Frances Glessner Lee descubrió que el interés auténtico por el crimen puede llevar a una encrucijada repleta de información desagradable, aunque interesante, sobre el lado macabro de la humanidad. Aunque muchos consideren injustificable una obsesión de esta naturaleza, de ninguna forma se trata de algo malo. Con un público cada vez más atento a los crímenes, en estos tiempos ya no es raro que los internautas aporten pistas clave en la resolución de casos criminales.
Los dioramas de Frances Glessner.
Algo similar sucedió con Frances Glessner, una mujer apasionada por la artesanía orientada a los detalles que convirtió su talento en un estudio macabro sobre escenas del crimen. Su peculiar pasatiempo se transformó en una profesión que cambió el panorama del crimen y la forma de estudiarlo. La historia de Frances es un testimonio sorprendente de lo mucho que puede aportar la sabiduría que sólo se obtiene con los años.
Establecida en Chicago, la heredera Frances Glessner solía matar el tiempo con una actividad que disfrutaba mucho: construir dioramas. Antes de la década de 1940, estas habitaciones en miniatura eran famosas por casi transportar a los espectadores a otros lugares. Sin embargo, Frances las aprovechó de una forma distinta.
La mujer se dedicaba a modelar escenas del crimen. Su misterioso interés por la ciencia forense la llevó a recrear en miniaturas escenas de asesinatos, sucesos violentos y algunas de las imágenes más memorables que la policía fotografió e investigó durante años. El verdadero mérito en el trabajo de Glessner consistió en tomar una actividad tradicionalmente femenina y transformarla en un recurso revolucionario para un campo dominado por los hombres, especialmente a mediados del siglo XX.
The Nutshell Studies of Unexplained Death.
La exhibición “Murder Is Her Hobby: Frances Glessner Lee and The Nutshell Studies of Unexplained Death”, concentró en la galería Renwick una colección de 19 dioramas elaborados por Frances Glessner a partir de escenas del crimen reales. Cada pieza iba acompañada de fotografías y descripciones del evento.
Durante el recorrido, a los visitantes se les permitía usar linternas y lupas para observar hasta el más mínimo detalle en los modelos de Frances. Para cualquier fanático del tema forense, la posibilidad de hacer una incursión práctica en el campo significaba una experiencia inolvidable.
Frances Glessner: de ama de casa a investigadora forense.
La propia Frances Glessner llevó una vida tan interesante que se merecía una exposición exclusiva e inmersiva en algún museo. Nacida en 1878, pasó la mitad de su vida como ama de casa y madre a tiempo completo, pero las cosas no duran para siempre.
Cuando los hijos crecieron y se fueron de casa, al poco tiempo el esposo de Frances solicitó el divorcio. Libre de la carga que implicaba ser esposa y madre al mismo tiempo, Frances encontró que tenía demasiado tiempo libre y decidió aprovecharlo en lo que más le apasionaba.
La ciencia forense siempre le resultó interesante, y vio la oportunidad ideal para sumergirse de lleno en el tema. Mientras aprendía, encontró que los forenses e investigadores no hacían demasiado énfasis en las escenas del crimen. Con todo el cuidado del mundo, empezó a estudiar escenas del crimen y a fabricar las propias inspirándose en casos de la vida real.
Escenas del crimen.
En estas “casas de muñecas” instaló miniaturas de armas asesinas, salpicaduras de sangre e incluso cadáveres. Todo incrustado en una atmósfera muy hogareña. Cada elemento en estos dioramas era un desafío para el poder de observación de los alumnos. Desde los cigarrillos reales en miniatura hasta la decoloración de los cadáveres de juguete pintados cuidadosamente.
Frances también destinó parte de su fortuna al financiamiento del Departamento de Medicina Legal en la Universidad de Harvard, que instruyó a la policía local para resolver crímenes empleando técnicas propias de la medicina. El plan de estudios utilizaba los dioramas de Frances Glessner para enseñar a los oficiales la forma correcta de examinar una escena del crimen en busca de evidencia.
Y es que detalles clave podían quedar fuera a causa de un mal trabajo en la escena. A menudo, los agentes de policía de poblaciones pequeñas carecen de la preparación necesaria para lidiar con escenas del crimen tan terribles y complicadas. Un mal procesamiento de estas escenas incrementa la probabilidad de que los criminales escapen de la justicia.
Madrina de la ciencia forense.
Frances comprendió que sus dioramas podían ser de mucha ayuda. Se propuso instruir a los investigadores sobre la forma ideal de realizar el escrutinio y evaluación en una escena del crimen mientras la preservaban. Cada detalle, por más mínimo que sea, es un desafío a las habilidades deductivas del investigador.
En 1943, la policía del estado de New Hampshire nombró a Frances Glessner capitana honoraria por sus contribuciones en la procuración de justicia. Fue la primera mujer de los Estados Unidos en ganar dicho título. Posteriormente, le asignaron el mote de “la madrina de la ciencia forense”.
Para 1945, Frances impartía en Harvard un seminario anual de una semana sobre ciencias forenses llamado “Frances Glessner-Lee Seminar in Homicide Investigation”, un taller que sigue vigente en nuestros días. Frances Glessner murió en 1962 a los 83 años de edad, pero dejó atrás 19 dioramas en la colección Nutshell Studies of Unexplained Death.
La mayoría se encuentra en la Office of the Chief Medical Examiner en Baltimore, Maryland, donde siguen empleándose con fines didácticos. Las escenas increíblemente detalladas pasaron por varias reconstrucciones antes de ser exhibidas en Renwick. Frances Glessner siempre buscó otorgar voz a las “víctimas invisibles” de la sociedad.