La toma de Constantinopla por el Imperio Otomano, hasta la fecha uno de los acontecimientos más relevantes de la historia, fue la máxima expresión de una revolucionaria expansión territorial sin precedentes que arrasó con occidente en el año de 1453. En apenas unos meses, un joven sultán llamado Mehmed II se ganó el título de Mehmed, el Conquistador, convirtiéndose en el hombre más poderoso sobre la faz de la Tierra.
Tras resistir durante más de veinte años, en el año de 1479 Venecia, con una población civil y un ejército mucho más pequeño que el de los otomanos, se vio obligada a aceptar un acuerdo de paz propuesto por Mehmed II. Además de los territorios y diversos tesoros, el poderoso sultán exigió a los venecianos algo inusual: que el mejor pintor del lugar hiciera un viaje a Estambul, la capital del imperio, para que le hiciera un retrato. El senado de Venecia terminó eligiendo a un artista llamado Gentile Bellini.
Gentile Bellini.
Bellini, el pintor oficial de Venecia y uno de los artistas más aclamados de la época, se embarcó en una travesía que se extendería a lo largo de dos años, un emprendimiento que se convirtió en uno de los más importantes catalizadores de la influencia oriental sobre las artes europeas de ese entonces – y una apertura fundamental para la presencia de la cultura oriental en occidente hasta nuestros días.
Sin embargo, más allá de esta mezcla cultural, ese viaje ayudó a impedir que los otomanos tomaran Venecia.
Durante la estadía en Estambul, Bellini se dedicó a pintar diversos cuadros, pero su obra más importante fue El sultán Mehmed II, retrato del Conquistador, que actualmente puede encontrarse en exposición en la National Gallery de Londres (sin embargo, cabe aclarar que este retrato fue objeto de una reforma severa en el siglo XIX, por lo que se desconoce qué tanto de la obra original sobrevivió).
De cualquier forma, es uno de los únicos retratos contemporáneos del hombre más poderoso del mundo en aquella época, y una obra histórica que documenta la mezcla entre la cultura oriental y occidental. Mehmed terminaría falleciendo algunos meses después que el pintor retornara a Venecia y su heredero, Bayezid II, al ascender al trono terminó por despreciar el trabajo de Bellini.
Estos son otros cuadros que Gentile Bellini pintó durante su viaje.
Incluso en nuestros días el arte sigue utilizándose como un arma indirecta de diplomacia y afirmación cultural de un pueblo. Sin embargo, cuando se habla del trabajo de Bellini es imposible negar que se trató de una fuerza capaz de impedir una guerra y el cambio definitivo de las relaciones en el mundo.