Ya te habrás dado cuenta que los seres humanos desarrollamos una predilección (casi adicción) por la comida picante. La comida mexicana no es la única que venera el chile, otras culturas alrededor del mundo también disfrutan comiendo picante. Indios, coreanos, japoneses y peruanos son algunos pueblos donde el picor es necesario para el paladar. Por supuesto, expulsar esta clase de alimentos no es tan placentero como ingerirlos, pero los amantes de la comida picante aparentemente no tienen remordimiento.
Parece una locura, pero en esta publicación conocerás diversos factores que hacen a las comidas picantes tan adictivas.
¿Cómo pica el picante?
A diferencia de lo que sucede con la acidez del limón o la dulzura del azúcar, el ardor que produce el picante no es un sabor, se trata de una sensación. De hecho, nuestras papilas gustativas ni siquiera están equipadas para detectar especias picantes, pero resultan muy efectivas percibiendo las sensaciones de quemazón.
Esta sensación de ardor que producen los alimentos picantes se debe a la presencia de compuestos denominados «capsaicinoides«. De todos, el más conocido es la capsaicina, el componente activo de todos los chiles picantes.
Una vez que los capsaicinoides entran en contacto con nuestra lengua, interactúan con una proteína llamada TRPV1, ubicada en la superficie de las células nerviosas. Se trata de una proteína esencial que se activa a través de estímulos físicos y químicos, exógenos y endógenos, funcionando como una especie de termómetro en nuestras células. Por ejemplo, se activan al detectar temperaturas superiores a los 43 °C e informan inmediatamente al cerebro. De esta forma, el organismo responde y se adapta a la variación de temperatura.
Cuando la comida picante activa las proteínas TRPV1, hace creer al cerebro que el organismo experimenta un intenso calor. De hecho, la liberación de sudor tras ingerir comida muy picante es parte de los mecanismos que emplea nuestro cerebro para intentar “enfriarnos”.
Y, aunque no lo parezca, los capsaicinoides están derivados del mismo compuesto que proporciona a la vainilla su peculiar sabor y olor. Por si fuera poco, la capsaicina no tiende a disolverse en agua pura, por lo que la ingesta del líquido no es suficiente para disminuir la sensación de ardor. El alivio más rápido y eficiente se encuentra en la leche, un compuesto que posee grasas capaces de disolver la capsaicina con rapidez.
¿Entonces, porque nos encanta la comida picante?
Aunque el picante no es capaz de producir una «adicción», como lo haría la nicotina o cafeína, los efectos neurológicos que promueve la capsaicina provocan que algunas personas tengan la necesidad de ingerirla constantemente, cayendo en la tentación la mayoría de las veces.
La parte placentera de ingerir picante se debe precisamente a esa sensación de calor intenso evaluada erróneamente. Para aliviar el “intenso dolor” que supuestamente experimenta el cuerpo, nuestro cerebro secreta neurotransmisores llamados endorfinas, sustancias famosas por el «efecto analgésico natural» que producen. En la práctica, las endorfinas bloquean la capacidad de los nervios para transmitir señales de dolor al cerebro, lo que termina disminuyendo la sensación de sufrimiento.
Al mismo tiempo, el cerebro secreta dopamina, otro neurotransmisor que promueve la sensación de recompensa y placer. Como puedes ver, esta descarga de neurotransmisores genera un estado de euforia y “adicción a la comida picante”. Es un círculo vicioso en el que entre más picante sea la comida, mayor será el dolor, pero como la compulsión por disminuir este dolor también será más intensa, mayor será la sensación de euforia inducida.
En conclusión.
Curiosamente, los pimientos picantes implementan los capsaicinoides como un mecanismo de defensa. Esa “sensación de ardor” que producen hace que los mamíferos y ciertos hongos eviten comerlos. Como mencionamos anteriormente, las aves son indiferentes a esta sustancia y cuando las ingieren, las semillas pasan por el tracto digestivo de los pájaros sin ser procesadas.
Para la supervivencia de la especie se trata de un detalle extraordinariamente brillante y muy bien ejecutado, pues los pájaros suelen excretar las semillas enteras. Esto contribuye a que la planta germine en otros sitios distantes, convirtiendo a las aves en agentes polinizadores y sustentando la continuación de varias especies de chiles en nuestro planeta.
Algunos bálsamos para el dolor, sobre todo esos que arden al contacto con la piel, contienen capsaicina. Como la proteína TRPV1 suele estar presente en diversos sitios de nuestro cuerpo, la misma sensación de ardor que experimentamos en la boca puede percibirse en otros lugares.
Algunas áreas resultan extremadamente sensibles, por lo que existe riesgo de sufrir daño considerable. Un buen hábito tras ingerir comida picante es lavar muy bien las manos antes de tocarnos los ojos para retirar las lágrimas. Tu salud visual te lo agradece.