La siguiente imagen pertenece a una transitada calle en París, Francia. Es la intersección donde converge Rue de la Roquette y Rue de la Croix Faubin. Cada día, miles de automóviles y transeúntes pasan por este lugar ignorando los horrores que se cometieron hace siglos en ese sitio. Justo antes del paso de cebra se encuentran cinco marcas horizontales sobre el asfalto. Las discretas irregularidades pasan desapercibidas para el observador casual. Uno podría suponer que se trata de parches de antiguos baches. Pero, esas marcas tienen mucha historia.
Mademoiselle Guillotine en Rue de la Roquette.
Las franjas señalan el sitio exacto donde alguna vez se instaló la plataforma para la Guillotina de París. Se alineaba justo frente a la puerta de acceso de la Grande Roquette, una histórica prisión parisina clausurada en 1899. En la plaza contigua se concentraba una multitud de curiosos compuesta por personas sin quehacer e individuos con sed de morbo. Llegaban de todos los rincones de Francia para presenciar las ejecuciones públicas.
Mademoiselle Guillotine era la protagonista del concurrido evento y quedaba rodeada por la multitud. A continuación, el condenado subía a la plataforma de cuatro escalones y era presentado al público. Tras una breve lectura de los crímenes que lo pusieron en ese lugar, se procedía con la ejecución. Con toda la tranquilidad del mundo, el verdugo preparaba al reo arrodillándolo frente a la guillotina.
Lo posicionaba y le descubría el cuello para asegurarse de que nada se interpusiera entre la piel del condenado y la afilada hoja metálica. Cortaba la cuerda y la pesada lámina de 28 kg se precipitaba desde los siete metros de altura. Un golpe certero y letal separaba el cuerpo de la cabeza, que por acción de la gravedad quedaba depositada en una canasta de mimbre.
La historia de horror en Rue de la Roquette.
En esa apacible intersección de París, un número indeterminado de individuos experimentaron sus últimos instantes de vida. Y los que esperaban en la fila sabían que, a medida que avanzaban, su cita con la muerte era ineludible. Mademoiselle Guillotine era el epítome de la justicia. No perdonaba a nadie y trataba a todos por igual: su hoja cortó la cabeza tanto de reyes como mendigos, algunos culpables y otros inocentes.
Eventos extraños en París.
En nuestros días, existen personas que aseguran percibir una extraña sensación mientras caminan por Rue de la Roquette. Un presentimiento que viene acompañado de escalofríos involuntarios. Como si una presencia extraña perturbara la normalidad del lugar. Los individuos que poseen mayor sensibilidad hacia el mundo oculto, aseguran que el cruce tiene un aura cargada.
Como si sobre ese punto de la Rue de la Roquette incidiera un peso inconmensurable. Ocasionalmente, las personas se desmayan mientras pasan por ese lugar. Una inexplicable y repentina pérdida de conciencia precede al impacto de una energía invisible. De hecho, existen relatos de poderosas alucinaciones que confunden los sentidos de los transeúntes.
En medio de esa confusión escuchan sonidos de alboroto, gritos y llanto. También perciben el característico olor a «humanidad» y la fragancia metálica de la sangre. Así como la sensación de cuerpos invisibles alrededor, acompañados por sombras y siluetas que solo se aprecian de reojo.
Ecos del pasado.
Para algunos, las numerosas muertes que sucedieron en este lugar dejaron una marca indeleble en el tiempo y el espacio. Como el inconfundible olor a quemado que permanece en los sitios donde se extinguió un incendio. Para quien tiene la facultad de percibir esas anomalías, los fenómenos que suceden en este lugar de París tienen sentido.
Solo imagina la cantidad de miedo, horror, tristeza, sufrimiento, culpa y pena condensada en unos cuantos metros cuadrados en el centro de una metrópolis. ¿Alguna vez te preguntaste que sucedió en el suelo que pisas? Quizás, en el lugar donde estás parado justo ahora sucedieron cosas espeluznantes. ¿Qué tipo de personas recorrieron las mismas calles que tú, qué pensaban, qué anhelaban? ¿Qué les preocupaba y a qué aspiraban?
El callejón de las manitas.
Recorrer las calles de nuestra ciudad es algo tan banal, que ni siquiera nos damos cuenta que pisamos su propia historia. Si prestas atención, quizá en tu localidad encuentres vestigios de ese pasado. Un discreto recordatorio de lo que alguna vez sucedió en ese lugar. Casi como un eco de un tiempo que jamás volverá.
Nota Cortesia de Don Ramon
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