¿Crees plausible que existan temibles cerdos de las alcantarillas en Londres? Esta metrópolis no siempre fue tan moderna y ordenada como la conocemos. Entre los siglos XVII y XIX, bajo las ajetreadas calles de la capital inglesa se desarrolló un mundo extraño y prohibido. Arriba, los londinenses se desplazaban sobre este submundo ignorando por completo sus complejas dimensiones.
Aquel hedor atroz y oscuridad absoluta funcionaron como excelente caldo de cultivo para toda clase de leyendas urbanas, mitos e historias salvajes. Uno de los rumores más temidos daba cuenta de la existencia de cerdos gigantes, una especie feroz y sanguinaria. Los cerdos de las alcantarillas en Londres alimentaron toda clase de historias y robaron el sueño a muchos londinenses.
Los toshers.
Los primeros en difundir estos rumores fueron los “toshers”, exploradores de las alcantarillas cuyo mote se deriva de “tosh”, término que refiere a los objetos de valor recolectados de esta forma. Se trataba de personas desesperadas, hombres y mujeres, que rastreaban aquellos caminos oscuros entre los desechos de la civilización para rescatar cualquier cosa valiosa perdida por el mundo de arriba.
Piezas de cobre, plata, oro, antigüedades, monedas, joyas y prácticamente cualquier otro artículo drenado por las alcantarillas y pozos de la ciudad en la superficie. Subsistían gracias a este peligroso oficio, apilando la chatarra en ferias ambulantes donde acudían los potenciales compradores del tosh. En una ciudad tan antigua como Londres, marcada por grandes transformaciones, resultaba sorprendente lo que los toshers recolectaban en las alcantarillas: desde piezas de plata hasta artefactos romanos, pasando por monedas extranjeras y joyas sajonas.
Oficio ilegal.
Era un trabajo extremadamente peligroso. Además, los toshers pasaban meses sin encontrar algo de valor, apenas sobreviviendo de la chatarra y los restos de metal. Ocasionalmente tenían un golpe de suerte y encontraban algo de valor, cuya venta les permitía alimentar a la familia durante un buen tiempo. A medida que la población aumentaba, los toshers también lo hacían.
En 1840, debido al riesgo que implicaba esta ocupación, el gobierno decretó que la práctica era ilegal. Sin embargo, la prohibición sólo provocó que los artefactos rescatados por los toshers fueran aún más deseados. En Trabajadores de Londres, un libro del periodista Henry Mayhew publicado a mediados del siglo XIX donde se detalla la miseria y degradación prevalecientes en el Londres de la época victoriana, hay un párrafo dedicado a estos exploradores de las alcantarillas.
Son conocidos y vistos por todo el curso del Támesis, especialmente en los oscuros márgenes del Surrey. Visten largas túnicas de lona reforzada ensebada, con largos bolsillos cosidos que se extienden por toda la prenda. Manos y pies están protegidos por correas de cuero, guantes y botas gruesas, mientras sus rostros están forrados de tela y las cabezas por sombreros o cascos improvisados de metal y cuero.Por encima de todo el conjunto visten un delantal inmundo de cuero crudo y portan linternas parecidas a las de policías. Estas pueden fijarse en cinturones o a la parte superior de los cascos para iluminar el camino, dejando sus manos libres para explorar. Se desplazan jadeando bajo el peso de todo el atuendo, buscando algún artículo valioso entre las aguas negras repletas de desechos. Se les distingue por portar un bolso enorme sobre la espalda donde guardan lo que recolectan y por llevar un largo tubo de metal que sirve tanto para explorar el camino como para golpear a las ratas que encuentran.
Peligros en las alcantarillas de Londres.
Los peligros en las alcantarillas eran inmensos y los toshers convivían con la muerte todos los días. Podían morir aplastados por un derrumbe, envenenados por gases tóxicos, chamuscados por explosiones de metano o ahogados en agujeros ocultos por el agua. Otra posibilidad más desesperante era perderse en estos laberintos y jamás encontrar la salida.
Ocasionalmente, los toshers se adentraban en las profundidades de los túneles y llegaban a zonas infestadas por temibles ratas de alcantarilla dispuestas a pelear por su territorio. En ese momento, debían apalear a los animales para escapar de las garras y dientes afilados de los roedores. Allí abajo, las ratas no tenían depredadores naturales y su mordida fácilmente atravesaba la lona reforzada de los trajes.
Enfermedades de los toshers.
Aunque lo más temible eran las numerosas enfermedades que acechaban en el agua podrida y los desechos de la civilización. Uno de los principales requisitos para dedicarse a esta actividad era tener estómago fuerte para soportar el ambiente nauseabundo y una resistencia sobrehumana a las enfermedades que allí proliferaban. Por eso, no resultaba extraño observar a los toshers portar las marcas de su horrendo trabajo.
Muchos de estos exploradores de las alcantarillas presentaban marcas en el rostro, piel con escamas, llagas en manos y pies que jamás sanaban, dificultad para respirar y toda clase de alergias. Todos esos años en las cloacas de la humanidad los hacían particularmente resistentes, pero tarde o temprano pagaban un precio. El hedor terminaba anulando su paladar y olfato, todo ese tiempo en la oscuridad les producía fotosensibilidad, estaban rodeados de un hedor indescriptible y, para las personas civilizadas, eran algo menos que humanos.
Demoníacos cerdos en las alcantarillas de Londres.
Si alguien estaba dispuesto a escuchar, relataban toda clase de historias fantásticas sobre sus viajes por aquellos túneles. Una de estas oscuras leyendas refería un horror que habitaba en las profundidades, vigilando su insalubre territorio entre corredores insondables. Se trataba de monstruos enormes, animales salvajes acostumbrados a vivir en la oscuridad y alimentarse de la basura transportada por el flujo de agua.
Los rumores apuntaban a que se concentraban bajo la ciudad de Hampstead, y el tosher que se aventuraba en estos túneles corría el riesgo de cruzarse con los cerdos de las alcantarillas.
La mayoría puede suponer que un animal de esta clase no representa una seria amenaza. Sin embargo, los cerdos salvajes poseen una fuerza y voracidad tremenda que los convierte en una máquina de matar y comer. Los cerdos son famosos por alimentarse prácticamente de todo, y cuando la situación se vuelve adversa se adaptan fácilmente. Un cerdo perdido en una alcantarilla pasaría a disputar su territorio con las ratas, alimentándose de ellas y volviéndose, por instinto, un animal carnívoro. Y de allí a convertirse en un depredador, sólo hay un paso.
Animales peligrosos.
Según los toshers, el mayor peligro del mundo subterráneo eran los cerdos de alcantarilla. Instantes antes de embestir ferozmente a los intrusos, los ojos de estos animales brillaban en la penumbra. Si una persona era derribada por estos cerdos demoníacos, era mordida y golpeada. Los toshers siempre estaban al tanto de su enemigo natural y algunos portaban cuchillos, machetes y lanzas para enfrentarlos. Dado el tenaz comportamiento de estas fieras, un encuentro con los cerdos de las alcantarillas nunca resultaba en nada bueno.
¿Y cómo llegaron los cerdos a este lugar? La suposición más frecuente era que ingresaron a un túnel buscando alimento y terminaron perdidos. En el siglo XIX, los cerdos todavía caminaban libremente por las calles de los distritos más pobres alimentándose de los desechos que escurrían por las canaletas.
En las inmediaciones de Londres existían granjas, desde donde los cerdos pudieron partir siguiendo el curso del Támesis hasta llegar a una fosa y posteriormente un canal de desagüe.
Los relatos de cerdos en las cloacas de Londres.
Aunque la cantidad de cerdos perdidos en los túneles fuera mínima, es lógico que terminaron reproduciéndose y procreando especímenes que se adaptaron naturalmente a este ambiente. Es probable que la mezcla de estas nuevas generaciones provocara defectos genéticos y toda clase de deformidades. Esto último podría explicar las extrañas descripciones de cerdos albinos, blancos como la leche y con ojos rojos que jamás vieron la luz del día. Además de animales terriblemente deformes.
Henry Mayhew recopiló algunos relatos directamente de los toshers.
Algunos (toshers) creen que estos animales surgieron por accidente, terminaron bajando a las alcantarillas buscando comida y se perdieron. Los rumores mencionan la existencia de una inmensa cerda embarazada que tuvo la camada en las alcantarillas, y estos se esparcieron por los túneles alimentándose del abundante desperdicio. Allí, se multiplicaron y volvieron feroces.
Mayhew también señala que, según el testimonio de los toshers, la cantidad de cerdos de las alcantarillas en Londres superaba las dos docenas. Sin embargo, es posible que en las profundidades de los túneles existieran más ejemplares. Cuando los periódicos empezaron a recopilar estos testimonios, la leyenda se popularizó entre los londinenses de la época.
Cerdos subterráneos en Hampstead.
El hecho de que enormes y feroces cerdos vagaran por los subterráneos de la ciudad parecía sacado directamente de una historia de terror, y esto mantuvo el interés del público. El 10 de octubre de 1859, el periódico sensacionalista Daily Telegraph publicó una historia fantasiosa sobre los cerdos de las alcantarillas.
Londres es una amalgama de mundos dentro de otros mundos, y los sucesos cotidianos nos convencen de que existen los fenómenos más diversos en la ciudad, muchos de los cuales resultan totalmente desconocidos. Existe mucha exageración y superstición, pero también un profundo desconocimiento de lo que vaga bajo nuestros pies.Algunos aseguran que los túneles subterráneos responsables por desechar los restos de la civilización están infestados de bestias. En las alcantarillas de Hampstead, cerdos gigantescos prosperan en este ambiente con terribles gruñidos bajo el Highgate.
Veracidad de la historia.
Las historias sobre los cerdos de las alcantarillas en Hampstead surgían y desaparecían constantemente, convirtiéndose en una leyenda urbana similar a la de los caimanes en las alcantarillas de Nueva York. En 1858, año en que Londres inició una profunda reforma en el diseño estructural de su sistema de alcantarillas, las historias empezaron a desvanecerse.
Es importante aclarar que, aunque se encuentran diversas historias sobre cerdos de las alcantarillas en Londres, jamás se atrapó a uno de estos animales. Por eso, es probable que los cerdos de las alcantarillas no pasaran de un titular sensacionalista explotado por los periódicos de la época para lucrar con el morbo de la sociedad londinense. Mayhew terminó el capítulo sobre este fenómeno concluyendo que se trató de una historia apócrifa relatada por los toshers, quienes solían exagerar las cosas.
Probablemente los cerdos ingresaron a las alcantarillas abiertas y habitaron partes de los subterráneos. También resulta plausible que algunos especímenes se volvieran salvajes y resultaran peligrosos para los humanos. Pero es poco probable que se multiplicarán por docenas. Y no había forma de comprobarlo, pues los toshers eran los únicos testigos de estas historias fantásticas.
Independientemente de la veracidad, la historia de los cerdos en las alcantarillas de Londres es fascinantemente macabra. Un relato casi extinto de una época siniestra y particularmente difícil.