Hace casi cuatro décadas, en 1981, un albañil que realizaba excavaciones en la Alameda Central rescató un objeto por demás curioso. En pleno corazón de la Ciudad de México, desenterró una pequeña barra de oro de aproximadamente dos kilogramos y aspecto envejecido por el tiempo. Durante estos 39 años, nadie supo el origen del misterioso “tejo de oro”. Sin embargo, un estudio reciente asegura haber resuelto el misterio y lo que reveló es emocionante.
La Noche Triste.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sometió la pieza a un análisis de rayos X, concluyendo que el peculiar tejo estuvo presente en la huida que Hernán Cortés y sus huestes emprendieron el 30 de junio de 1520. Supuestamente la pieza perteneció al tesoro de Moctezuma, uno de los últimos tlatoanis de los mexicas que gobernó entre 1502 y 1520. Se demostró que la pieza fue propiedad de Tenochtitlán, antigua capital de los aztecas, pues la composición es idéntica a otras piezas de la misma época.
Mejor aún: la investigación realizó un seguimiento del contexto histórico tras el tejo de oro y explicó como terminó en la Alameda Central: fue parte del saqueo más icónico que los españoles perpetraron contra esta poderosa civilización mesoamericana durante La Conquista. En la Noche Triste, acaecida el 30 de junio de 1520, los Conquistadores emprendieron la retirada, llevándose todo lo que podían.
Esa noche, la población mexica estaba iracunda tras presenciar la masacre de la élite de nobles y sacerdotes de su sociedad. Aquello fue la gota que derramó el vaso: tomaron las armas y expulsaron a los españoles, que todavía no contaban con tropas suficientes para hacerles frentes en Tenochtitlan. Habían llegado un año antes, en 1519, y fueron recibidos con desconfianza por Moctezuma.
El tejo de oro de Tenochtitlán.
Pese a esto, Hernán Cortés se las arregló para quedarse como invitado en el palacio del gobernante. Las cosas empezaron a fracasar cuando los españoles decidieron apropiarse del tesoro y mantener al gobernante mexica virtualmente secuestrado en su propio palacio. Evidentemente, los huéspedes se volvieron personas no gratas para la población local. Y la situación terminó de descontrolarse en 1520, cuando el gobernador español en Cuba envió a sus tropas.
Hernán Cortés emprendió su campaña militar en lo que hoy es el territorio mexicano sin ningún tipo de autorización por parte de sus superiores, por lo que el gobierno colonial en la isla caribeña buscaba detenerlo. Cortés reunió una parte de sus hombres y abandonó Tenochtitlán para enfrentar a las tropas que venían de Cuba. Con ayuda de guerreros locales los derrotó, y logró sumar varios soldados a su propio ejército. En este lapso, el teniente Pedro Alvarado quedó a cargo en Tenochtitlán.
Alvarado se encontraba en una situación sumamente delicada. Temiendo un ataque a traición, ordenó matar a todos los nobles y sacerdotes en la ciudad. También dio indicaciones para confiscar todas las riquezas que encontraran y emprender la retirada: en aquella fuga apresurada, el tejo de oro cayó y terminó hundiéndose en uno de los canales de la época. Por supuesto, los españoles se fueron temporalmente de Tenochtitlán. En 1521 regresaron con toda su fuerza y se apoderaron del territorio definitivamente.