sábado, 22 de enero de 2022

RELIEVE DE UN EGIPCIO JUGANDO CON UN GATO EN EL ANTIGUO EGIPTO

 


Los antiguos egipcios destacaron por tener numerosos animales de compañía y por el particular afecto que sentían por ellos. Los gatos en el Antiguo Egipto sobresalían sobre el resto de animales de compañía de la sociedad egipcia, como el perro (llamado iu), el mono (ky) o el babuino (ian). Conocidos como miu, estos felinos fueron domesticados a partir del año 2040 a.C., durante el Imperio Medio.

Al igual que en tiempos más próximos a nuestros días, los gatos se encargaban de cazar roedores, serpientes y demás animalillos que los humanos no deseaban en sus casas. Incluso llegaron a desbancar al perro como animal cazador. Los egipcios cazaban pequeños pájaros mediante una especie de boomerang, para que posteriormente su compañero felino se encargara de recoger la presa una vez abatida. También eran engalanados con cintas al cuello a modo de collares. Y no sólo se alimentaban de lo que cazaban. Los restos de gatos hallados demuestran que gozaban de una excelente salud relacionada con una buena dieta y cuidados. Literalmente, eran los reyes de la casa. 

Los gatos eran los animales preferidos de los faraones. Desde el Imperio Nuevo, que comenzó en el 1552 a.C., la imagen del gato decoraba las tumbas de los miembros de la realeza. 

Prueba de la gran importancia de estos animales para la sociedad egipcia, es que los embalsamaban y momificaban al igual que a los humanos de más alta ralea. El asesinato de uno de ellos se castigaba con la muerte. Según una crónica de Diodoro Siculo, un legionario fue linchado por matar a un gato por accidente. Tal crimen no podía ser indultado, ni siquiera por el faraón. El maltrato a estos animales también recibía duros castigos. Matar a un gato, aunque fuera por accidente, constituía un delito mayor al asesinato de un humano. Esto llegaba hasta el punto de que si se producía un incendio en la casa, el primero al que tenían que salvar era al gato.

La tradición quería que sus amos se afeitaran las cejas en señal de respeto cuando el gato desaparecía y que guardaran un duelo de setenta días durante el período de su momificación.




Nota Cortesía de la Secretaria de Estado. 



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