Aquellos que sufren de parosmia perciben un olor a basura en sus alimentos, el café huele a gasolina y las fragancias en productos de limpieza se vuelven fétidas. Desafortunadamente, estos son los síntomas que experimentan algunos pacientes de Covid-19 por la acción del virus sobre los receptores olfativos.
Casos de parosmia por Covid-19.
Jennifer Spicer, médico estadounidense, enfermó de Covid-19 el año pasado y perdió el sentido del olfato y el gusto. Una vez que superó la enfermedad, los recuperó poco a poco. Sin embargo, se llevó una gran decepción al probar una copa de vino tinto. En el paladar de Spicer, aquel exquisito mosto de uva tinta presentaba un sabor y olor a gasolina.
Lo mismo sucedió con el café, en el que Jennifer percibió un sabor tan fuerte que resultó intolerable para su boca. Es un caso más de parosmia, una disfunción olfativa a largo plazo causada por el Sars-CoV-2.
«Es como tener un aliento a podrido todo el tiempo», dijo la agente de seguros Jessica Emmett, otra víctima de la parosmia, en una entrevista para The New York Times. La mujer enfermó de Covid-19 dos veces en 2020, en julio y octubre, afortunadamente se sobrepuso a la enfermedad. Sin embargo, su disfunción olfativa se mantiene hasta la fecha. La pobre mujer percibe que su propio cuerpo apesta.
Para Emmett, aquellas comidas que incluyen carne, ajo o cebolla tuvieron que salir definitivamente de su dieta. Y es que todas pasaron a tener un hedor a comida podrida. Cynthia Fish, otra estadounidense que enfermó de Covid-19, empezó a percibir un hedor a leche descompuesta. «Era lo único que lograba oler, como si estuviera al interior de mi nariz».
La parosmia.
La siguiente imagen muestra las células del epitelio olfativo, una estructura que puede resultar afectada por el Sars-CoV-2. También está el bulbo olfatorio, el sistema de neuronas que capta todas aquellas señales referentes al olor. Si nos enfocamos en la calidad de vida del paciente, la parosmia puede resultar peor que la pérdida total del olfato (anosmia). Y es que esa percepción constante de un mal olor influye en la alimentación y la dinámica social del afectado.
El padecimiento se produce tras una recuperación anormal de las células nasales por el ataque del coronavirus. Por razones que aún se desconocen, envían señales distorsionadas que el cerebro decodifica erróneamente como malos olores. Y es una condición que propicia situaciones extrañas. Por ejemplo, en un estudio realizado por científicos ingleses, un porcentaje considerable de los que padecen parosmia informaron que el olor a heces se hizo menos repugnante.
Hasta ahora se desconoce el porcentaje de incidencia de esta enfermedad entre quienes padecieron Covid-19. Pero es una cantidad considerable, pues en Facebook existen dos grandes grupos privados donde las víctimas de la enfermedad comparten sus experiencias. Actualmente, tan sólo esos dos grupos suman más de 40,000 miembros.
El grupo más grande es administrado por la AbScent, una ONG inglesa que asiste a aquellos individuos que padecen anosmia o parosmia tras superar el nuevo coronavirus. Afortunadamente, la mayoría de los casos tienden a desaparecer con el tiempo y son tratables con un entrenamiento olfativo. Dicho tratamiento requiere que el paciente, varias veces al día, intente percibir cuatro olores específicos, generalmente aceites esenciales, para estimular nariz y cerebro.
Cortesia de Marcia la guanga covidtiosa .
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