El perico nocturno (Pezoporus occidentalis) frecuentemente es referido por los ornitólogos como el ave más enigmática y misteriosa del planeta, una fama que este perico se ha ganado a pulso por ser extremadamente raro y esquivo, al grado que muy pocas personas con vida han tenido la oportunidad de observarlo en su hábitat natural.
Ave escurridiza.
Este perico suele pasarse la vida en el suelo, escondiéndose entre los típicos matorrales del interior de Australia, un comportamiento bastante inusual para un ave con capacidad de ejecutar vuelos largos y extremadamente rápidos. Estos hábitos tan particulares han convertido a la especie en uno de los tres “pericos terrestres” conocidos, mote por el que también son referidos.
Aclarado esto, recientemente un ejemplar de la especie fue equipado con una etiqueta que proporcionó datos de GPS sobre el animal en un período de 15 días demostrando que, como se sospechaba, el perico nocturno es capaz de recorrer grandes terrenos en muy poco tiempo.
La mínima distancia que el ave rastreada voló en una sola noche fue de aproximadamente 40 km. Se cree que llevan a cabo estos viajes tan largos con el único propósito de encontrar agua, pues el alimento (según las especulaciones) lo encuentran en semillas de las plantas Triodia, donde les gusta ocultarse.
Como puedes suponer por su apodo y los desplazamientos antes mencionados, el perico nocturno es descrito como un animal mayormente noctámbulo. En el día, suele ocultarse entre el follaje alto aprovechando sus patrones de color para mimetizarse a la perfección con los arbustos.
Registros históricos del perico nocturno.
La primera vez que se le “descubrió” fue en 1845, durante una expedición que tenía como objetivo descubrir un “océano mítico”, supuestamente localizado en algún lugar al centro del continente. En esta época aparentemente era un espécimen bastante común, pues un reporte de la década de 1870 apunta que se logró recolectar con facilidad más de una docena de ejemplares.
De hecho, se sabe que los indígenas Maiawali alguna vez utilizaron el plumaje del perico nocturno para confeccionar vestimentas ceremoniales.
Por motivos sobre los que expertos no logran ponerse de acuerdo, a comienzos del siglo XX el ave prácticamente había desaparecido, y el último ejemplar vivo que se capturó ese siglo fue encontrado en algún momento de 1912. Se especula que la urbanización de estas zonas en Australia terminó desplazando al ave o que fueron depredados casi hasta la extinción por gatos salvajes y domésticos, pero nadie sabe a ciencia cierta.
De hecho, algunos han llegado a especular que la especie ni siquiera está en peligro, simplemente son animales muy buenos en ocultarse.
Tras aquella captura del espécimen vivo en 1912, mientras algunos observadores de aves aficionados aseguraban de forma esporádica haber divisado al perico nocturno, a medida que transcurrió el siglo no se produjo ningún avistamiento bien documentado pese a los numerosos emprendimientos de búsqueda que realizaron algunos investigadores y aficionados, por lo que varios expertos empezaron a declararlo como especie extinta.
La recompensa de 1989.
Reacio a aceptar este lamentable destino, el empresario y conservacionista australiano Dick Smith ofreció en el año de 1989 una recompensa monetaria por AU$ 25,000 a cualquier persona que proporcionara evidencia de que el pájaro aún se encontraba en Australia.
Un año después del anuncio, la prueba de que el perico nocturno no se había extinguido llegó casi por casualidad cuando un grupo de ornitólogos hizo una parada al azar para atender el llamado de la naturaleza mientras conducían por el sudeste de Queensland. En este pequeño lapso, descubrieron un ejemplar de perico nocturno muerto en los márgenes de la carretera.
Como si este descubrimiento no fuera ya lo suficientemente afortunado, resultó que la única razón por la que estos ornitólogos lograron identificar al ave fue porque dos de ellos pertenecían “al selecto grupo de personas en el mundo que han manipulado pericos nocturnos disecados”.
Con toda diligencia Dick Smith entregó la recompensa monetaria a estos hombres (que terminaron donando el dinero a la universidad para la que todos trabajaban) y la fiebre por la búsqueda del perico nocturno se reavivó entre la comunidad de ornitólogos en Australia.
Sin cabeza.
En 2005 se produjo el siguiente avistamiento razonablemente documentado cuando un par de biólogos aseguró haber divisado no uno, sino tres pericos nocturnos mientras llevaban a cabo un estudio en una región con potencial para la minería de hierro.
Un evento mucho mejor documentado se suscitó en 2006, cuando el guarda parques Robert Cupitt, que laboraba en el Parque nacional Diamantina, encontró un espécimen muerto. Curiosamente, el animal no tenía cabeza.
En ese momento creyó que el animal se encontraba volando a gran velocidad cuando se topó con una valla de alambre de púas y terminó decapitado. Sin embargo, la búsqueda por la cabeza resultó infructuosa, por lo que posiblemente algún animal salvaje lo atacó arrancándole la cabeza o la comió después que fuera arrancada por la cerca de alambre.
El registro de John Young.
Como haya sido, tras varios años de algunos informes sin fundamento sobre el perico nocturno por parte de entusiastas observadores de aves, el ornitólogo y fotógrafo de vida silvestre John Young se convirtió, en 2013, en el primer hombre en más de un siglo en observar con vida a un perico nocturno al tomarle una fotografía.
De acuerdo con estimaciones del propio Young, se pasó alrededor de 15 años y más de 17,000 horas buscando al ave en el interior de Australia, hasta que finalmente logró obtener varias fotos de un ejemplar, algunos segundos de metraje de su vuelo y el audio de su canto. Algunos describen el sonido de la llamada del perico nocturno como el “ding ding” de una campana, mientras que otros lo comparan con el croar de una rana.
Un perico llamado Pedro.
Desde aquella fecha, se han suscitado varios avistamientos confirmados de pericos nocturnos vivos por un ecologista llamado Dr. Steve Murphy que llegó a capturar uno para estudiarlo y etiquetarlo en 2015. Murphy capturó al pájaro (que cariñosamente apodó Pedro) con la asistencia de su esposa Rachel, pero se negó a revelar el lugar exacto donde encontró a Pedro, con excepción de a unos pocos ornitólogos, ecologistas y académicos.
Aparentemente la ubicación también fue divulgada para algunos políticos, pues tras este hallazgo se estableció la Pullen Pullen Reserve, un área de 56,000 hectáreas de tierra protegida en Queensland en torno al área donde Murphy hizo el hallazgo.
Sin embargo, sólo se sabe que la reserva se encuentra al oeste del estado, sin una ubicación específica pues, por supuesto, en Australia hay áreas de tierra vacías tan vastas que pueden reservar 560 kilómetros cuadrados para la vida silvestre sin necesidad de decir al público donde se ubica.
Se considera que el perico nocturno está en alto riesgo de ser depredado por gatos callejeros y, como consecuencia, a lo largo de la Pullen Pullen Reserve se han esparcido una serie de trampas diseñadas especialmente para los gatos. Son trampas muy avanzadas equipadas con cámaras y un algoritmo patentado capaz de detectar gatos a través de su forma de andar y dimensiones. Cuando se llega a detectar la amenaza, se rocía un gel tóxico sobre el animal. La idea es que el gato se limpie lamiéndose, ingiera el gel y muera.