En 1922, la actuación del Conde Orlock en la película Nosferatu resultó tan convincente que al poco tiempo de estrenarse empezaron a circular rumores. Se argumentaba que el papel protagónico no fue interpretado por un actor humano, sino por un vampiro real. Su postura, apariencia e incluso la forma en que el actor eligió interpretar al monstruo resultaba muy extraño y demasiado convincente. En todo este tiempo la leyenda persistió dando origen a múltiples leyendas y teorías a través de ensayos, libros e incluso una película titulada La sombra del vampiro (2000), dirigida por E. Elias Merhige.
Friedrich Gustav Max Schreck.
Empecemos por un dato inquietante: en alemán su nombre significaba “terror”. Esto llevó a muchos a creer que utilizaba un seudónimo para ocultar su verdadera identidad. Sería mucha coincidencia que un actor elegido para interpretar papeles tan aterradores tuviera un nombre tan sugerente. Sin embargo, no se trataba de un apodo. La producción y sus propios colegas distinguieron algo especial en aquel hombre llamado Max Schreck, el actor que interpretó a uno de los vampiros más icónicos en la historia del cine.
Era una persona extraña, taciturna, introspectiva y muy calmada. En la medida de lo posible evitaba relacionarse con los demás y solía dirigirse al director con su peculiar tono gutural. Mientras estaba en el set de filmación optaba por dejarse el maquillaje de vampiro. Dicen que no comía con sus colegas, tampoco celebraba y nunca lo vieron bebiendo agua. En general, evitaba relacionarse fuera de escena.
Friedrich Gustav Max Schreck nació el 6 de septiembre de 1879 en Friedenau, una región perteneciente a la municipalidad de Tempelhof-Schöneberg, en Berlín, Alemania, y poco se sabe de su infancia y adolescencia. Ciertos rumores dicen que lo abandonaron a las puertas de un teatro de variedades, por lo que creció huérfano. A muy temprana edad habría incursionado en el mundo de la actuación para ganarse la vida.
Primeros trabajos como actor.
También se dice que llegó a trabajar en el Grand Guignol, un mítico espectáculo cuyo principal objetivo era inducir terror a los espectadores. Se desempeñó como “asistente” del verdugo en una representación donde empleaban toda clase de objetos para torturar a las “victimas”. Por supuesto, todo era actuado.
En una época donde la posición social importaba mucho, pocos llegaron a imaginar que Schreck se convertiría en un renombrado actor. En 1902 tuvo la fortuna de interpretar un papel menor en una obra que se presentaba en el prestigiado Teatro Municipal de Berlín. Aquel joven de 22 años llamó la atención de los críticos y empezó a forjar su carrera en la dramaturgia alemana. Sin embargo, el actor se catapultó a la fama a través de un nuevo medio que empezaba a surgir en la época: el cine.
Max Schreck incursiona en el cine.
Posteriormente, Schreck empezó a trabajar con Max Reinhardt, un importante empresario en Alemania que administraba la carrera a varias estrellas en ascenso. Reinhardt solía filmar las actuaciones de sus promesas para estudiar a detalle la postura y desempeño de los actores. Esto propició que Schreck se familiarizara con las cámaras y le sembró la curiosidad por actuar frente a ellas.
En los albores del siglo XX, el cine alemán destacaba entre los más importantes del planeta. Por otro lado, el expresionismo empezaba a ganar impulso y requería de talentos muy específicos.
Debutó en el cine con la película Tambores en la noche, obra del aclamado dramaturgo Bertolt Brecht. Y en 1920 obtuvo su primer papel importante en Der Richter von Zalamea. Aquel actor alto, esbelto y de mirada expresiva resultaba ideal para el cine mudo. En muy poco tiempo alcanzó el estrellato.
Nosferatu.
Aquellas apariciones en la pantalla grande terminaron llamando la atención de F.W. Murnau, uno de los cineastas más conocidos en la época y pionero del cine expresionista alemán. Murnau realizaba una ambiciosa adaptación no oficial a la novela Drácula, de Bram Stoker. Sin embargo, el director no encontraba a un actor capaz de representar al personaje principal de la forma que él deseaba: un vampiro convincente.
Desde la perspectiva de Murnau, el vampiro no era el típico miembro de la aristocracia o un alma noble. Se trataba de un monstruo asesino, un ser aterrador que abandonó todo rastro de naturaleza humana para saciar su sed de sangre, muerte y horror.
El único inconveniente fue que la viuda de Bram Stoker no estuvo de acuerdo con el guion que presentaron los alemanes. Por eso, demandó judicialmente a Murnau y le prohibió utilizar la historia de su finado esposo. En respuesta, el director hizo cambios drásticos en la historia y transformó al protagonista Drácula en Orlock, una criatura sombría que difícilmente lograría relacionarse con otras personas sin despertar terror por su grotesca apariencia.
Tras una entrevista con Max Schreck, Murnau supo que tenía al actor que tanto había buscado para su película. Tras una breve conversación el director le propuso que interpretara a Orlock, pero el actor puso sus condiciones.
Un amante del método.
“Si voy a realizar este papel, requiero libertad para actuar de la manera que considere más apropiada”, advirtió Schreck al renombrado director. Considerando que no encontraría a alguien mejor, Murnau aceptó los términos y tuvo a su protagonista. Schreck exigió inmersión total en el papel y estableció ciertas reglas que debían seguirse al pie de la letra. Dentro y fuera de escena se referirían a él como Orlock, siempre aparecería maquillado y no tendría ningún tipo de relación con sus compañeros actores. Era un método excéntrico, por decir lo menos.
El «vampiro» se deslizaba por los rincones y recovecos en el set de grabación, buscando las sombras donde se quedaba parado por largos periodos y en total silencio. Observaba a sus compañeros con una expresión curiosa, como si analizara su comportamiento y todo fuera novedad ante sus ojos de vampiro. Cuando lo llamaban a escena, interpretaba sin una sola equivocación, pero también se daba el lujo de improvisar, incluyendo extrañas palabras que aseguraba pertenecían a su pasado.
En cierta ocasión, cuando el productor lo llamó por su nombre, el vampiro dio la vuelta y amenazó con morderlo. También llegó a atrapar un gato negro para jugar con él y amenazó con chuparle la sangre, como lo haría un vampiro. Los asistentes de la producción empezaron a inquietarse con este comportamiento, y algunos evitaban quedarse a solas con Schreck. Sin embargo, a Murnau todo esto le parecía muy interesante para la película, pues la producción entera se había cargado con un aura de auténtico miedo.
Identidad secreta.
Otra de sus condiciones fue que no se revelara su nombre real. Siempre que alguien lo cuestionaba sobre su identidad, aseguraba que era Orlock. “Me encontraron y trajeron aquí para contar mi historia”, advertía con su extraño tono de voz. El método del actor para entrar en personaje terminó afectando a los otros actores, quienes ansiaban conocer la identidad de su colega. Murnau optó por seguirle la corriente, asegurando que Orlock era un vampiro de verdad, invitado a participar en la película para contar su propia historia. Le pagaba con sangre y requería total respeto a su privacidad.
Nosferatu terminó de producirse en los míticos estudios de la UFA con un equipo reducido de profesionales. Varios actores confesaron sentirse aliviados de que las grabaciones concluyeran. Sobre todo, porque no tendrían que ver nuevamente al sujeto extraño de apariencia cadavérica.
Una vez concluida la producción de Nosferatu, una corte alemana intentó censurarla confiscando y destruyendo las copias por las acciones legales que emprendió la familia Stoker. Afortunadamente, Murnau ocultó en un cofre varias copias de la película, mientras las aguas se calmaban. A causa de esto, el estreno se retrasó algún tiempo.
La carrera de Max Schreck después de Nosferatu.
Como una forma de aumentar la mística en torno al personaje, el actor solicitó que su nombre no fuera vinculado a Nosferatu. Hubo una época donde muy pocos sabían quién era el actor oculto tras todo ese maquillaje, y muchos se preguntaban si era un truco del cine o veían el auténtico rostro de un vampiro que aceptó participar en la filmación. Obviamente, estos rumores fueron alimentados por los productores y todo el personal que trabajó en la película. El nombre sólo fue revelado tras la muerte del actor, y desde entonces quedó eternamente asociado a Nosferatu.
Max Schreck no se retiró de la actuación tras interpretar al Conde Orlock. Participó en varias producciones, incluida una de 1924 en la que volvió a colaborar con Murnau, adaptando comedias y dramas escritos por Brecht. En la década de 1930, su carrera aún sobrevivía y llegó a aparecer en películas de cine sonoro.
La muerte de Max Schreck.
Tras una interpretación magistral del Gran Inquisidor en una representación de Don Carlos, Schreck empezó a quejarse de fuertes dolores en el pecho y fue trasladado al hospital. Murió el 20 febrero de 1936 a causa de un ataque cardíaco fulminante. Lo sepultaron en una tumba no identificada en el cementerio Wilmersdorfer, en Berlín.
Los que conocieron a Max Schreck lo describían como un sujeto extraño, y sus contemporáneos llegaron a tacharlo de excéntrico. Poseía un sentido del humor tan ácido y negro, que llegaba a hacer bromas con temas sumamente delicados para incomodar a quienes lo escuchaban. Se casó con la actriz Fanny Normann, pero nunca tuvo hijos.
Pese a su extensa y exitosa carrera, Schreck siempre será recordado por su interpretación del siniestro Conde Orlock, especialmente fuera de Alemania. Se volvió un icono para el cine de terror, algo totalmente merecido. Fue él quien dio vida a uno de los primeros monstruos en el cine y el responsable por las pesadillas de muchas personas, y todo a través de expresiones y miradas, sin decir una sola palabra.
Quizá no fue un vampiro real como muchos creían, pero el legado que dejó con Nosferatu y los rumores que su papel despertó originaron una leyenda que sigue viva hasta nuestros días.