La Cama Celestial es una idea desarrollada por James Graham en la década de 1780. Este personaje estudió electricidad en la Universidad de Edimburgo, inaugurando el Templo de la Salud en Londres.
Además, en 1871 abrió el Templo del Himen. Entre muchas invenciones su propuesta más ambiciosa era la Cama Celestial. Esencialmente, una cama de grandes dimensiones rodeada de luces y espejos que curaba desde la infertilidad hasta la disfunción eréctil.
Graham también vendía pastillas para prevenir o curar las enfermedades de transmisión sexual. Contaba con lociones para solucionar los gases y la depresión. Lo curaba casi todo, pero tras caer en bancarrota, buscó en los baños de tierra una nueva salida a sus problemas financieros. Finalmente, Graham murió en Edimburgo en medio de un largo ayuno.
La extraña Cama Celestial de James Graham.
Unos lo referían como “empresario”, mientras otros optaban por llamarlo “fanático”. Sin embargo, todos parecen coincidir en que sus intentos por crear un Londres más saludable, fértil y feliz eran “serios”. Nació en 1745 y, aunque destacó como escritor y conferencista, hoy se le recuerda por desarrollar uno de los dispositivos de fertilidad más peculiares de la historia. La Cama Celestial no era otra cosa que un mueble de 3 metros de ancho por 3.5 de largo.
Pero el hombre la vendió como una solución vanguardista para todos aquellos matrimonios que no podían tener descendencia o enfrentaban problemas de impotencia. Tras casi tres siglos no sobreviven muchos detalles sobre la terapia realizada en la Cama Celestial, pero existen varias descripciones interesantes. La cubrían con un “domo celestial” sobre el que disponían una gran cantidad de incienso, especias y sustancias místicas.
La concepción en la Cama Celestial.
Arriba del domo se encontraban imágenes de Psique, Cupido e Himeneo, el dios griego de las ceremonias de matrimonio. En el lugar también se encontraban columnas cubiertas con vidrios de colores, espejos, pinturas eróticas, música de órgano y luces intermitentes. Supuestamente, la cama podía inclinarse en cualquier ángulo que el “médico” considerara más apropiado para la fertilización.
Además, se dice que el relleno del colchón era de materiales suaves y terapéuticos. Obviamente que no existía el Memory Foam, pero empleaban paja nueva de trigo o avena, flores de lavanda, pétalos de rosa y crines de caballos sementales. Hasta allí llegan las descripciones más confiables, pero circulaban rumores de que el aire de la habitación contenía diversas sustancias. Además de perfume, decían que James Graham inoculaba el recinto con óxido nitroso, el famoso “gas de la risa” que, además de efecto anestésico, posee propiedades disociativas.
Como puedes imaginar, la terapia era costosa. Una noche en la cama celestial requería prescindir de 50 libras esterlinas.
Inspiración para la Cama Celestial
La idea para este concepto surgió tras un viaje de James Graham a los Estados Unidos. En su estancia recopiló diversas ideas sobre alquimia, magnetismo, electricidad y curas novedosas. Al regresar a Inglaterra, se dedicó de lleno a explorar la creciente tendencia de las clínicas y curas. Evidentemente, la Cama Celestial se convirtió en la parte central de todas sus terapias. Y le iba tan bien en el negocio, que inauguró los templos antes mencionados para atender a los londinenses.
Éter Eléctrico.
A estos “oasis de la salud” acudían personas con toda clase de enfermedades y dolencias. Sentían especial fascinación por lo que Graham denominó Éter Eléctrico. Hasta donde se sabe, el término refería a la concentración de los poderes elementales de la naturaleza e influencias vivificantes. Decía que el Éter Eléctrico se acumulaba justo detrás de sus ojos, al nivel de las sienes, en forma de electricidad. Con esto aseguraba curar toda clase de enfermedades.
Por supuesto, también proporcionaba a los clientes toda clase de elixires y éteres. Por ejemplo, el aceite etéreo ayudaba con la depresión, una mente inquieta, los nervios e incluso los malestares por beber vino en mal estado. Por otro lado, indicaba sus píldoras eléctricas para los gases, artritis y la gota. Vendía un extraño líquido amarillo para prevenir enfermedades de transmisión sexual y en caso de existir contagio, recetaba sus Píldoras Británicas. Con el Bálsamo Esencial Reconstituyente prometía curar la disfunción eréctil en los hombres y la esterilidad en las damas.
El fin de James Graham.
Pese a toda la variedad de curas para múltiples enfermedades y su enorme popularidad, James Graham cayó en desgracia financiera para 1784. Pero, dos años después resurgió de las cenizas con una cura vanguardista que lo puso nuevamente en el escenario de la salud. En 1786 ya ofrecía ponencias sobre los beneficios de darse “baños de tierra”. Para no hacer el cuento más largo, afirmaba que al enterrarse hasta el cuello los poderes de la Tierra purificaban el organismo.
Generalmente, él mismo se daba un baño de tierra durante estas conferencias. Pero, paulatinamente el público perdió el interés. Finalmente, regresó a Edimburgo y murió en 1794 tras ayunar durante un buen tiempo. Curiosamente, un año antes de morir publicó un libro titulado: Un nuevo y curioso tratado sobre la naturaleza y los efectos de la tierra, agua y aire, aplicados al cuerpo humano: cómo vivir durante semanas, meses o años, sin comer nada en absoluto. Al menos murió comprobando sus teorías.
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