado una expedición en Sudamérica, aunque estuvo en el continente como segundo inmediato. Tampoco existió un museo en Blackpool donde pudiera negociar la momia.
Promocionando la leyenda.
De una forma u otra, el Bob’s Side Show existe, y cuenta con una momia gigante conocida como Kap Dwa, aunque actualmente ya no se exhibe al público. Las personas que tuvieron la oportunidad de ver la momia ofrecen versiones ambiguas sobre su aspecto. No posee cicatrices o costuras visibles, y dado que el cadáver se encuentra tras un cristal bastante grueso es imposible determinar si se trata de una composición de la taxidermia. La momia lleva una especie de taparrabo hecho de lino y porta una pequeña lanza en su mano derecha.
Las imágenes de este artículo fueron tomadas en la década de los 80, pues Gerber prohíbe tomar registros fotográficos de su homogiganticus, aunque dice tenerlo a la venta, siempre y cuando el interesado sea un “estudioso” que pretenda examinar los restos en nombre de la ciencia. Gerber no tiene un precio exacto para su posición, pero afirma que no aceptaría una oferta “por debajo del millón de dólares”. Mientras nadie quiera desembolsar tal cantidad de dinero, el gigante seguirá esperando tras el cristal.
El más alto y raro de todos.
Considerando la posibilidad de que el cadáver sea genuino, su tamaño sería muy superior al del hombre más alto que se tenga noticia. De acuerdo con el libro de los récords Guinness, ese título pertenece a Robert Wadlow, que medía 2.71 metros de altura. Puede resultar difícil encontrar una persona más alta que él, pero de ningún modo se trata de algo imposible, aunque el gigante de la Patagonia sea 40 cm más alto que Wadlow.
En lo que respecta a las dos cabezas, tampoco hablamos de algo improbable desde el punto de vista biológico. Los siameses son algo raro, pero raramente sobreviven hasta la edad adulta, sobre todo en condiciones atípicas, como la altura excesiva.
Evidentemente aquellas historias fantásticas fueron exageradas por los promotores de los espectáculos que tenían como único fin elaborar narraciones atractivas y fascinantes para sus clientes. Muchos aseguran que Gerber y todos antes que él no pasan de simples charlatanes, pero sin duda alguna sabían cómo vender el espectáculo. El hecho de que se negara a permitir el acceso a la momia, promovió una serie de ofertas para adquirirla en los últimos 5 años, aunque el valor está muy por debajo del millón deseado.