martes, 29 de diciembre de 2020

Diógenes y Alejandro Magno



Antes de partir a la conquista de Asia, Alejandro Magno se detuvo en Corinto y pidió conocer «al filósofo que vivía con los perros», o al menos eso cuenta una leyenda de larga tradición. El joven macedonio quedó asombrado con Diógenes de Sinope, pues no se parecía a ningún sabio que el joven macedonio, educado por Aristóteles, hubiera conocido o imaginado nunca: dormía en una tinaja y se rodeaba las veinticuatro horas del día por una jauría de perros. Alejandro entabló conversación con el entonces anciano y, horrorizado por las condiciones en las que vivía, le preguntó si podía hacer algo para mejorar su situación. «Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol», contestó el filósofo de malas maneras al que era ya el dueño de Grecia. No en vano, 'según la leyenda', el macedonio no solo aceptó el desplante sin enfadarse, sino que le mostró su máxima admiración: «"De no ser Alejandro, yo habría deseado ser Diógenes"» proclamó el 'gran conquistador' ante tal sabiduría y actitud del filósofo.

“Alejandro dijo:

-Si tengo una nueva oportunidad de regresar a la tierra, le pediré a Dios que no me convierta otra vez en Alejandro de nuevo, sino que me convierta en Diógenes.

Diógenes se rió y dijo:

-¿qué te impide serlo ahora? ¿Adónde vas?

Dijo Alejandro:

-Voy a la India a conquistar el mundo entero.

¿Y después qué vas a hacer? preguntó Diógenes.

Alejandro dijo:

- Después voy a descansar.

Diógenes se rió de nuevo y dijo:

-Estás loco. Yo estoy descansando ahora; no he conquistado el mundo y no veo la necesidad de hacerlo. Si al final quieres descansar y relajarte ¿por qué no lo haces ahora? Si no descansas ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en medio del camino, en medio del viaje”


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