Cuando se habla de bajas pasiones, el tema suele alcanzar los estratos más altos de la sociedad.
Una aventura amorosa en una persona común quizá no sea la gran cosa, pero cuando acontece con personas que llevan las riendas del mundo, las cosas pueden alcanzar niveles inimaginables. Hoy te presentamos algunos casos de amantes que cambiaron el rumbo de nuestra historia.
El presidente infiel.
Durante el mandato de John F. Kennedy, la persona más poderosa en los Estados Unidos no era precisamente el propio Kennedy – era J. Edgar Hoover, el director del FBI. Esto se debía a que el presidente era un mujeriego sin remedio: mantuvo aventuras amorosas con las secretarias Priscila Weir y Jill Cowan, con las celebridades Marilyn Monroe, Angie Dickinson y Blaze Starr, así como con la amante del mafioso Sam Giancana, Judith Exner.
El mandamás del FBI vigilaba cada una de las aventurillas de Kennedy y usaba las pruebas para chantajearlo y conseguir todo tipo de favores y concesiones.
El poder de los labios.
Aspasia de Mileto no solamente era la dueña de un burdel en la Grecia del siglo V a.C., la mujer había sido educada para comportarse como una excelente compañía, capaz de satisfacer a los hombres tanto en el ámbito sexual como en una simple conversación.
Y esa labia salió a relucir cuando Pericles, gobernador de Atenas, se enamoró de ella. Aspasia se convirtió en una especie de consultora en diversos aspectos políticos y militares. En esa época se decía que era la persona más poderosa de la ciudad, capaz de realizar veladas ante la presencia de grandes pensadores, como Sócrates.
El tormento de Napoleón.
Josefina realmente volvía loco a Napoleón Bonaparte. Y es que siempre que discutían (y discutían bastante), el poderoso general francés se deprimía. Y, cuando Napoleón dejaba París en una campaña militar, Josefina le pintaba los cuernos con diversos amantes llevando una costosísima vida bohemia que escandalizaba a la sociedad.
Pero si para el general era malo estar con ella, era mucho peor cuando no estaba a su lado: después de divorciarse, en el año de 1809, Napoleón tuvo una serie de fracasos militares que culminaron con su exilio a la isla de Elba en el año de 1814.
El caso Clinton-Lewinsky.
Hace alrededor de 20 años, Estados Unidos se detuvo a discutir si el sexo oral se considera, o no, sexo. Todo para demostrar que el entonces presidente Bill Clinton había, sí, tenido relaciones con la pasante Monica Lewinsky, y después mentido sobre el hecho. Las acusaciones de perjurio y obstrucción de la justicia promovieron un proceso de impeachment en 1998, pero Clinton salió bien librado por muy poco.
Sin embargo, la vergüenza continúa manchando a su familia. Fue un asunto recurrente durante la campaña presidencial de 2016, en la que su esposa, Hillary, perdió frente a Donald Trump.
Típico político corrupto.
Los escándalos sexuales son algo común en la política india, pero el caso del ex ministro Amarmani Tripathi impactó al país. Durante muchos años, el político mantuvo una tórrida aventura con la poetisa Madhumita Shukla. Todo fue miel sobre hojuelas hasta que la mujer se embarazó.
Para evitar el escándalo que pondría fin a su carrera, Tripathi intentó obligarla a que abortara. Shukla se negó y, en 2003, fue asesinada a tiros. Por el crimen, el político fue condenado a cadena perpetua. Su esposa, Madhumani, en lugar de divorciarse cuando se enteró de la infidelidad, lo ayudó a cometer el asesinato.
Cuernos de oro.
Enrique VIII transformó a Inglaterra en un país anglicano – sólo para poder casarse con el número de mujeres que él deseara. Su quinta esposa, Catalina Howard, simplemente lo volvió loco: motivado por esta mujer, Enrique mató a su cuarta consorte, Ana de Cléveris, toleró decenas de traiciones con otros hombres e incluso les daba casa, comida y ropa a tres de ellos (dicho sea de paso, la casa era el propio palacio real).
Eventualmente, esta reina de cascos ligeros fue acusada de adulterio. La cabeza de los dos amantes fue expuesta en la Torre de Londres.
Cortesia de Anne para El ojos de sapo
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