La Colección de Tortura del Castillo Núremberg fue una de las más grandes en su tipo, con alrededor de 1,300 artefactos que daban testimonio del brutal pasado de Europa. La abolición de la tortura en Alemania llegó a principios del siglo XVII cuando se empezó a tener conciencia de que los acusados confesaban crímenes que no habían cometido con el único objetivo de poner fin a su sufrimiento.
Pero durante los últimos tres siglos, la tortura a lo largo y ancho de Europa fue elevada a una especie de práctica artística. Se desarrollaron incontables métodos y artilugios para infringir la mayor cantidad de dolor posible mientras se obtenían confesiones y se repartía el castigo.
Crímenes menores como el perjurio, tener un hijo fuera del matrimonio o ser una mujer malhumorada, merecían una brida de regaño, picotas, cangue, grilletes o collares. Ofensas más serias como el parricidio, infidelidad, blasfemia, homicidio y, evidentemente, la brujería, requerían castigos más severos. Para todas esas ofensas, los dispositivos más sádicos eran diseñados a medida.
Por ejemplo, la pera de la angustia era insertada en la boca de la víctima para expandirla poco a poco. Las botas de cobre fueron diseñadas para colocarlas al acusado mientras vertían aceite caliente en el interior. El bastidor y el potro fueron diseñados para estirar al acusado y dislocar miembros de las articulaciones.
La Doncella de Hierro de Núremberg.
Y cuando todos esos instrumentos de tortura entraban en desuso, el Castillo Real de Núremberg amasaba una gran colección. La espectacular Doncella de Hierro, un dispositivo inventado en el siglo XV único en Núremberg que los expertos creen jamás llegó a utilizarse, estuvo en exhibición durante muchos años.
Cuando la tortura se convirtió en un acto ilegal, la Doncella de Hierro fue acompañada por las espadas de los verdugos, hierros para marcar, flagelos, esposas, horcas, cortadores de lengua, botas españolas y polainas para aplastar el pie y las espinillas, arañas metálicas para rasgar carne y numerosos artefactos para sentenciar al acusado.
En la colección también se incluían otros objetos particulares, como supuestos hechizos e ídolos de las brujas, la cabeza momificada de un niño ejecutado condenado por homicidio y un modelo de castillo que perteneció a la acusada de brujería Agnes Bernauer, que fue ahogada en el río Danubio en 1435.
Un castigo ejemplar.
Esta ilustración, que forma parte de la colección, nos muestra a Robert François Damien, un hombre que intentó asesinar al rey de Francia Luis XV en 1757. Damien fue atado a una cama de acero para evitar que cometiera suicidio antes de ser juzgado y ejecutado, además que así podían torturarlo sin tener que trasladarlo. El hombre se mordió la lengua con la esperanza de morir desangrado. Pero falló, y para evitar futuros incidentes le quitaron todos los dientes.
Un atractivo turístico imperdible.
Durante el siglo XIX, ningún viaje por Bavaria estaba completo sin una visita al Castillo de Núremberg para atestiguar lo más oscuro de la crueldad humana. Además, por supuesto, de una visita a las tiendas donde los viajeros podían comprar suvenires en miniatura con la forma de la Doncella de Hierro para recordar su viaje.
En 1890, la colección total de 1,300 artículos entre los que se incluían impresiones, grabados, libros raros y otros documentos centenarios, fue adquirida por Charles Henry John Chetwynd-Talbot, el Conde de Shrewsbury y Talbot. La Doncella de Hierro original se mantuvo en el castillo (donde fue destruida cuando fue bombardeado en 1944) pero el Conde mandó a construir una réplica. Empacó todo lo que quedaba y mandó la colección a una gira.
La colección entera del Castillo Real de Núremberg fue retirada en abril de 1890, pues para ese entonces ya había sido exhibida en las principales ciudades de Gran Bretaña con el permiso de Lord Shrewsbury. Fue la única colección genuina de su tipo, y lo que añadió valor extra a la exhibición fue el hecho de que cada uno de estos dispositivos barbáricos fue usado en personas reales.
Tortura en la Exposición Universal de Chicago en 1893.
La colección recorrió Gran Bretaña, y después, en 1893, llegó a la Exposición Universal de Chicago. Multitudes asombradas por la milagrosa luz de Nikola Tesla, y montándose en la primera rueda de la fortuna del mundo, posteriormente se veían horrorizadas y fascinadas por la barbárica exhibición de dispositivos reales de tortura, cada uno con su propia historia sangrienta.
Cuando la exposición cerró en el mes de octubre, rápidamente fue enviada a Nueva York donde la exhibieron en un edificio renovado específicamente para mostrar los instrumentos de tortura. En un folleto de bienvenida se detallaba el uso de cada artículo.
Cuando la exhibición finalizó, la colección se quedó almacenada en Nueva York, hasta que un hombre llamado Robert Abels la compró en 1964. Cuatro años después, en marzo de 1968, la colección fue llevada a subasta en Sotheby’s y se dispersó.
La colección se reintegra en el Museum Macabre.
Durante los próximos 7 años, un noruego sobreviviente del Holocausto llamado Arne Coward, que poseía una pequeña tienda de antigüedades en Waikiki, rastreó y compró la mayor parte (sino es que toda) de la colección y la reunió en su propia casa.
En un artículo titulado “At one time”, el Reading Eagle publicaba en 1975: “Coward tiene una rueda aplasta huesos recargada sobre la base de la cama, no muy lejos puede verse una silla de tortura con picos. Una docena, o quizá más, de espadas se ve complementada por un suministro misceláneo de cuchillería, y fabricó una acogedora cámara para dar lectura a los más de 1,300 libros de tortura”.
“En cada persona existe el deseo de mutilar, estrangular y dar una paliza”, habría declarado Arne fascinado por los artículos de su colección. “No lo hacen, pero les gustaría”.
Ese mismo año Coward inauguró su Museo Macabro, poniendo en exhibición pública las piezas por primera vez desde que cerró la exhibición de 1894 en Nueva York. Cuando el hombre murió en 1979, la colección fue enviada a un almacén en California, donde un agente comercial intentó venderla junto con los bienes de Coward. Ripley’s Believe It ir Not! intentó comprarla, pero ni siquiera se acercó al elevado precio que solicitaban.
El fin de la colección.
En 1989, una década después, acordaron comprar algunos artículos claves. Entre estos, uno que no formaba parte de la colección original de Núremberg, se trataba de una pieza anatómica no identificada que posteriormente se descubrió era la cabeza cercenada del asesino serial Peter Kurten.
En el 2009, lo que quedaba de la colección más grande y notable de tortura fue subastada nuevamente. Esta ocasión fue en la casa Guernsey’s en Nueva York, a cargo de Arlan Ettinger. De acuerdo con Ettinger, la colección se quedó entre los descendientes de Coward, aunque ya no está completa.
“Los 252 dispositivos incluyen máscaras, botas, empulgueras, exprimidores de pies, cuerdas, rodillas de hierro, cadenas, anillos, esposas y ‘atrapa brujas’”, escribió Richard Parker para AP. “Una ausencia notable es lo que Times refirió en 1893 como la ‘célebre Doncella de Hierro’, una especie de sarcófago con puntas filosas en su interior. Ettinger dice que el destino de la Doncella de Hierro y otros artefactos es desconocido pero podrían haber sido destruidos en un incendio que destruyó múltiples construcciones al final de la Exposición Universal de Chicago”.
Desde la subasta, al menos un par de artículos originales de la Colección de Tortura del Castillo de Núremberg fueron publicados en Ebay.