En la antigüedad, los griegos convirtieron en fetiche el cuerpo masculino a través de esculturas que representan hombres poderosos y musculosos. Ocasionalmente estas obras de arte cubren las partes íntimas del cuerpo con paños, pero otras veces presentan figuras completamente desnudas.
El tamaño sí importa.
A lo largo de la historia, incontables amantes e historiadores del arte contemporáneo han notado la naturaleza humilde de las partes íntimas representadas en las esculturas clásicas de los emperadores, dioses y otros hombres de élite en estas obras griegas. Los pequeños miembros parecen no corresponder a los enormes cuerpos y personalidades míticas que estos personajes representan. Pero hay una razón para que los antiguos griegos eligieran estas proporciones estéticas.
Regresando 2.4 mil años al pasado, en la Antigua Grecia, los grandes miembros erectos no se consideraban algo deseable, ni siquiera eran vistos como una señal de poderío o fuerza. Un dramaturgo griego llamado Aristófanes, resumió en su obra Las nubes (c. 419-423 a.C.), los rasgos ideales de sus pares masculinos con un “pecho lustroso, la piel brillante, los hombros grandes, la lengua corta, el trasero grande, el cipote pequeño”.
El historiador Paul Chrystal también llevó a cabo diversas investigaciones sobre estos antiguos ideales. “Un miembro pequeño era coincidente con los ideales griegos de la belleza masculina”, explica en su obra In Bed with the Ancient Greeks. “Se trató de un emblema de la cultura superior y un modelo de la civilización”.
En el arte de los antiguos griegos, muchas de las características de un hombre importante eran representadas de formas amplias, firmes y brillantes. Entonces, ¿por qué los mismos principios estéticos no fueron aplicados al pene? Como lo sugiere Lear y otros historiadores, parte de la respuesta a esta pregunta se encuentra en la forma en que miembros de otros hombres nada admirables fueron retratados.
Entre más “modesto”, mejor.
Particularmente aquellos personajes sátiros, lujuriosos y depravados solían describirse con órganos genitales enormes y erectos, ocasionalmente tan grandes como sus torsos. Según la mitología, estos seres eran mitad hombre y mitad animal, una característica denigrante según la alta sociedad griega. “Los miembros grandes se consideraban vulgares y fuera de la norma cultural, una exhibición muy propia de los bárbaros del mundo”, explica Chrystal.
Pero estas cualidades no eran exclusivas de los sátiros, pues en la comedia griega los tontos también poseían órganos genitales enormes. De acuerdo con Chrystal era “una señal de estupidez, [de ser] más una bestia que un hombre”. Esto se extrapolaba a las representaciones artísticas de los egipcios, antiquísimos enemigos de los griegos.
Así era que sátiros, tontos y enemigos eran vistos como extremos totalmente opuestos a los dioses y héroes masculinos, personajes que eran honrados por su autocontrol e inteligencia (aunado a otras cualidades que requieren de ciertas restricciones, como la prudencia y lealtad). Si aquellos grandes falos representaban grandes defectos, entonces “se puede concluir que un pene pequeño y flácido era señal de autocontrol“, explica Lear.
El significado oculto.
En nuestros días, estar bien dotado muchas veces se equipara al poder e incluso a un buen liderazgo, “el pene jamás fue un emblema de la virilidad o masculinidad en la Antigua Grecia, como lo ha sido en otras culturas”, explica Chrystal. “El poder provenía del intelecto necesario para hacer responsable al hombre de ser padre, prolongar el linaje y los oikos [unidad familiar] así como sustentar la polis[ciudad-estado]”.
No queda duda que en todo arte de la Antigua Grecia, la representación del falo – y su diversidad de tamaño – era meramente simbólica. Como lo sugiere Lear, esto podría responder porque los artistas de esa época retrataban desnudos masculinos con tanta regularidad, aunque el personaje o la narrativa no lo exigieran. “Utilizaron el miembro como un índice del personaje”, dice Lear.