El canibalismo no es una conducta exclusiva de las gallinas. Cuando el hambre arrecia, los tabúes suelen dispersarse en el mundo animal. De hecho, se han contabilizado al menos 1,300 especies que se comen a sus congéneres: chimpancés, hipopótamos, humanos y un largo etcétera.
Como las jaulas reducidas y la superpoblación resultan extremadamente estresantes, estos pobres animales viven al límite y el comportamiento violento por desnutrición se desencadena en algunas etapas. Sacrificar gallinas que se han quedado sin alimento es una práctica común en la industria agropecuaria, vigente en todas las normas sanitarias nacionales e internacionales.
Además de evitar una muerte lenta por inanición, el objetivo es impedir que las aves se coman entre sí.
El canibalismo en el mundo animal.
Los animales suelen alimentarse con miembros de su propia especie con más naturalidad de lo que nuestro sentido común puede sugerir. Por ejemplo, los cerdos domésticos también suelen atacarse entre sí cuando la comida se termina. Y es que el canibalismo es un tabú mucho más social que biológico. En el año de 1981, un equipo de investigación de la Universidad Vanderbilt, en los Estados Unidos, verificó la “depredación intraespecífica” en más de 1,300 especies – desde los hipopótamos y las arañas hasta los chimpancés, nuestros primos cercanos.
Desde la perspectiva darwinista, un animal que come a otro miembro de su misma especie no lleva a cabo una práctica absurda: además de garantizar su ingesta de nutrientes elimina a un posible competidor, que podría representar una amenaza sobre sus parejas sexuales y territorio.
Evidentemente que el raciocinio anterior no aplica en todas las situaciones: si un animal se come a un familiar cercano por accidente – siempre es bueno recordar que en ocasiones les resulta imposible saber quiénes son sus primos o hermanos -, elimina a un ser vivo que porta sus propios genes, lo que no tiene ningún tipo de ventaja. A largo plazo, la selección natural castiga esta clase de prácticas.
Además, atacar a una presa que tiene el mismo tamaño, fuerza y anatomía que tú, implica un gasto excesivo de energía y tiempo – que puede mitigarse siempre que haya disposición de presas de otras especies de menor tamaño. Por ejemplo, para un gato resulta más beneficioso gastar 50 calorías atrapando a un ratón que 500 atrapando a otro gato, aunque la cantidad de nutrientes que obtenga sea menor.
La fórmula del canibalismo.
Esto tiene consecuencias crueles: las crías presentan una gran tendencia a ser comidas por adultos precisamente porque alteran el equilibrio de esa balanza entre el gato y el ratón. Por ejemplo, en los escorpiones de la especieParuroctonus mesaensis, el 62% de los casos de canibalismo implica a especímenes adultos devorando a los más pequeños.
Existe una fórmula para calcular cuando la táctica de caza más ventajosa en determinada situación deja de ser atrapar a otros animales para empezar a atrapar animales de tu propia especie. Fue descrita a detalle en una publicación de 1992 de la Universidad de Oxford.
Evidentemente que resulta muy difícil atribuir números a los pros y contras evolutivos de una determinada práctica entre los animales, recordemos que la biología no es una ciencia exacta. Aquí, lo relevante es que en determinadas condiciones de hambre y estrés, los animales cruzan esta línea. Cuando se presentan altas concentraciones poblacionales, el costo energético de comerte a un vecino resulta mucho más bajo que salir a conseguir alimento.
Siempre es bueno recordar que los seres humanos no estamos exentos a este fenómeno. En nuestro caso, el canibalismo está limitado por la cultura de cada pueblo. Aunque una persona que haya sido influenciada de alguna forma por Europa o el cristianismo acepte la práctica, la antropofagia es común en rituales indígenas del mundo entero.