Giordano Bruno (1548-1600) fue un sacerdote que, a pesar de que lo consideraron mártir, jamás ingresó al santoral de la Iglesia Católica. Su verdadero nombre era Fillipo Bruno y nació en 1548 en la villa de Nola, Italia. Se desempeñó como sacerdote, científico, poeta, alquimista, filósofo, astrónomo, dramaturgo y, sobre todo, un gran pensador. Era un hombre polémico y apasionado que defendía sus ideales sin importar las consecuencias.
De hecho, pagó con su propia vida la osadía de defender posturas que la Iglesia Católica no respaldaba. Posteriormente, las ideas de Giordano Bruno se considerarían precursoras del pensamiento filosófico y científico moderno. Tras culminar un curso de teología de 3 años en el convento de San Domenico Maggiore, en Italia, Giordano Bruno se recibió como sacerdote en 1572.
Giordano Bruno y la libertas de pensamiento.
Hasta ese momento, sus ideas poco ortodoxas no llamaban mucho la atención. De hecho, la serie de intrigas y conspiraciones que culminaron con la condena y ejecución en la hoguera de Giordano Bruno empezó en 1575. En aquella época, el joven filósofo constantemente se metía en problemas por leer textos prohibidos.
Mostraba particular interés por las obras de Erasmo de Róterdam, humanista y gran erudito holandés del Renacimiento nórdico que cuestionaba ciertos principios de la Iglesia. Su persistencia terminó creándole fama de hereje, por lo que tuvo que luchar por la libertad de expresión y pensamiento durante toda su vida.
Un pensador forajido.
En 1576, a los 28 años de edad, lo acusaron formalmente de herejía y tuvo que escapar de Nápoles para instalarse en Roma. Sin embargo, jamás claudicó y siguió orientando su pensamiento contra las normas y voluntades impuestas por el Santo Oficio. Esto también le trajo muchos problemas con la Iglesia en Roma y tuvo que huir una vez más. Esta vez se instaló en Ginebra, Suiza, donde abandonó el hábito dominicano para convertirse al calvinismo.
Muy poco le duraría el gusto pues, tras escribir un artículo donde criticaba el pensamiento de un profesor calvinista, lo expulsaron de la doctrina. En el lustro que transcurrió entre 1580 y 1585, Giordano Bruno se desempeñó como profesor en Londres y París. En esa época escribió sobre la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico y postuló la hipótesis de que el Universo era infinito.
Por si fuera poco, se atrevió a decir que la Biblia sólo debía seguirse por sus enseñanzas morales para evitar la contradicción entre ciencia y religión. Y es que Bruno, al igual que Copérnico, respaldaba la idea de que el Sol era el centro del Universo. Esto contrariaba las ideas del geocentrismo impuestas por la Iglesia, donde la Tierra era el centro del universo.
En 1585, tras algunos acontecimientos políticos, Giordano Bruno se convirtió en víctima de una profunda intolerancia. Pese a esto, un año después publicó varios artículos que provocaron escozor en el alto clero. Básicamente, reafirmaba su visión sobre el Universo y su posición frente a la Iglesia.
Tuvo que huir una vez más, dejando París para instalarse en Alemania, donde se convirtió al luteranismo. Como puedes imaginar, esa nueva aventura religiosa tampoco duró mucho. La Iglesia Luterana patrocinó la tercera excomunión de Giordano Bruno mientras se encontraba en Helmstedt.
Sentencia y ejecución en la hoguera.
Para 1591 finalmente regresó a Italia. Un personaje llamado Giovanni Mocenigo lo contrató para impartir clases de memorización. Como Venecia era la región más liberal de los estados italianos en la época, Giordano Bruno consideró que era el lugar perfecto para un refugiado de ideas no ortodoxas. No podía estar más equivocado, y se presume que fue una trampa.
Tras un supuesto desacuerdo con Giordano Bruno, Mocenigo lo traicionó denunciándolo por herejía ante la inquisición veneciana. Los inquisidores enjuiciaron a un pensador que jamás se doblegó a la hora de reafirmar y sustentar sus ideas. Pese a una propuesta de «retracción incondicional», en la que el filósofo debía negar todas sus teorías, Bruno se mantuvo firme.
A sabiendas de que su único destino era la muerte y plenamente convencido de sí mismo, el pensador enfrentó con valentía a sus acusadores. «Quizá ustedes, mis jueces, pronuncian esa sentencia en mi contra con mayor temor del que yo la recibo».
Giordano Bruno se puso la túnica de los condenados, lo ataron a una estaca, le clavaron la lengua y la sujetaron a una estructura metálica. A los 50 años de edad, uno de los más grandes pensadores en la historia de la humanidad moría consumido por las llamas en una hoguera. El día era el 17 de febrero del 1600 y el lugar el Campo de’ Fiori, justo en el centro de Roma.
Giordano Bruno: el mártir de la ciencia.
El padre Giordano Bruno dio continuidad a la creencia de varios clérigos del Medioevo al expresar que creía en la existencia de extraterrestres. De hecho, por eso le pusieron el clavo en la lengua. En el año 2000, el Papa Juan Pablo II ofreció un curioso discurso donde señaló que «el peligro no viene de la Tierra, sino del cielo».
Esto llevó a muchos a especular que la Iglesia Católica tenía pruebas sobre la existencia de vida extraterrestre. Sobre todo, porque en ese mismo evento, expresó públicamente su profundo pesar por lo sucedido a Giordano Bruno. Muchos consideraron proféticas las palabras del Papa, mientras otros vieron hipocresía al no revocar la excomunión del mártir de la ciencia. Hoy, Giordano Bruno no es ningún santo, pero se le considera un símbolo de la libertad y autonomía del pensador moderno.
Cortesia de Padme .
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