Ocasionalmente, la información que se presenta contiene datos que parecen tan plausibles que simplemente la damos por hecho, sin la correspondiente investigación de por medio. Por eso, hoy revelamos algunas de las mentiras más difundidas que terminaron corrompiendo la confiabilidad de nuestra cultura popular.
1 – La NASA desarrolló un bolígrafo especial para las misiones en el espacio.
Una especie de leyenda urbana que circula por Internet desde hace varios años dice que mientras la Agencia Espacial de los Estados Unidos derrochaba millones de dólares en diseñar un bolígrafo que funcionara en condiciones de micro gravedad, los ilustres soviéticos resolvieron la situación de forma muy simple: con un lápiz. Bueno, la verdad es que la historia no es más que un montón de intriga.
Algunos registros históricos sugieren que los cosmonautas llegaron a probar lápices con un centro de grasa (una especie de betún para calzado) en lugar de la tradicional barra de grafito que evitaban pues resultaba inflamable. Por otro lado, los gringos desarrollaron 34 prototipos de lápices espaciales, emprendimiento que requirió una inversión de aproximadamente 35 mil dólares (ajustados a la inflación actual).
En 1965, de los modelos propuestos sólo un par llegó a órbita para ponerse a prueba. Aún no sucedía la tragedia del Apollo 1, pero la prensa orquestó un auténtico escándalo cuando se supo la cifra invertida. De hecho, abrieron una investigación para aclarar el destino final del dinero. La NASA intentó justificar su metida de pata, pero todo fue en vano: el proyecto fracasó pues los lápices corrían el riesgo de romperse y debían ser sumamente cuidadosos con los residuos, toda vez que la gravedad cero los mantenía flotando en el aire.
Sería la compañía Fischer Space Pen quien daría pie a la leyenda invirtiendo la friolera de US$ 8 millones en la fabricación y patente de un bolígrafo espacial. Una tinta a base de gel permitía un flujo continuo de la misma sin derramarse o secarse. Cada lapicero costaba US$ 16, y tanto los gringos como los rusos terminaron adquiriendo estas piezas.
2 – Que el hombre viene del mono.
No es que los seres humanos hayamos evolucionado precisamente del mono. De hecho, esta confusión parece originarse en el hecho de que ambas especies tenemos un ancestro en común. La información más reciente señala que hace 6 millones de años, en alguna región de la actual África, habitó una especie de primate que se dividió en dos linajes a causa de las condiciones adversas en el entorno.
Uno de estos linajes dio origen a los chimpancés y bonobos. El otro culminó con el homo sapiens. En otras palabras, hace millones de años compartimos un ancestro, herencia que puede confirmarse en los genes pues compartimos el 90% con los chimpancés.
Evolución.
Sin embargo, antes de que el hombre alcanzara su condición actual, los homínidos que lo originaron fueron bendecidos con una serie de mejoras evolutivas que arrancaron con los australopitecos, hace unos cuatro millones de años. Aquellos especímenes ya caminaban en dos patas, se mantenían erectos y su arco dental se asemejaba más al de los humanos modernos.
La evolución siempre tiene la última palabra cuando se trata de adaptarse a asuntos ambientales, ecológicos y sociales. Por ejemplo, la forma en que cada especie suele adaptarse está influenciada por las mutaciones genéticas y en especial por el ambiente. Si vas al desierto desprovisto de la debida protección y herramientas necesarias para sobrevivir, no durarás mucho.
Bajo el sesgo anterior, el mono tendría cierta ventaja evolutiva sobre el hombre. Por otro lado, en la teoría de la evolución que propuso Charles Darwin no hay referencia alguna sobre un perfeccionamiento evolutivo que habría llevado a los monos a convertirse en hombres. Es más, el naturalista inglés tuvo mucho cuidado al ilustrar los movimientos de nuestros ancestros, haciendo mucho más fácil que comprendiéramos las causas que llevan a determinada especie a la extinción mientras otras siguen evolucionando.
3 – La Tierra y sus siete mares.
Lo más probable es que este engaño histórico se haya originado en “Las mil y una noches”, un célebre compendio medieval de cuentos populares árabes publicado hace más de mil años. En una de las tramas, un marinero de nombre Simbad transporta mercancías a lugares distantes, surcando los siete mares. Sin embargo, la Tierra tiene más que siete mares, son 61 para ser exactos.
Con el paso del tiempo, lo navegantes se acostumbraron a dividir los océanos del planeta en siete, y no en cinco como aprendimos todos en la primaria. Se trataba del Ártico, Antártico, Índico, Pacífico Sur, Pacífico Norte, Atlántico Sur y Atlántico Norte, según consta en algunas cartas náuticas.
Sin embargo, mar y océano no son lo mismo. Mientras los mares están formados por una porción de agua salada parcial o totalmente rodeada de tierra firme, los océanos comprenden áreas mucho más grandes y abiertas. La Organización Hidrográfica Internacional es la única con facultades para delimitar geográficamente los mares y océanos.
4 – El fútbol se inventó en Inglaterra.
Aunque los ingleses merezcan crédito por haber incorporado muchas de las reglas actuales al fútbol, como la medida del campo o el tiempo de juego, o por ser los primeros en fundar una asociación de clubes, lo cierto es que no fueron los inventores del deporte. De hecho, saber con precisión quién ideó el deporte es prácticamente imposible.
En Inglaterra, los registros más antiguos sobre la práctica del fútbol se remontan al siglo XVI, pero la descripción de un deporte con características similares a las del fútbol data de la Edad Antigua. Hace más de 3 mil años, los griegos practicaban el episkyros, que posteriormente pasaría por la influencia romana y sería nombrado harpastum. En aquellas épocas lo jugaban con manos y pies, y habrían sido los romanos quienes llevaron el deporte a Gran Bretaña.
Hace dos mil años, los chinos también practicaban un deporte similar llamado tsu chu, cuyo fin no era únicamente el entretenimiento: el juego formaba parte del entrenamiento militar e incluso lo practicaban los emperadores. 500 años después, los japoneses se divertían con el kemari, otra variación del popular balompié.
5 – El Amazonas es el pulmón del mundo.
Es lógico que la cuenca del Amazonas, con 7’000,000 km2, tenga capacidad para absorber cantidades colosales de dióxido de carbono y, de igual forma, liberar muchísimo oxígeno. Pero los pulmones funcionan al revés: absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Aunque, más allá de la metáfora, nadie sabe cómo terminó cobrando tanta fuerza esta historia.
Por asuntos de tamaño, el Amazonas no puede ser el pulmón del mundo. Después de todo, el oxígeno que produce el bosque es consumido por él mismo, por el proceso de metabolización de las plantas (o su propio ciclo de vida). Pero el Amazonas no está de adorno, contribuye enormemente con el planeta cuando se trata de la manutención de los ciclos hidrográficos en la zona.
Cualquier residuo biológico que sea lanzado a la atmósfera, como materiales de polinización o descomposición, contribuye a la condensación de las nubes. Por ello llueve tanto en la región. En este microclima de Sudamérica, los “ríos voladores” son flujos de aire cargados de agua en forma de vapor que se vacían sobre las cuencas hidrográficas.