Aunque en la Rusia del siglo XVIII la muerte prematura de los sirvientes no era algo inusual, lo que sucedía en los dominios de Darya Saltykova alcanzaba un nivel mucho más macabro. Se decía que en la propiedad de esta aristócrata sucedían cosas muy extrañas. Las frías y silenciosas noches rusas eran interrumpidas por lamentos profundos y el estallido de un látigo en la residencia de la “Condesa sangrienta”.
Una asesina en la nobleza rusa.
Cierta ocasión, un sacerdote fue solicitado en este lugar para rezar por una mujer embarazada que estaba agonizando. A la pobre infeliz la golpearon, apuñalaron y le pisotearon el vientre. En otro rumor se daba cuenta de un habitante que, al pasar por la propiedad de Saltykova, espió por una de las ventanas y descubrió el cuerpo de una mujer totalmente desollada con el cabello arrancado a jalones.
Al igual que la infame condesa húngara Elizabeth Bathory o la despiadada Delphine LaLaurie, Darya Saltykova formó parte del exclusivo y temible grupo de asesinos seriales de clase alta. A diferencia de un asesino en serie común, estos personajes han empleado su poder y posición social para matar a los más desfavorecidos, muchas veces en total impunidad. Se estima que el total de víctimas de la “Condesa de sangre de Rusia” fácilmente llega a 138. Sin embargo, al final fue acusada por torturar y asesinar a 38 de sus siervos.
Devota religiosa.
Antes de saciar su inmensa sed de sangre y sufrimiento, Saltykova era todo lo opuesto a una asesina. Nació en el año 1730 y desde muy pequeña mostró gran devoción por temas religiosos, como muchas otras aristócratas de la época. Contrajo matrimonio con un capitán de la guardia imperial de nombre Gleb Saltykov, un hombre cuyas conexiones con personas poderosas le generaron mucho dinero, tierras y poder.
Se cree que Darya enviudó en 1755, con apenas 25 años de edad, tomando posesión de enormes extensiones de tierra, una posición política envidiable y más de 500 siervos. La herencia del esposo se convertiría en su peor pesadilla. Claro que Darya Saltykova no solía bañarse con la sangre de sus víctimas ni mantener una habitación llena de esclavos mutilados, pero la brutalidad de sus acciones la colocan en la categoría de las condesas infernales.
Asesina de clase alta.
Curiosamente, la Condesa Saltykova tenía un modus operandi similar al de Elizabeth Bathory: atacar casi exclusivamente a niñas y adolescentes. Obviamente, todas estas víctimas pertenecían a la clase de los siervos, donde entraban los esclavos y sirvientes contratados. En esencia, estas niñas estaban para servir a sus señores y a merced de toda clase de abusos. De hecho, en la Rusia de aquella época la oportunidad de llevar a un aristócrata a juicio era muy distante.
De esta forma, los plebeyos estaban desamparados ante la enferma sed de sangre de algunos nobles, como Saltykova. Esta impunidad permitió que la mujer perfeccionara sus métodos de castigo y tortura a niveles infrahumanos. Además de arrojar agua hirviendo, solía esconder troncos de madera en los cajones para golpear a las niñas, empujarlas por las escaleras o prenderles fuego vivas. Se cree que también las ataba y dejaba a la intemperie sin una sola ropa para que murieran de hipotermia.
Darya Saltykova justificó su violento comportamiento como consecuencia del descuido que tenían las víctimas por mantener su propiedad bien cuidada. Sin embargo, muchos creen que la juventud y belleza de estas pequeñas producían envidia a Saltykova, especialmente por la infeliz vida personal que llevaba. Independientemente de los motivos, era innegable que la mujer manifestaba sus frustraciones personales y románticas a través de la violencia.
Motivos personales.
Esto se constató en 1762 cuando su amante, Nicholay Tyutchev, la abandonó para casarse con otra mujer. En un arranque de rabia y celos, la despechada asesina ordenó a los sirvientes atacar al hombre y su nueva esposa. Sin embargo, los siervos advirtieron a la pareja la venganza que planeaba Saltykova y lograron escapar sanos y salvos. Cuando la Condesa supo que la habían traicionado, muchas niñas a su servicio terminaron pagando con su vida.
Poco a poco y sobre todo después del ascenso de Catalina II al trono de Rusia, los siervos conquistaron algunos derechos. La emperatriz prohibió la crueldad indebida hacia la clase de los siervos, de forma que la servidumbre de los nobles ahora tenía posibilidades de quejarse y reclamar el abuso de sus señores.
La condena de Darya Saltykova.
Aunque fue una medida benéfica, es un país donde las clases sociales estaban estrictamente divididas, intervenir para hacer justicia a los siervos resultó mucho más difícil de los que se pensaba. En total, 21 reclamos oficiales de siervos contra Darya Saltykova fueron ignorados por las autoridades. Finalmente, con el reclamo número 22, el sangriento reinado de la condesa empezaba a derrumbarse.
En ese momento Catalina la Grande estaba en una encrucijada política. Por un lado, quería demostrar a la población que tenía interés en los siervos, y por otro debía garantizar a la clase dominante que el gobierno no intervendría en sus negocios. En una investigación que se extendió por dos años, varias personas proporcionaron testimonios donde acusaban directamente a la condesa. Mientras tanto, Saltykova estaba recluida en un monasterio de Moscú.
Al final, cientos de plebeyos testificaron contra Darya Saltykova, quien fue acusada de golpear a 138 de sus siervos. También la culparon por la muerte de 38 personas y la condenaron a una vida de reclusión y aislamiento, con permiso para salir de su celda únicamente para los cultos semanales de la iglesia. Se salvó de ser ejecutada gracias que Rusia prohibió la pena capital en 1754. Murió de causas naturales en 1801, a los 71 años de edad.