Trasmoz, una pequeña aldea anidada en la Sierra de Moncayo en la región que pertenece a la provincia española de Zaragoza, aparenta total normalidad. A simple vista, no es más que otro pequeño poblado al interior del país. Sin embargo, Trasmoz fue escenario de una larga y perturbadora historia. Los orígenes del pueblo se remontan al siglo XII, cuando un importante terrateniente lo fundó. El lugar atestiguó la conquista de Jaime I, rey de Aragón, y por poco se embarca en una guerra civil con la vecina Abadía de Veruela. La ciudad también llegó a cobrar fama al convertirse en la residencia temporal del inventor Manuel Jalón Corominas.
Pese a su apariencia decadente y ambiente bucólico, Trasmoz destaca entre otros lugares del mundo por su pasado siniestro relacionado a la brujería, los rituales paganos y la nigromancia.
El Castillo de Trasmoz.
La mayoría de los rumores sobre rituales de hechicería en la ciudad se remontan a la misma época en que se construyó el Castillo de Trasmoz en el siglo XIII. La extraña e imponente fortaleza fue diseñada en formato hexagonal, situación que para muchos fue un mal presagio pues sus muros parecían dibujar un símbolo pagano, el hexagrama.
A esto se sumaron los rumores de que supuestamente el castillo se edificó sobre un antiguo cementerio donde eran sepultados los paganos en tiempos remotos. Finalmente, algunos relatos aseguran que en este sitio se llevaban a cabo los aquelarres antes de la llegada de los cristianos. Por eso, no es casualidad que el área donde se edificó el castillo fuera referida como Valle Negro por los habitantes originales.
Desde el comienzo este castillo generó desconfianza entre los habitantes. Una de las leyendas cuenta que el noble que habitaba este lugar habría hecho un pacto con un hechicero moro llamado Mutamin, un acuerdo a través del cual le entregaría la construcción en apenas una noche gracias a su magia. A cambio, el noble habría entregado a su hijo mayor para que se convirtiera en sirviente del hechicero.
Una vez que el castillo fue habitado, las historias sobre sonidos extraños provenientes de la calzada durante la noche empezaron a surgir. Sonidos metálicos y destellos luminosos perturbaban la tranquilidad de la noche. Los calabozos se desplegaban a través de un complejo de túneles que habían sido excavados en el suelo rocoso y se extendían bajo algunos lugares de la aldea, precisamente en estos lugares se originaron la mayoría de los rumores que pregonaban los preocupados habitantes de Trasmoz.
Cacería de brujas.
Se decía que estos calabozos eran utilizados frecuentemente por el castellano, el vasallo responsable del castillo, para castigar a los aldeanos que no eran de su agrado. Este hombre tenía fama de perverso y se decía que disfrutaba torturando a los que tenían el atrevimiento de desafiarlo. Los gritos de las desafortunadas víctimas se hacían eco por los túneles y los habitantes de Trasmoz podían escuchar con claridad cuando este hombre estaba “trabajando”.
Pero el castellano también vivía enemistado con las brujas que habitaban las inmediaciones de Trasmoz. En múltiples ocasiones ordenó que las supuestas brujas fueran capturadas y presentadas ante él para interrogarlas. Casi siempre lograban escapar, supuestamente porque sus familiares daban aviso cuando los soldados se acercaban a sus aisladas cabañas. Sin embargo, al menos en una oportunidad los soldados lograron capturar a una vieja bruja que fue torturada en los calabozos hasta la muerte. La mujer habría perecido aplastada bajo una cama de madera cubierta con pesadas lajas de roca pizarra.
Pero aquel abominable acto no quedaría impune. Cuentan que el castellano terminó volviéndose loco a causa de un maleficio. Se dice que las brujas buscaban venganza por la afrenta cometida contra una de ellas. Una noche de luna llena, el perturbado castellano terminó subiendo hasta la parte más alta de la Torre Mor y se lanzó al vacío estrellándose poco tiempo después en las rocas del patio. Pero la historia de terror estaba muy lejos de terminar.
La venganza de las brujas de Trasmoz.
Tras el suicidio, el castellano fue sepultado en un cementerio cercano sin ningún tipo de ceremonia religiosa por parte de los sacerdotes, pues el acto se consideraba pecado mortal. Además, la leyenda cuenta que el cadáver desapareció misteriosamente. Las sospechas recayeron sobre las brujas, quienes habrían exhumado el cuerpo para utilizarlo en rituales nigrománticos.
En una época donde las supersticiones fácilmente se convertían realidad, decían que el otrora cruel castellano fue traído de vuelta a este plano existencial como un horrendo muerto viviente, condenado a vagar sin rumbo por los laberínticos calabozos bajo el castillo, incapaz de encontrar la salida. Hambriento y solitario, pasaba las noches entre lamentos aterradores.
Su sufrimiento se hacía eco entre los túneles y las cámaras de las catacumbas. Y de la misma forma que los lamentos de sus víctimas, su sufrimiento eterno era escuchado en las construcciones superiores y las calles del pueblo.
Las leyendas inventadas.
Hoy es prácticamente imposible precisar qué porcentaje de la historia es verdad, pero abundan los rumores de que estas leyendas aterradoras fueron divulgadas de forma totalmente intencional por los propios habitantes del castillo. Durante algún tiempo, el Castillo de Trasmoz sirvió como guarida para una banda de falsificadores que emplearon los calabozos subterráneos como instalaciones para acuñar monedas falsas.
En esta región montañosa abundaban las minas de plata, y habrían empleado el metal extraído para fabricar monedas en la ilegalidad. Además, la plata se mezclaba con otros metales para economizar la producción.
Con el objetivo de mantener a raya a los curiosos pueblerinos y las autoridades, la banda de falsificadores se dedicó a inventar toda clase de historias extrañas. El ruido de metal contra metal que perturbaba las noches de Trasmoz sería causado por los martillos golpeando contra los yunques. Aquellas luces misteriosas se generarían en las fraguas que reflejaban las llamas en las nubes bajas.
La treta resultó muy efectiva, pero a costa de una terrible reputación para la villa de Trasmoz. Se convirtió en un escondrijo para fantasmas, brujas y adoradores de Satanás.
Desafortunadamente para los ciudadanos de Trasmoz, los rumores esparcidos por los falsificadores se salieron de control. Muchos años después que la banda cesó sus actividades criminales en el castillo, las leyendas seguían abonando a la mala reputación del lugar. Cada una de las aldeas vecinas veía a Trasmoz como nido de hechiceros, brujas y toda clase de blasfemias.
El conflicto con la Iglesia Católica.
En 1360, cuando un párroco de la zona se dirigía a Trasmoz para oficiar una boda terminó perdiendo la vida en un trágico accidente, situación que empeoró mucho las cosas para el lugar. Cuando la noticia empezó a difundirse en las aldeas aledañas, no había duda de que el religioso fue una víctima más de las Brujas de Trasmoz, iracundas por la visita de un hombre de Dios.
La situación escaló tan alto, que el monasterio vecino en Veruela solicitó de forma oficial a la Iglesia que excomulgara a todos los habitantes de Trasmoz. Los historiadores creen que esta artimaña buscaba que la ciudad pagara una mayor cantidad de impuestos a las arcas públicas, pues en aquella época las comunidades no cristianas estaban obligadas a contribuir con un gravamen especial. Por fortuna la Iglesia no atendió la solicitud de los monjes, pese a esto la situación tuvo serías repercusiones.
El rumor de que los habitantes podrían ser excomulgados (una situación extremadamente grave en el Medievo), provocó que muchos se fueran de la ciudad. Peor aún, la mayoría de los habitantes que se quedaron profesaban religiones como la musulmana y judía, hecho que terminó reforzando la creencia de que Trasmoz era refugio de paganos adoradores de Satanás. Sin embargo, los se quedaron vieron tiempos prósperos donde el comercio despegó y trajo riqueza a la ciudad.
Los roces entre la Abadía de Veruela y Trasmoz seguirían durante muchos años, eventualmente casi provocando una guerra civil. Esto último aconteció cuando los monjes construyeron una represa en el río que abastecía a Trasmoz y exigían a los habitantes pagar determinado porcentaje para suministrarles el agua directamente. Trasmoz presentó el caso ante la Corte Real y aunque Fernando II les dio la razón, la Iglesia se lo tomó como una afrenta.
La excomunión de Trasmoz.
Argumentando que el rey se había equivocado por haber dado la razón a un lugar habitado por brujas al borde de la excomunión en lugar de apoyar a la comunidad de monjes, la Iglesia Católica tomó una nueva postura. La repercusión de este caso fue tan grande que terminó llegando a la máxima autoridad católica, el Papa Julio II, que solicitó una revisión del caso. Este Papa es recordado como el Papa Mercurio precisamente por su mal genio y decisiones intempestivas.
Como no se tomaba una decisión, el pontífice recurrió a la poderosa y raramente empleada prerrogativa de invocar el Salmos 108 del Libro de los Salmos que, de acuerdo con la tradición cristiana, es una poderosa maldición destinada exclusivamente a los herejes que cometen los crímenes más graves. Y esta maldición se invocó no sólo contra un individuo, sino contra todos los habitantes de Trasmoz.
El Salmo 108 solicita la intervención de Dios para destruir a los enemigos del creador y la cristiandad:
Mi corazón está dispuesto, oh Dios;Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.Despiértate, salterio y arpa;Despertaré al alba.Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos;A ti cantaré salmos entre las naciones.Porque más grande que los cielos es tu misericordia,Y hasta los cielos tu verdad.Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.Para que sean librados tus amados,Salva con tu diestra y respóndeme.Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.Mío es Galaad, mío es Manasés,Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;Judá es mi legislador.Moab, la vasija para lavarme;Sobre Edom echaré mi calzado;Me regocijaré sobre Filistea.¿Quién me guiará a la ciudad fortificada?¿Quién me guiará hasta Edom?¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?Danos socorro contra el adversario,Porque vana es la ayuda del hombre.En Dios haremos proezas,Y él hollará a nuestros enemigos.
Ese fue el último clavo en el ataúd de Trasmoz, que para entonces figuraba como un pueblo próspero y lleno de movimiento. La autoridad del Papa terminó pesando demasiado y generó una acentuada decadencia en toda la región. Los comerciantes se negaban a negociar con los mercaderes locales, los productos se echaban a perder pues no había clientes interesados en consumirlos e incluso los viajeros preferían tomar una larga desviación antes de atravesar por este lugar maldito.
Superando a duras penas una misteriosa epidemia, la ciudad tuvo que hacer frente a un incendio que devastó el Castillo de Trasmoz en 1520.
La decadencia de la ciudad maldita de Trasmoz.
Ante el temor de que el lugar realmente hubiera sido maldecido, los habitantes empezaron a abandonar sus propiedades de forma masiva. Las calles se quedaron vacías, los negocios cerraron y las casas simplemente quedaron a su suerte. Trasmoz se había convertido en la única ciudad de España en ser excomulgada por la Iglesia Católica.
Con el transcurso de los siglos, Trasmoz fue languideciendo hasta convertirse en un ayuntamiento de pequeñas construcciones dispersas y próximas a las murallas del castillo. Fue hasta el siglo XIX, cuando la Iglesia empezaba a perder hegemonía, que el pueblo volvió a recibir algunos residentes permanentes. Sin embargo, la reputación del lugar seguía evitando que las personas se establecieran. La historia sobre la existencia de brujas en este lugar seguía divulgándose en forma de un rumor preocupante en un país de tradición profundamente cristiana.
Pero todo cae por su propio peso.
La redención de Trasmoz.
El siglo XXI llegó con una especie de redención para Trasmoz. Si anteriormente su mala fama alejaba a las personas, precisamente esa reputación como un lugar maldito empezó a atraer turistas interesados en conocer la historia del lugar y experimentar en persona aquel “antro de hechicería”. En nuestros días, Trasmoz poco hace para desmentir las leyendas, al contrario, sus habitantes dan su mejor esfuerzo para parecer lo más siniestros posible y esto ha favorecido la pequeña economía de la comunidad.
Año con año, la Cámara de Comercio promueve un festival llamado Feria de la Brujería, evento que cada vez atrae a una mayor cantidad de curiosos. En el mes de agosto, las pensiones tienden a abarrotarse, presentaciones en las calles cuentan la extraña historia del pueblo y se establece un comercio de hierbas, amuletos y objetos relacionados con el mundo de la brujería que los visitantes adquieren como suvenir de la ciudad maldita de España.
Incluso el Castillo de Trasmoz, reconstruido, abre sus puertas y permite a los visitantes adentrarse en los macabros calabozos. Se tiene proyectado transformar este lugar en un museo.
Desde hace un lustro, Trasmoz también es sede de la Convención Anual de Brujas y Hechiceras donde se escenifican rituales y hacen homenajes en memoria de aquellos que fueron perseguidos y asesinados por la Iglesia Católica durante la Edad Media. El evento más esperado de esta celebración es la elección de bruja del año.
Con esta vuelta de tuerca en la historia del pueblo, no resulta extraño que Trasmoz haya rechazado aceptar la disculpa de la Santa Sede que ofreció el Perdón Oficial y la posibilidad de retirar la excomunión que todavía pesa sobre la comunidad. Al parecer, el espíritu desafiante de las Brujas de Trasmoz sigue más vivo que nunca.