Las relaciones amorosas suelen comenzar con una mirada, un ligero coqueteo, mucha pompa y los involucrados intentando mostrar siempre su lado más sensual y atractivo. Así funciona nuestra particular danza de la seducción, un ritual donde la palabra “flatulencia” no tiene ninguna clase de injerencia.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y adquirimos confianza, terminamos aceptando que esa persona a la que tanto amamos también hace pipí, popo y suelta gases. Negarlo o intentar disfrazarlo durante algún tiempo no funciona: en determinado momento, aquella flatulencia que tenía la intención de ser silenciosa termina produciendo un estruendo (o una peste) y denunciando la actividad intestinal.
Aunque este comportamiento en la pareja sea una especie de tabú para muchas personas – en Sex and the City dedicaron un episodio entero a debatir el tema – una investigación divulgada por el periódico The Independent nos revela el lado amable de que todos nos peemos como consecuencia de ser humanos.
La flatulencia es una señal de intimidad.
En una encuesta realizada a 125 individuos, se encontró que a la mayoría le tomaba entre 2 y 6 meses adquirir la confianza para soltar una flatulencia frente al ser amado – el 50% de estos participantes admite que se tiraron un gas frente a sus parejas sin ningún tipo de advertencia, y una quinta parte admitió haber soltado gases en cuestión de semanas tras iniciada la relación. Sin embargo, también tenemos intestinos más reservados, que esperan más de un año para involucrarse en este tipo de actividades pestilentes conyugales.
Si estás en shock y llevas más de un año en una relación amorosa sin nunca haber soltado una ventosidad por el escape trasero frente a tu amor, debes saber que no estás solo pues el 7% de los encuestados confesó que sólo se peen en el baño, posiblemente mientras hacen sonar un pandero, para disfrazar el sonido. Serían la vergüenza de personajes como Joseph Pujol.
Y hay caballeros intachables.
De los entrevistados, una tercera parte dijo que era normal soltar aquella pequeña flatulencia frente al ser querido cuando uno empieza a dormir en la misma cama con más frecuencia. Respecto al género, hay una enorme diferencia: 73% de las personas que mencionaron esperar a que el otro suelte el primer pedo de la relación para echar abajo las limitaciones intestinales son mujeres.
En términos generales, esta investigación concluye que la desvergüenza intestinal es señal de una relación cómoda y saludable. Afrontar nuestras respuestas fisiológicas como algo natural es, en algunos casos, gracioso, y lo mejor es lo que puede lograr: dejar todo más ligero, más saludable, más íntimo y tal vez un poco más fétido, aunque afortunadamente es una incomodidad pasajera.