viernes, 30 de abril de 2021

El código de los Templarios

 


Fue una de las órdenes militares cristianas más famosas a pesar de que solo estuvo activa durante dos siglos desde su fundación en el año 1118 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens después de la Primera Cruzada y tenían como objetivo proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén después de su conquista.

Los templarios tenían un código que debían respetar en todo momento y que debían tener en cuenta durante todos los días de su vida. Un caballero templario debía tener bien claro que hay un Dios y una vida creada por él, una verdad eterna y también un propósito divino.

Tenían tres pilares sobre los que se sustentaban: luchar contra el materialismo, impiedad y la tiranía en el mundo, defender la santidad del individuo y afirmar la base espiritual de la existencia humana. No era sencillo cumplir con todos estos requerimientos, pero aquellos que lo conseguían podrían definirse como auténticos adalides del bien y defensores de los débiles.

Los templarios tenían como precepto ser humildes, honorables, corteses, honestos y siempre ser caballerosos con todo el mundo, desde el indigente hasta el más rico de los señores. Debían servir fielmente a la orden y no esperar que ésta le sirviese, siempre pensando en que trabaja al servicio de Dios y sin esperar recompensa alguna, tan solo saber que con su trabajo honra a la orden.

Jamás debe causar daño o herir a ninguna criatura, bien sea humana o de otra índole, sea por ganancia, vanidad o placer sino que debe hacer todo lo contrario, intentar llevar la justicia a todos aquellos que no pueden recibirla, porque todos son hijos de Dios y a todos Dios ha concedido el don de la vida.

Tenían que vivir cada día como críticos de su día anterior para que cada nuevo día fuese para ellos un paso hacia una mayor nobleza. Asimismo no debían ofender de forma alguna a ninguna persona u otro ser. Tampoco podían tener nada con ninguna mujer ni ninguna mujer debía temer nada de ellos, ni palabras ni acciones así como los niños; esto se hacía extensible para los hombres, por muy rudos que estos fuesen.

Un templario debía ir y actuar allá donde hubiese debilidad, donde no hubiese voz y donde los más pobres necesitasen ayuda. No podría estar esclavizado por ninguna creencia sectaria u opiniones aviesas. Siempre debían tener en cuenta que Dios es la verdad y sin él no hay verdad. Debe buscar siempre la verdad porque la verdad está en Dios.

Estas fueron algunas de las normas que rigieron el orden de estos caballeros que fueron todo un referente para aquellos que apuestan por el bien y que siguen siéndolo en nuestros días.

El código de los Templarios

Fue una de las órdenes militares cristianas más famosas a pesar de que solo estuvo activa durante dos siglos desde su fundación en el año 1118 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens después de la Primera Cruzada y tenían como objetivo proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén después de su conquista.

Los templarios tenían un código que debían respetar en todo momento y que debían tener en cuenta durante todos los días de su vida. Un caballero templario debía tener bien claro que hay un Dios y una vida creada por él, una verdad eterna y también un propósito divino.

Tenían tres pilares sobre los que se sustentaban: luchar contra el materialismo, impiedad y la tiranía en el mundo, defender la santidad del individuo y afirmar la base espiritual de la existencia humana. No era sencillo cumplir con todos estos requerimientos, pero aquellos que lo conseguían podrían definirse como auténticos adalides del bien y defensores de los débiles.

Los templarios tenían como precepto ser humildes, honorables, corteses, honestos y siempre ser caballerosos con todo el mundo, desde el indigente hasta el más rico de los señores. Debían servir fielmente a la orden y no esperar que ésta le sirviese, siempre pensando en que trabaja al servicio de Dios y sin esperar recompensa alguna, tan solo saber que con su trabajo honra a la orden.

Jamás debe causar daño o herir a ninguna criatura, bien sea humana o de otra índole, sea por ganancia, vanidad o placer sino que debe hacer todo lo contrario, intentar llevar la justicia a todos aquellos que no pueden recibirla, porque todos son hijos de Dios y a todos Dios ha concedido el don de la vida.

Tenían que vivir cada día como críticos de su día anterior para que cada nuevo día fuese para ellos un paso hacia una mayor nobleza. Asimismo no debían ofender de forma alguna a ninguna persona u otro ser. Tampoco podían tener nada con ninguna mujer ni ninguna mujer debía temer nada de ellos, ni palabras ni acciones así como los niños; esto se hacía extensible para los hombres, por muy rudos que estos fuesen.

Un templario debía ir y actuar allá donde hubiese debilidad, donde no hubiese voz y donde los más pobres necesitasen ayuda. No podría estar esclavizado por ninguna creencia sectaria u opiniones aviesas. Siempre debían tener en cuenta que Dios es la verdad y sin él no hay verdad. Debe buscar siempre la verdad porque la verdad está en Dios.

Estas fueron algunas de las normas que rigieron el orden de estos caballeros que fueron todo un referente para aquellos que apuestan por el bien y que siguen siéndolo en nuestros días.





Cortesía del más COQUETO 🤗


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