Un Jueves 10 de abril de 1919, fue un día esplendoroso, Miliano cabalga en su hermoso caballo, el “As de Oros", caballo que le había regalado el Judas de Guajardo al igual que la montura que había sido especialmente hecha para el Caudillo del Sur.
Zapata durante su marcha aspira el dulce aroma del campo, va acompañado de su escolta cuando de pronto en el paraje Piedra Encimada son detenidos por una mujer sumamente alterada, corriendo se acerca a Zapata, le toma la manos nerviosa y le dice que no asista a la reunión de ese día ¡porque lo iban a matar!. Miliano trata de calmarla, la ve con esos hermosos ojos que inspiran tanta ternura, le promete tener mucho cuidado y sigue su marcha, la mujer a lo lejos lo bendice haciendo la señal de la Santa Cruz en el aire mientras reza en voz muy bajita por él.
Miliano se sabía querido por su pueblo y eso para él significaba una responsabilidad. Por fin llegó donde los esperaba Guajardo, cuando se disponía a hablar con él fueron interrumpidos por gritos de alerta ¡Ahí venían los federales! Zapata organizó de inmediato varias patrullas de hombres armados que salieron a hacer frente a los enemigos pero no los encontraron, el General decidió dejar centinelas en los alrededores.
Guajardo invitó a comer a Zapata y a diez de sus hombres a la Hacienda de Chinameca. Emiliano aceptó confiado, Guajardo le había demostrado lealtad anteriormente.
Camino a la hacienda Miliano ve el horizonte, alza la mirada hacia el cielo, son casi las dos de la tarde, ¡hace mucho calor!
Al llegar a la hacienda a lo lejos ve la guardia que está formada para hacerle los honores, en cuanto cruza el dintel escucha el clarín que toca tres veces la llamada de honor, de momento escucha el estruendo de las balas que inmediatamente se clavan en su cuerpo, por instinto trata de sacar su pistola y gira las riendas de su caballo intentando dar la media vuelta para huir pero el As de Oros, asustado y herido también lo arroja al suelo de donde no se levantaría más.
A las cuatro de la tarde Guajardo ordena subir el cuerpo inerte del General Emiliano Zapata al lomo de una mula para llevarlo a Cuautla. Lo lleva como un trofeo mientras todos lo felicitan. Al llegar a su destino lo entrega al general Pablo González alrededor de las nueve de la noche.
A pesar de los siete tiros que le causaron la muerte casi inmediata, ¡Zapata vive!
¡Viva Zapata!
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