La imagen que nuestro cerebro guarda de la sociedad antigua es una donde el ser humano no se dedica a otra cosa más que el trabajo, prescindiendo completamente de actos recreativos y divertidos, como las bromas. Pero, la realidad es que los humanos siempre hemos procurado un buen sentido del humor, y las bromas han sido parte esencial de la dinámica social. Por su puesto, estos juegos han evolucionado con nosotros, pero eso no quiere decir que en el pasado no existieran buenos bromistas.
1 – Heliogábalo y su gusto por las bromas pesadas.
La reputación del emperador romano Heliogábalo era todo menos venerable. De hecho, siempre destacó como un gobernante cruel, narcisista y amante de las bromas pesadas. Esto último era particularmente evidente durante los banquetes que ofrecía. Tras embriagar profundamente a sus invitados, mostraba una falsa hospitalidad invitándolos a descansar en el palacio. El efecto del alcohol y el cansancio provocaban que los incautos huéspedes se echaran a dormir plácidamente.
Mientras tanto, Heliogábalo ordenaba a los súbditos que fueran por un oso, león o leopardo y lo llevaran a la habitación del invitado. Al despertar, además de la resaca los pobres desgraciados se encontraban cara a cara con un depredador imponente. Es importante aclarar que los animales estaban entrenados para no atacar seres humanos; sin embargo, el secreto estaba muy bien guardado por el emperador.
Los invitados de Heliogábalo salían completamente ilesos de sus aposentos, pero el trauma psicológico de su encuentro con el animal probablemente perduraría por siempre.
Al crecer, el joven emperador se convirtió en un gobernante insoportable. Deshonró a muchas personas con la falta de respeto que exhibía ante las tradiciones religiosas e incomodó a otras tantas con su libertinaje sexual. Su mandato terminó de la peor forma: a los 18 años lo asesinaron a causa de una conspiración tramada por su propia abuela, Julia Mesa. Alejandro Severo, su primo, lo sucedió en el mando.
2 – El arquitecto renacentista más bromista de la historia.
Filippo di Ser Brunellesco Lapi, popularmente conocido como Filippo Brunelleschi, fue responsable por el diseño de la hermosa Catedral de Santa María del Fiore, en Florencia, Italia. Con ese talento, cualquiera consideraría que Filippo era un hombre respetable y cabal. Pero, en el libro La Cúpula de Brunelleschi, del novelista canadiense Ross King, figura una anécdota por demás hilarante tramada por este arquitecto renacentista italiano.
Se dice que Brunelleschi logró convencer a un carpintero apodado Il Grasso (El gordo) de que había intercambiado su cuerpo con un acaudalado hombre de la región llamado Matteo. El engaño tuvo lugar en 1409, cuando Il Grasso regresaba a casa tras una jornada de trabajo. Filippo se le adelantó, abrió la puerta, entró a la casa y volvió a atrancarla.
Cuando Il Grasso intentó entrar a su hogar, Filippo imitó su voz y lo corrió de allí. El carpintero y dueño de la casa quedó muy consternado por el encuentro y decidió regresar al centro de la ciudad, donde casualmente se encontró con el célebre escultor Donatello, que también formaba parte de la treta. Donatello saludó a Il Grasso como si se tratara de Matteo.
La gran broma a Il Grasso.
Al poco tiempo, unos oficiales del orden tomaron prisionero a Il Grasso como si fuera el propio Matteo, acusándolo de deber dinero de unas apuestas. Como si no fuera suficiente con incluir a Donatello y a la policía de la ciudad en la broma, Filippo también se puso de acuerdo con todos los prisioneros del lugar. Así, cuando Il Grasso llegó a prisión, todo mundo lo saludó como si fuera Matteo.
Il Grasso quedó preso una noche entera, y en todo ese tiempo no dio con una explicación lógica. Uno pensaría que Filippo no llevaría la broma más allá, y que al día siguiente iría por Il Grasso para echarse unas risas tras sacarlo de la prisión. Pues no.
A la mañana siguiente, los hermanos de Il Grasso acudieron a pagar una falsa fianza para que lo liberaran y lo llevaron a la casa de Matteo, sin dejar de insistir en que eran hermanos de Matteo. Tras echarle un somnífero en la bebida, llevaron a Il Grasso a su verdadera casa y lo acomodaron en la cama como si hubiera dormido allí. Antes de retirarse, desordenaron toda la herramienta de carpintería haciendo parecer que había intentado guardar todo sin saber dónde ponerlo.
Y había que cerrar esta broma épica con broche de oro así que, a la mañana siguiente, el verdadero Matteo se presentó en la casa de Il Grasso y le relató un extraño sueño donde se había convertido en el carpintero. Il Grasso quedó tan perturbado con la broma que dejó todo el trabajo que tenía en Florencia y se fue a Hungría.
3 – Los monjes que escondías miembros y flatulencias en los escritos.
¿Te imaginas lo aburrido que sería trabajar veinte años de tu vida transcribiendo un solo manuscrito? Era lo que hacían algunos monjes de la Edad Media, una tarea tan tediosa que era inevitable hacer una que otra broma en el trabajo para liberar el estrés.
El aburrimiento llevó a varios de estos escribas a incluir en sus trabajos ilustraciones de personas soltando flatulencias, falos voladores y miembros viriles en toda clase de circunstancias. Ocasionalmente los dibujaban al interior de cestas, quizá como forma de regalo para un lector en específico.
También realizaban ilustraciones cargadas de ironía a partir de los fragmentos copiados en el libro, bien podían ser humanos peleando contra caracoles gigantes o unos conejos surrealistas apaleando y torturando a un hombre.
4 – Las instrucciones del siglo XIV para incendiar el rostro de un amigo.
Secretum philosophorum, obra originalmente escrita a mediados del siglo XIV, era un compendio multidisciplinario cuyo contenido abarcaba temas de gramática, matemáticas, astronomía, música, filosofía, recetas e incluso magia.
En el libro se incluyeron los típicos hechizos para “hacer que alguien se enamore de ti”, pero también contenía instrucciones para ejecutar bromas súper pesadas. Incluyeron una que implicaba utilizar el tallo de la planta de avena y una bola de cera para fabricar una cruz que parecía girar por su cuenta. Como sugerencia, el autor dice que se utilice para hacer creer a los amigos que se puede determinar si son vírgenes o no.
Entre las bromas más fuertes se incluyeron instrucciones para fabricar un polvo inflamable que pudiera arrojarse en el rostro de un amigo, haciéndolo pasar antes por la llama de una vela. “Su rostro se incendiará y pensará que se está quemando, pero el fuego no le provocará una sola lesión”, garantiza el libro.