Desde la reciente tragedia provocada por el Volcán de Fuego en Guatemala, pasando por la impresionante devastación del volcán Kilauea en Hawái y hasta loseventos cataclísmicos del Monte Vesubio que terminaron sepultando Pompeya hace miles de años, resulta lógico preguntarse: ¿por qué los seres humanos insisten en vivir cerca de volcanes activos?
Peligro latente.
Resulta sumamente sencillo listar los aspectos problemáticos, pues cuando una explosión sucede los volcanes se convierten en objeto de interés para los investigadores. Hoy sabemos que los volcanes son responsables no sólo de las fuertes explosiones, también son capaces de generar sismos, formar tsunamis, contaminar la atmósfera con gases tóxicos y ceniza, y expulsar materiales sumamente peligrosos como el flujo piroclástico, lava y rocas incandescentes. Es algo que todos sabemos de los volcanes.
Aquellas grandes erupciones volcánicas suelen dejar destrucción y muerte, devastar fauna y flora local, afectar severamente la vida cotidiana de las ciudades aledañas y generar enormes perjuicios económicos. Sin embargo, los volcanes activos y (por increíble que parezca) las erupciones también ofrecen beneficios diversos.
Las ventajas de vivir cerca de un volcán.
Empecemos por el magma, una sustancia rica en minerales que es expulsada en forma de lava, y una vez que se esparce sobre la superficie terrestre se enfría y solidifica. Pero, además de algunos materiales (como el cobre, plata, oro e incluso diamantes) que pueden minarse a partir de la roca volcánica, durante el proceso de enfriado de la lava otros materiales son liberados a la atmósfera y “depositados” en puntos mas distantes.
Otro dato interesante: aunque se produzca una gran destrucción tras una erupción volcánica, todos estos depósitos de minerales en el suelo vuelven la tierra más fértil. Por eso es que pueden encontrarse intensas zonas de cultivo en las áreas que circundan a los volcanes. Por si fuera poco, estos fenómenos geológicos son ideales para instalar plantas geotérmicas, instalaciones que aprovechan el calor generado en las profundidades de la Tierrapara convertirlo en energía eléctrica. Países como Japón, Nueva Zelanda e Islandia hacen uso efectivo de estas instalaciones.
Pero todavía hay más: una erupción volcánica puede dar origen a nuevas islas, territorios y transformar el ambiente, formando nuevos hábitats para la fauna y promoviendo el nacimiento de bellos paisajes, fenómenos que terminan promoviendo el turismo en la zona. Además, la actividad volcánica en sí atrae a miles de visitantes del mundo entero generando, de forma directa e indirecta, empleo e ingresos para las comunidades locales.
La prevención.
Pero, no podemos pasar por alto que muchas veces hay motivos culturales y religiosos que llevan a estas comunidades a establecerse cerca de los volcanes. Las erupciones volcánicas pueden ser aterradoras, potencialmente mortales e incontrolables para el hombre; sin embargo, la tecnología actual nos permite establecer un monitoreo constante de forma que podamos interpretar las señales de alerta que los volcanes (casi siempre) manifiestan antes de presentar actividad peligrosa, para que las personas puedan ser evacuadas o escapen con cierta ventaja.
Mejor aún, los volcanes activos (salvo algunas excepciones) no presentan actividad volcánica peligrosa de forma permanente, y entran en erupción muy de vez en cuando. Pueden permanecer dormidos por décadas y hasta siglos. Por eso, si tomamos en cuenta que se han registrado menos de mil muertes durante lo que va de este siglo a causa de las erupciones volcánicas y las ventajas de vivir cerca de estas estructuras geológicas, muchos consideran que vale la pena el riesgo.