miércoles, 8 de diciembre de 2021

CAONABO, EL PRIMER LIBERTADOR AMERICANO

 


Caonabo ("Señor de la Casa de Oro")  era uno de los caciques de nuestra isla, a la llegada de Cristóbal Colón. Concretamente, dirigía el cacicazgo taíno de Maguan

 Su fecha de nacimiento se ignora completamente. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que murió en 1496 mientras era trasladado prisionero a España

 Según Hernando Colón, Caonabo era oriundo de la tribu de los caribes de Barlovento, algo que contribuyó a que fuera temido  por los otros caciques de la isla. En efecto, se dice que Caonabo era muy conocido por sus habilidades de combate y por su ferocidad.

Caonabo estaba casado con Anacaona, que era hermana  Bohechío, cacique de Jaragua... Algunos estudiosos afirman que la sede del cacicazgo de Caonabo estaba en el lugar denominado Corral de los Indios, que está en el municipio de Juan de Herrera, en la provincia San Juan. 

El cacicazgo de Maguana abarcaba, aproximadamente, las actúale provincias San Juan, Elías Piña,  Azua, San José de Ocoa, Peravia y San Cristóbal, además de las zonas montañosas de las provincias de Santiago, La Vega y Monseñor Nouel

 Una leyenda de origen colonial dice que Caonabo recibió la visita de algunos de los hombres que Colón había dejado en el fuerte La Navidad y que, incitado por Anacaona, su mujer, mató a varios de ellos, incluyendo a Rodrigo de Escobedo y Pedro Gutiérrez. Poco después, Caonabo penetró con un grupo de bravos guerreros al cacicazgo de Marién y mató a los hombres que quedaban en la fortaleza La Navidad e incendió las instalaciones españolas

 Cuenta la historia que cuando Colón regresó de España a finales de noviembre de 1493, no encontró supervivientes de los 39 hombres que había dejado en La Navidad y halló el fuerte completamente destruido. Inmediatamente, supo por el cacique Guacanagarix que el culpable había sido Caonabo

Tiempos después, cuando levantaron el Fuerte de Santo Tomás, el capitán Alonso de Ojeda fue nombrado Comandante del mismo. Caonabo se enteró de que los soldados blancos habían dejado en la fortaleza una guarnición muy escasa,  y en marzo de 1495 decidió repetir la hazaña que había acometido en el fuerte La Navidad.

 Una noche, al frente de varios miles de guerreros, Caonabo avanzó forzadamente hacia el fortín. Pensaba tomarlo por sorpresa, a su estilo, pero los escasos 50 hombres de Ojeda obedecieron a una rígida disciplina militar, y el primer ataque indio quedó frenado por los fuegos de algunos arcabuces y un falconete. El ruido y las llamas hacían más daño que los propios proyectiles. 

Los muertos no fueron muchos, pero los indios huyeron despavoridos y en masa. Caonabo, viendo esto, determinó sitiar la fortaleza, y este asedio duró todo un mes, durante el cual los españoles realizaron diversas salidas en busca de alimentos, aunque para ello tenían que luchar a muerte para salvaguardar sus propias vidas. Se dice que los combates eran casi continuos hasta que todos los extranjeros fueron eliminados, el fuerte fue reducido a escombros y Caonabo regresó a Maguana con sus tropas… Colón sabía que mientras viviera Caonabó su dominio de la isla sería insuficiente, porque los españoles no dejarían de temerle y los indios no se sentirían desamparados en tanto supieran que él podía aparecer un día para acabar con los invasores, como lo hizo la primera vez.

 Estudiando a sus capitanes decidió poner su apresamiento en manos de Alonso de Ojeda, que recién había llegado a La Española.  Ojeda comprendió que los indígenas tenían un lado flaco: eran hombres tan respetuosos de sus promesas y tan rectos al proceder, que se presentaban como enemigos al que consideraban su enemigo y que no podían admitir que quien se introducía como amigo fuera otra cosa. Ojeda fue capaz de engañar a Caonabo: con una sonrisa en la boca, lo invitó a subir a su caballo. Caonabó subió, pero cuando hubo montado, le colocó unas esposas diciéndole que era una ofrenda de los reyes de Castilla. El cacique pronto comprobó que se había transformado en un prisionero de guerra

 “Durante el regreso a La Isabela, los españoles, conduciendo al cacique, tuvieron que esquivar a las indómitas tribus de los poblados por los que pasaban y, cuando se terciaba, cruzaban al galope, lanza en ristre, blandiendo la espada. En las enormes selvas, tenían que abrirse camino por entre las zonas pantanosas, evitando las traicioneras arenas movedizas, y evitando las espantosas hordas de mosquitos casi invisibles que se cebaban contra la milicia”, dice un autor… “Finalmente, sucios, sudorosos, y hasta algunos febriles, arribaron los hijos de Iberia a las calles de la primera ciudad hispánica de la América. Cristóbal Colón, poco dado a alabar los éxitos de sus subordinados, lanzó exclamaciones de asombro sin ningún disimulo cuando se enteró de las proezas de Alonso de Ojeda. Se regocijaba de tener tan de cerca de un caudillo tan astuto y feroz”, agrega

En La Isabela, el cautiverio de Caonabo fue con grilletes en una sala de la casa de Colón

Con el paso de los meses, Colón determinó que no podía condenarlo a muerte, siendo uno de los cinco caciques principales de la isla, y resolvió llevarlo a España para que se presentara ante los Reyes Católicos

Fray Bartolomé de las Casas explica que se mandó a Caonabo en una flota que partió del puerto de La Isabela en 1496, produciéndose entonces un huracán en el mismo puerto que hundió el barco donde viajaba, provocando que el cacique  muriese ahogado. Sin embargo, Hernando Colón afirma que la muerte de Caonabo se debió a su carácter indómito, lo que le llevó a morir de tristeza en su cautiverio en el propio barco. De todos modos, así terminó la existencia física del más temido de los caciques de nuestra isla a la llegada de los españoles en 1492.




Cortesía del Gato P2P





No hay comentarios:

Publicar un comentario