La comprensión que poseemos sobre civilizaciones antiguas no sería la misma sin los hallazgos de la arqueología. El entendimiento del pasado para la humanidad depende mucho de los estudios científicos publicados regularmente. Siempre que exista un vacío histórico, tendremos investigadores buscando incansablemente respuestas a estos misterios.
El hallazgo de una máscara dorada en Perú.
Hace tres décadas, en el actual Perú, se descubrió la tumba de un personaje al que sepultaron con una riqueza considerable. Curiosamente, su cuerpo estaba boca abajo y la cabeza a un costado. En lugar de cráneo, sobre el cuerpo de este hombre localizaron una máscara metálica decorada con llamativas piedras. Y tanto la osamenta como la misteriosa máscara presentaban manchas de un pigmento rojo.
En aquella época, el análisis de la sustancia concluyó que el pigmento se obtuvo de un mineral llamado cinabrio. Elisabete Pires, una química de la Universidad de Oxford, se interesó en el tema y decidió averiguar como se mantenía adherida la tinta. Es entonces cuando se supo que el pigmento rojo también contenía sangre humana.
El pueblo Lambayeque, o Sicán, habitó la costa norte del actual territorio peruano entre los siglos VIII y XIV, antes que el imperio inca. La cultura destacó por sus avanzados conocimientos en la manipulación de metales, llegando a confeccionar múltiples piezas de oro. La milenaria máscara que aparece en esta publicación se localizó en un pozo del templo Huaca Loro. Y el personaje que la portaba tenía entre 40 y 50 años de edad al momento de la muerte.
Múltiples piezas conocidas localizadas en esta zona fueron saqueadas o manipuladas. Por eso, está tumba excavada en la década de 1990 es una oportunidad inigualable para analizar la cultura Sicán.
El análisis de la máscara.
Empleando espectrometría de masas, Pires y compañía dieron con varias proteínas. Por ejemplo, localizaron albúmina proveniente de la clara de huevo. Es muy probable que los Sicán mezclaran huevos de ave con cinabrio para lograr que el pigmento se adhiriera a múltiples superficies, como huesos y metales. “Curiosamente, de las proteínas restantes seis se encuentran en la sangre humana”, advirtieron los investigadores.
El equipo especuló sobre una posible representación de la “fuerza vital”, que los Sicán lograban integrando sangre humana a la mezcla. “Esto, además de la posición invertida del esqueleto junto a dos jóvenes adultas, en posturas de parto y partera, sugiere que el pueblo anhelaba el renacimiento del fallecido líder”, explica Pires. En efecto, las mujeres que acompañaban a este hombre en su morada eterna fueron sacrificadas para dicho fin.
Según algunos relatos coloniales escritos en la región, el pigmento rojo de la máscara emulaba los patrones de pintura facial que usaban los líderes del pueblo Sicán. Sin embargo, como la muestra para el análisis es imitada, los investigadores no corroboraron que la sangre solo estuviera presente en la tinta. Por lo que cabe la posibilidad de una contaminación accidental.
“Un estudio osteológico reciente a víctimas humanas de sacrificio de los Sicán reveló que a muchos los degollaron y cortaron en la parte superior del pecho. Esto como una forma sistemática de maximizar el sangrado”, concluye los investigadores.
Cortesia de Palurdotl y su tribu
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