Durante el otoño de 1572, tras una serie de misteriosos ataques en un bosque cerca de Dole, Francia, la comunidad de campesinos recibió autorización de la policía para buscar y cazar al supuesto hombre lobo responsable de los actos. El “loup garou” fue visto en muy pocas ocasiones, pero se rumoraba que el animal había desaparecido a varios niños y atacado algunos jinetes que lograron “librarse con gran dificultad”. A los campesinos se les instruyó para “reunirse con palos, picas y arcabuces con la finalidad de perseguir y atrapar al referido hombre lobo en cualquier lugar donde pueda encontrarse, atarlo y matarlo, sin incurrir en ningún castigo o tortura”.
Gilles Garnier, el hombre lobo de Dole.
La búsqueda se extendió hasta el 8 de noviembre de ese mismo año, cuando un grupo de campesinos localizó a un “animal monstruoso” atacando a una mujer joven. Aunque lograron ahuyentar a la bestia, la desafortunada víctima murió al poco tiempo a causa de las heridas. Sin embargo, algunos campesinos lograron identificar al asesino entre las penumbras: se trataba de Gilles Garnier, un ermitaño que vivía en proximidades del bosque.
Este personaje no era nada popular en la zona, y la policía lo arrestó después que más de cincuenta testigos lo acusaran de ser el hombre lobo. Cualquier protesta en torno a su inocencia quedó rápidamente neutralizada tras una sesión de tortura que lo persuadió a confesar cada uno de sus crímenes. Fue sentenciado a muerte, y lo quemarían vivo en una hoguera para que “sus cenizas se esparcieran con el viento”. Además, le ordenaron afrontar todos los costos del proceso judicial y lo ejecutaron el 18 de enero de 1573.
Jean Grenier.
En 1603 tuvo lugar un caso similar que terminó en los tribunales, esta vez protagonizado por un chico llamado Jean Grenier que padecía de sus facultades mentales y probablemente presentaba graves deficiencias intelectuales. Tras diversos reportes de ataques a menores en la localidad de Gascuña, Francia, el joven Grenier terminó declarándose culpable de los ataques y confesando que había llegado a canibalizar a varias de las víctimas.
Además, señaló que formaba parte de un grupo de hombres lobo y que podía transformarse con una “piel de lobo” que le había obsequiado un desconocido. Los afortunados sobrevivientes corroboraron la participación de Grenier en los ataques y se le declaró culpable. En una sentencia innovadora para la época, el tribunal determinó que el joven padecía una enfermedad mental (y estaba poseído) por lo que fue condenado a reclusión perpetua en un monasterio franciscano.
Tiempo después, cuando lo visitaron en el monasterio, lo describieron como una persona de “estatura diminuta, extremadamente tímido e incapaz de mirar a la cara a las personas. Sus ojos parecían profundos y muy inquietos, la dentadura larga y prominente, sus uñas negras y en algunas partes desgastadas. Su mente parecía completamente vacía, incapaz de comprender las cosas más simples”. Jean Grenier murió con apenas 20 años de edad.
La histeria de los hombres lobo en Europa.
Tan sólo entre 1520 y 1630 aparecieron alrededor de 30 mil casos de licantropía en Europa. Y este episodio de histeria colectiva en torno a la figura del hombre lobo que azotaba a los europeos aparentemente estaba vinculado con la manía en torno a la brujería que creció en la misma época. Por aquellos tiempos no era nada raro que se acusara a supuestas brujas de convertirse en gatos o perros y acudir a reuniones los días sábado para invocar al demonio. Mientras tanto, a los hombres lobo se les acusó de transformarse con el aval de Satanás. Con excepción de Inglaterra, donde optaban por la horca, las otras naciones de Europa quemaban vivos a hombres lobo y brujas condenadas.
Aparentemente, la histeria también fue alimentada por historias aterradoras sobre ataques de lobos (que seguramente eran perros salvajes) y no cesaría hasta que la especie fue cazada y virtualmente extinta en toda Europa. El hecho de que gran parte de las confesiones se obtuvieran mediante tortura convierte a estos reportes en historias poco fiables que terminaron contribuyendo todavía más al pánico. El último caso importante de un hombre lobo sucedió en Gevaudan, Francia, tras la aparición de varias víctimas supuestamente ultimadas por un “animal parecido a un lobo” entre 1763 y 1767. Los crímenes quedaron sin resolver.
La interesante naturaleza de la licantropía clínica.
Aunque la licantropía clínica (la ilusión de que se tiene la capacidad de adquirir la forma de un animal salvaje) sigue siendo una condición psiquiátrica reconocida, resulta importante señalar que los casos reales son extremadamente raros. Mejor aún, en la literatura forense existen muy pocos casos de pacientes con licantropía clínica que llegaron a cometer actos de extrema violencia. De hecho, en la actualidad los casos de licantropía subyacen en condiciones psiquiátricas más amplias, como la esquizofrenia.
Además del clásico hombre lobo, se han reportado casos de pacientes que creen convertirse en otros animales salvajes como ranas, abejas e incluso perros. Aunque las ranas no evocan el mismo terror que un lobo, la extraña naturaleza de esta condición psicopatológica ofrece casos por demás interesantes.
Y lo mejor es que no es necesario recurrir a la hoguera para curar a los pacientes, pues los delirios licantrópicos suelen responder muy bien a los fármacos. Pese a la popularidad de los hombres lobo en los últimos tiempos, la verdad es que los casos de licantropía clínica siguen siendo muy raros. Aunque los hombres lobo se mantienen como un fenómeno cultural, aquella histeria colectiva que terminó quemando vivo al pobre Gilles Garnier se fue para nunca más volver… esperemos.