La localidad de Braunau am Inn, en la frontera austríaca, comúnmente es recordada por ser el lugar de nacimiento del infame dictador Adolf Hitler. Evidentemente, las autoridades de la ciudad hubieran preferido que el pintoresco poblado fuera recordado por algo menos macabro. Quizá por la historia de Hans Steininger, alcalde de Braunau am Inn, quien fuera asesinado por su propia barba.
Una barba histórica.
La característica física más distintiva de Steininger era su barba, una maraña de pelos de 2 metros de longitud que colgaba de su rostro en una sola pieza y era complementada por una punta bifurcada.
Generalmente, Steininger conservaba su vello facial cuidadosamente enrollado y almacenado en un bolsillo. Aunque seguramente le tomó años de dedicación y esfuerzo hacer crecer su barba a estos niveles, también se puede comprender lo complicado que resultaba, a veces, portar semejante monstruosidad. Después de todo, su barba era tan larga que se arrastraba por el suelo, y hubiera sido una auténtica desgracia que algún desprevenido tropezara con ella.
Desafortunadamente, esto fue precisamente lo que ocurrió con Hans Steininger una fatídica noche de otoño de 1567. El 28 de septiembre de aquel año, se suscitó un incendio en la ciudad de Braunau am Inn y, como solía ocurrir en aquella época, el fuego generó un pánico generalizado.
La tragedia de Hans Steininger.
Dado que Steininger fungía como alcalde del lugar, se encontraba en el centro de todo este alboroto. En determinado momento, mientras procuraba apaciguar la conmoción, su barba terminó escapando de su pequeño bolsillo.
Ante la emergencia de ver a la ciudad que gobernaba en llamas, no se tomó el tiempo para volver a enrollarla y simplemente la hizo a un lado. Esta simple acción sellaría su destino de forma trágica. Mientras subía por los últimos peldaños de una escalera, en medio de aquella conmoción se pisó la barba y tropezó.
Al perder el equilibrio y resbalar, terminó desplomándose por las escaleras yrompiéndose el cuello con el impacto.
El monumento y la barba en exhibición.
Tras la muerte, la ciudad erigió un monumento en honor a su alcalde caído en forma de un enorme relieve sobre roca a un lado de la iglesia de San Esteban, por lo que su legado jamás será olvidado. Sin embargo, aparentemente una estatua gigantesca de piedra no era suficiente y la ciudad decidió ir un poco más allá.
Antes de sepultarlo, la gente del pueblo recortó la majestuosa barba de Hans Steininger y la dispuso en una enorme vitrina del museo históricode la localidad, asegurándose que todos esos años de dedicación y empeño que puso el alcalde en el cuidado de su vello facial no fueran en vano. Las vellosidades fueron tratadas químicamente para evitar su degradación prematura.
Durante los últimos 450 años, esta barba ha atraído a miles de visitantes, ansiosos por apreciar la famosa barba mortal. Quienes deseen un recorrido por la ciudad tienen la oportunidad de contratar uno, a través de un servicio que ofrece un imitador certificado de Hans Steininger, un sujeto que lleva una barba del mismo tamaño que el original. Suponemos que en el recorrido no se incluyen subidas por escaleras.