Estos famosos asesinatos no sólo terminaron con la vida de una figura política, fueron materia prima para teorías de la conspiración y también terminaron provocando guerras civiles y mundiales, modificando el curso de la historia. Y es que nuestra historia puede rastrearse hasta el preciso instante en que se apretó un gatillo, un momento tan fatal que en el caso de estos famosos asesinatos desató un cataclismo.
Por eso, cuando estos individuos fueron atacados, el mundo se convulsionó. Como sucedió en estos famosos asesinatos, la historia no terminó con la muerte de un solo hombre. El disparo que les quitó la vida no fue más que el comienzo de una reacción en cadena que terminó cambiando el curso del mundo.
Isaac Rabin
El quinto Primer Ministro de Israel, Isaac Rabin, era un auténtico pacifista. Este hombre había puesto en marcha una plataforma diplomática con los palestinos, que para entonces ya libraban una guerra desde hacía décadas sobre sus hogares y aldeas, mayormente sobre tierras israelíes ocupadas. Sin embargo, intentar que Israel y Palestina hicieran las paces podía ser una tarea peligrosa. Las propuestas de Rabin terminaron incomodando a varios sionistas radicales. De hecho, el asesino de Isaac Rabin estaba convencido de que el Primer Ministro obligaba a Israel a renunciar a su herencia bíblica.
Era la tarde del 4 de noviembre de 1995 cuando Yigal Amir, un joven israelí de 25 años, se aproximó a Rabin mientras deambulaba por la Plaza de los Reyes de Israel, en Jerusalén. Amir llevaba una pistola y alineó cuidadosamente la mira en dirección a Isaac Rabin.
El Primer Ministro no supo lo que estaba pasando hasta que fue demasiado tarde. Amir accionó el arma en tres ocasiones, dos proyectiles impactaron el torso de Rabin y el otro fue a parar a su guardaespaldas. Rápidamente fue trasladado a un hospital cercano, pero terminó perdiendo la vida en la mesa de operaciones.
Por el asesinato, Amir fue condenado a más de 14 años en prisión. Actualmente sigue cumpliendo condena y figurando como el perpetrador de uno de los asesinatos más famosos en la historia.
Para conmemorar uno de los asesinatos más trágicos en la historia de Israel, la plaza en la que murió Isaac Rabin hoy lleva su nombre.
Isoroku Yamamoto.
Isoroku Yamamoto fue la mente maestra tras el ataque a Pearl Harbor cuando comandaba la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa. Bajo su guía, más de 180 aviones estadounidenses fueron destruidos y estaba convencido de que un ataque sorpresa fulminante era la única forma en que Japón podía derrotar a los Estados Unidos en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Estados Unidos buscaba venganza por la afrenta y el plan para asesinar a Yamamoto, apodado “Operación Venganza”, empezó con la orden directa del entonces presidente Franklin D. Roosevelt: “vayan por Yamamoto”.
Los agentes estadounidenses lograron rastrear el itinerario de vuelo de Yamamoto. Se enteraron de que el almirante Isoroku Yamamoto haría una visita a los pilotos japoneses que se encontraban en la isla de Rabaul. Los gringos se asegurarían de que ese viaje fuera el último.
Tras hacer la visita de cortesía a sus hombres y desearles suerte, Yamamoto se subió a un bombardero Mitsubishi desabastecido sin saber que protagonizaría uno de esos asesinatos que parecen sacados de una película.
A mitad del vuelo, un escuadrón estadounidense de 16 cazas P-38 apareció en el horizonte. Un auténtico infierno se desató sobre el Pacífico. Las aeronaves estadounidenses lograron dañar seriamente el motor derecho del bombardero de Yamamoto. La aeronave japonesa dibujó una estela de humo en el cielo hasta que cayó en la jungla. Sin embargo, al interior el almirante ya había perdido la vida.
Cuando el equipo de exploradores japoneses alcanzo el sitio del accidente un día después, encontraron al almirante aún atado al asiento sosteniendo su katana ceremonial. Había recibido el impacto de dos balas calibre .50, una le destrozó el hombro y la otra entró por la parte izquierda de su mandíbula. Este segundo proyectil terminó saliendo por encima de su ojo derecho, destrozando gran parte de su cabeza.
Francisco Fernando.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando fue el catalizador para la catástrofe. Casi como resultado directo de la muerte de un solo hombre estalló una guerra mundial, se derrocaron imperios y más de 30 millones de personas perdieron la vida.
Franz Ferdinand murió a manos de Gavrilo Princip, un nacionalista serbio que peleaba por la independencia de su comunidad. Y es que Serbia había sido anexada al Imperio austrohúngaro en 1908. Cuando el heredero al trono enemigo, Francisco Fernando, se presentó en Sarajevo el 28 de junio de 1914, Princip y compañía decidieron vengarse aprovechando la oportunidad.
El primer intento por quitar la vida a Ferdinand fue un fracaso. Cuando llegó a Sarajevo, uno de los compinches de Princip atacó la caravana del archiduque con una granada de mano. El artefacto falló, pero la explosión terminó hiriendo a los pasajeros que se encontraban en el vehículo que seguía al carro del archiduque y su esposa.
La pareja se conmovió por los hechos y decidió hacer una visita al hospital donde atendían a los heridos. Irónicamente, este viaje terminó llevándolos por una pequeña calle donde, por pura casualidad, se encontraba Princip al interior de una cafetería, intentando curarse la amargura de lo que creía había sido el intento fallido de uno de los más grandes asesinatos en la historia de la humanidad.
Princip salió del establecimiento empuñando una pistola y disparó. La primera bala atravesó la yugular del archiduque y la segunda, por error, terminó impactando contra la esposa de Francisco Fernando.
Princip intentó suicidarse antes de que lo atraparan. El asesino saltó de un puente, se tragó una píldora vencida de cianuro e intentó dispararse, pero nada funcionó. Al final, los gendarmes terminaron arrestándolo.
De regreso en el carruaje, las últimas palabras del moribundo Francisco Fernando estuvieron dedicadas a su esposa. En los últimos momentos de su vida, rechazó todas las preocupaciones respecto a su propia integridad, diciendo a los que estaban con él: “no es nada”. En cambio, el hombre abrazó a su esposa y grito.
“¡Sophie, Sophie! No te mueras, vive por nuestros hijos”.
Ninguno de los dos logró sobrevivir.
Louis Mountbatten.
Para la época en que fue asesinado, Louis Mountbatten ya era un personaje consumado. Figuraba como veterano de ambas guerras mundiales, fue presidente de la OTAN, el último virrey de la India, entre muchos otros cargos honoríficos. En 1979, no era más que un hombre retirado que sólo buscaba vacacionar y relajarse en su casa de verano en Irlanda.
Sin embargo, en el transcurso de esa década la lucha entre los ocupantes británicos y los nacionalistas irlandeses había alcanzado niveles de violencia nunca antes vistos. Irlanda se convulsionaba por una violencia desenfrenada aunque, desde el punto de vista del IRA, el mundo no prestaba la debida atención a su complicada situación. Buscaban generar un gran escándalo para llamar la atención del mundo, y Louis Mountbatten era el objetivo ideal.
El 27 de agosto de 1979, Louis Mountbatten y su familia subieron a una embarcación para pescar langosta. Nadie imaginaba que el yate portaba una carga explosiva. Cuando se alejó de la costa, un equipo del IRA envió la señal de radio al detonador y la bomba de 100 kilogramos hizo añicos el barco.
Los nietos de 14 y 15 años de Mountbatten murieron al instante, mientras que los tripulantes restantes resultaron gravemente heridos. Algunos pescadores que atestiguaron la caótica explosión sacaron a Mountbatten del agua, casi sin piernas pero aún con vida. Desafortunadamente, perdió la vida antes de llegar a la orilla.
El IRA se adjudicó la muerte de Louis Mountbatten. A través de un comunicado, informaron que:
“El IRA se responsabiliza por la ejecución de Lord Louis Mountbatten. La operación es una de las formas discriminatorias en que podemos llamar la atención de los ciudadanos ingleses sobre la continúa ocupación de nuestro país”.
En Gran Bretaña, la opinión pública se volvió dura contra la causa de la independencia irlandesa. En los años posteriores, Irlanda del Norte se convirtió en un virtual campo de guerra.
Martin Luther King Jr.
Martin Luther King Jr. figuró como un icono diferente a cualquier otro entre aquellos que luchaban por la igualdad en los Estados Unidos entre la década de 1950 y 1960.
Para 1955, King (un joven ministro Bautista de apenas 25 años) subió al estrado durante el boicot de autobuses en Montgomery. Llamó bastante la atención por sus discursos y la impresión que generaba en el público. Rápidamente estableció contacto con los líderes de todas organizaciones de derechos civiles que existían en el país. Una década después, lideraba una manifestación en la que participaron miles de ciudadanos en Washington y vivió para ver consolidado uno de sus logros más importantes: La Ley de Derechos Civiles de 1964 y La Ley de Derechos de Votación de 1965.
El 4 de abril de 1968, Martin Luther King Jr. se encontraba parado en uno de los balcones del Motel Lorraine haciendo al músico Ben Branch una de sus últimas peticiones:
“Ben, asegúrate de tocar ‘Take my hand, Precious lord’ en la reunión de esta noche”.
A continuación, se escuchó un disparo, y un solo proyectil que ingresó por la mejilla derecha de King terminó curvando su médula espinal hacia el hombro. King cayó de espaldas, sangrando profusamente.
Es uno de esos crímenes que terminaron sacudiendo a los Estados Unidos, y sobre los que nadie conoce los motivos exactos.
De forma oficial se dijo que había sido un asesino solitario: James Earl Ray. Aunque Ray no mató a King por puro capricho. Había pasado meses acechando al objetivo y preparando el asesinato. Tiempo después, los agentes del FBI confiscaron un mapa de Atlanta entre las pertenencias de Ray donde figuraban los sitios más visitados por King.
Pese a todo el esfuerzo en la investigación, Ray jamás declaró los motivos que lo llevaron a cometer el crimen. De hecho, nunca dejó de insistir que sólo era un peón en una conspiración mucho más grande. Aseguraba que era un asesino a sueldo, contratado para matar a King por un misterioso sujeto que había conocido en Canadá llamado “Raoul”.
Jamás se supo si Ray estaba diciendo la verdad. Lo condenaron a cadena perpetua, y James Earl Ray murió en prisión tres décadas después de haber asesinado a Martin Luther King Jr.
Julio César.
César mostró una gran ambición a muy temprana edad. Gracias a sus relaciones políticas, guerras y sobornos escaló en el difícil sistema político romano hasta declararse a sí mismo el “dictador perpetuo” de Roma.
Su poder superaba por mucho al de cualquier otro gobernante desde la institución de la República Romana. Aunque para muchos de los miembros en el Senado, esta situación era muy preocupante, por lo que organizaron una conspiración para asesinar a Julio César. Y, con el tiempo, incluso Bruto, uno de los amigos en los que más confiaba Julio César, terminó traicionándolo.
El 15 de marzo del año 44 a.C., los conspiradores emboscaron a César en el piso del senado. Algunas versiones dicen que 60 hombres saltaron sobre el gobernante y lo apuñalaron en 23 ocasiones antes que la carnicería llegara a su fin. En sus últimos momentos de vida, se dice que Julio César se tapó el rostro con la toga, incapaz de soportar ver a Bruto, el único hombre en el que había confiado, entre los traidores.
Si los asesinos de Julio César creyeron que salvaban a la república, estaban terriblemente equivocados. La indignación por la muerte del héroe del pueblo llevó a los combatientes a unirse a la causa de Octavio, sobrino e hijo adoptivo de Julio César, que estructuró un ejército para levantarse contra los conspiradores.
Roma se convulsionó por una guerra civil que estalló cuando Octavio dirigió su ejército contra los hombres que habían matado a Julio César, y después contra su propio aliado, Marco Antonio. Cuando el conflicto llegó a su fin, Octavio se coronó emperador, poniendo fin a la República Romana después de 500 años.
John F. Kennedy.
Al igual que Julio César, Jhon F. Kennedy figuraba como uno de esos “populistas carismáticos” que no duran mucho en la política.
El asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy en 1963 figura como uno de los más famosos del siglo XX. La violenta y repentina muerte del presidente resultó tan impactante que, para muchos, era imposible que hubiera sido responsabilidad de un solo hombre.
Sin embargo, múltiples informes independientes sobre el asesinato concluyeron que Lee Harvey Oswald actuó por su cuenta. Por motivos que sólo el propio Oswald comprendería, subió hasta el sexto piso del Texas School Book Depository y abrió fuego contra el presidente de los Estados Unidos.
Disparo en tres ocasiones. El primer disparo pasó muy alto, provocando que Kennedy se agachara. El segundo proyectil ingresó por la parte posterior del cuello del presidente, saliendo por su garganta y continuando hasta la espalda del gobernador. Oswald se permitió corregir la puntería una segunda ocasión y asestó el golpe final, un disparo que impactó en la cabeza del presidente.
No pasó mucho tiempo antes que surgieran las teorías de conspiración. El eco producido por el arma de Oswald, los ángulos de las balas y las imágenes del cráneo del presidente Kennedy expuesto en lo que parecía la dirección incorrecta terminó por convencer al gran público de que existía un segundo tirador.
El mundo jamás llegó a conocer la versión de Lee Harvey Oswald, pues dos días después fue asesinado por el dueño de un club nocturno llamado Jack Ruby. Oswald perdió la vida en el mismo hospital que Kennedy, y la verdad de lo que sucedió aquel trágico día en Dallas pudo haber desaparecido con él.