domingo, 14 de noviembre de 2021

Las soldaderas


El sonido del clarín les anuncia que llegó el día y junto con él, la hora de salir del cuartel. Lupe se despide de su Juan con un beso apresurado, tiene que darse prisa para juntar sus tiliches y salir corriendo antes de que se haga la "bola" en la puerta, a lo lejos se escucha el barullo de las demás mujeres y niños como si fuera una gran colmena llena de abejas. 

Una vez afuera Lupe llena sus pulmones con el aire fresco de la mañana, ¡huele tan rico la tierra!, no como allá adentro que huele a mariguana, a sudor y muchas veces a sangre. Busca un terreno baldío en donde ir a hacer del cuerpo, camina cargando la canasta que contiene todas sus pertenencias terrenales: sus trastes y su ropa. Una vez desahogado el cuerpo, dirige sus pasos a los lavaderos comunales, le urge sentir el agua fresca limpiando su rostro. Poco a poco empiezan a llegar las demás mujeres de los soldados van a lavar también.  Lupe platica con ellas mientras lavan la ropa o los trastes, platican de su pueblo, de su familia que dejaron atrás por venir siguiendo a su hombre cuando lo levantó la "leva". 

Después de lavar Lupe va a buscar maíz, frijoles, quelites, verdolagas, lo que sea, lleva unos cuantos centavos para pagar, el sueldo semanal de su Juan. Claro que si puede, va a "tomar prestado" el mandado, el caso es llevar comida a la boca. 

Cuando empieza la tarde a pardear Lupe camina de nuevo al cuartel, ahí espera afuera en la calle a que les permitan entrar para pasar la noche, en la banqueta o en la calle se ven decenas de mujeres con sus chiquillos sentadas platicando, cociendo, peleando, todas a la espera de poder entrar, hace frío y no tienen más a donde ir. 

Cuando se abren las puertas, la alegría y el griterío empiezan, los niños se separan de sus madres para entrar corriendo, un niño se encontró en su camino a un cachorro y no lo quiere soltar, promete que lo va a cuidar y darle de comer, ¡con lo escasa que está la comida! 

Ya dentro Lupe prende el anafre y se pone a hacer las tortillas calientitas, el cuartel se llena del delicioso aroma de la masa, del frijol y de la salsa. Las mujeres rien mientras cocinan y les platican a los soldados lo que han escuchado en el poblado.  

Inés, la esposa de otro soldado consiguió pulque y le invitó a Juan y a Lupe un vaso de curado mientras platican. 

- Dicen que ya nos van a mandar ora si, a pelear contra los revolucionarios.

- ¡Pero si son nuestra gente! ¡Nuestra familia, nuestros compadres! ¡Si son gente de campo como nosotros! 

- Mejor será no tirar a matar no vaiga siendo que matemos a nuestros hermanos.

- Chitón, no te vaigan a escuchar y nos vaigan a castigar, ya sabes como son.

- Ya vamos a dormir mejor, gracias por el pulquito, hacía harto tiempo que no tomaba.

El barullo que hacen los niños, su risa y el llanto se apagan lentamente como la luz de la tarde. En la obscuridad de la noche las sombras del amor se dejan ver, se escuchan, se antojan para el que aún no tiene mujer y que intenta dormir.

Mañana van a pelear, muchos vendrán heridos y las mujeres se convertirán en sus enfermeras, otras irán de espías a los pueblos, una mujer cuidará a todos los niños como si fueran sus propios hijos, mientras las madres van a saquear las poblaciones para procurar alimentos para sus hombres, aunque otras mujeres no regresarán, morirán. 

Así las soldaderas en silencio y en el anonimato, hicieron historia, sostuvieron la vida de sus hombres, de sus hijos, cumplieron con su país.



Cortesía de Doña Natu




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