El mundo estaba en guerra, era el año de 1945 y en México había escasez de café, llantas y medias, hasta ahí los efectos de la guerra. El tlacuache salió de "La antigua Roma" y se dirigió al callejón de "la amargura" llevaba bajo el brazo una bolsa con bolillos para compartir con la palomilla que se reunía en la plaza Garibaldi, para "darse el bajón", comer algo después de beber tanto, el tlacuache era diablero del barrio de "la Merced", y sabía que a esas horas de la tarde, cuando ya no había botana en las pulquerías, un bolillo con salsa hacia más leve la jornada, ya en el callejón se encontró con su comadre, "la guajolota" que consiguió además de la salsa que le regaló "el güero" de los tacos, unos tamales fritos bien crujientes que compró en la esquina, la palomilla era bien compartida, eso "la guajolota" lo sabía mejor que nadie, y ahí es el momento preciso, ¿cómo definir cuando la inspiración llega? el tlacuache abrió con sus propias manos un bolillo, empujó el migajón con sus dedos para hacerle un huequito a un tamal de "la guajolota", y sin saberlo ¿quién va a saber tanto? nació un nuevo platillo, combinación de dos alimentos, la torta de tamal. Cuando la vendedora de tamales fritos le preguntó al tlacuache ¿qué comes? el simplemente respondió; una guajolota, mirando de reojo a la comadre. Es fácil imaginarse el resto de la historia, los días siguientes las "tamaleras" ya tenían a la venta "las guajolotas", en la plaza Garibaldi.
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