Vemos en los árboles aliados contra el cambio climático. Y los consideramos elementos extremadamente importantes para la vida en nuestro planeta.
Ya sea porque nos proporcionan sombra, frutos o multitud de derivados imprescindibles para la vida cotidiana. Por si fuera poco, extraen dióxido de carbono de la atmósfera almacenándolo en su madera y expulsan oxígeno. Pero, ¿te has preguntado qué sucede cuando un árbol muere?
La madera muerta.
Es un proceso tan complejo que, incluso en nuestros días, no se conoce a detalle. Bajo el término “madera muerta” se engloba tanto a los árboles muertos de pie como a los árboles, troncos y ramas caídos. Pues en nuestros días, la madera muerta representa el 8% de todo el carbono presente en la atmosfera de la Tierra. Pese a esto, resulta complicado estimar el impacto que tiene la madera en descomposición sobre el ciclo global del carbono.
Esta es la razón por la que algunos investigadores buscan eliminar esas lagunas de información en el ciclo global del carbono conduciendo diversos experimentos. Hasta ahora, sospechan que los insectos juegan un papel importantísimo, aunque invisible, en esta dinámica ambiental. Algunas estimaciones sugieren que la madera muerta libera 10.9 gigatoneladas de carbono cada año. Es una cifra escandalosa que corresponde al 115% de las emisiones anuales por combustibles fósiles y al 25% del carbono liberado de los suelos cada año.
Aproximadamente el 90% de esas emisiones se genera en la propia descomposición de la madera en los trópicos. Y se cree que un buen porcentaje es liberado por insectos en descomposición. Pero, la descomposición es un proceso natural en la renovación de los bosques y parte crucial en sus ciclos de vida.
“Hoy conocemos pocos sobre el papel que tienen los árboles muertos. Sabemos sobremanera que los árboles vivos juegan un papel importante en la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera. Pero desconocemos lo que sucede cuando esos árboles se descomponen. Y esto tiene consecuencias gigantescas”, dice David Lindenmayer, biólogo de la Universidad Nacional Australiana (ANU).
El intrigante ciclo del carbono.
Pero, no todo el carbono proveniente de la madera muerta termina en la atmósfera. Parte del material queda atrapado en el mismo suelo o en seres vivos que usan la madera como alimento o refugio. A inicios de año, un estudio reveló que los árboles muertos de pie no emiten por su cuenta tantos gases de efecto invernadero. En realidad, funcionarían como pajillas que absorben metano y carbono del suelo para liberarlo en la atmósfera.
Además del clima, los insectos, hongos y multitud de microorganismos determinan la velocidad de descomposición de la madera muerta. Animales como las termitas, se quedan con parte del carbono presente en la madera que ingieren. Sin embargo, hasta ahora se desconocía hasta que grado influyen en el proceso de descomposición. Para determinarlo, el equipo de la ANU condujo un experimento de campo en 55 bosques de cinco continentes.
Aporte de los insectos y el clima.
En resumen, encontraron que los insectos no siempre aceleran la descomposición de la madera muerta, como suponían al inicio. De hecho, el clima local determina el papel que juegan estos seres en el ciclo global del carbono. También observaron que el aumento de temperatura impulsado por el cambio climático podría acelerar la descomposición de la madera en zonas tropicales y subtropicales. Claro, siempre y cuando estas regiones presenten condiciones ideales de humedad. Mientras tanto, en las regiones secas la descomposición de la madera probablemente decrecerá pese al aumento de la temperatura.
De forma general, concluyeron que los bosques templados y boreales situados al norte aportan menos del 7% del carbono liberados por la madera muerta cada año. El grueso de ese porcentaje se ubica en los trópicos. Los investigadores encontraron que, tanto la precipitación como los insectos perforadores tienen un papel importantísimo en el reciclaje de árboles muertos.
Cortesia de Marcia Pellejos, la apestada de los blogs
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