Donald Trump, Jair Bolsonaro, López Obrador y otros líderes mundiales figuran entre los ganadores del premio humorístico IgNobel 2020, un galardón que destaca las hazañas más “peculiares” de la ciencia. Los políticos antes mencionados resultaron vencedores en la categoría «Educación Médica». Es una forma de ironía en torno a las medidas anticientíficas que adoptaron estos personajes frente a la pandemia de Covid-19 en sus respectivas naciones.
Por primera vez en 30 años la ceremonia de los premios IgNobel no se celebró en la Universidad de Harvard. Los ganadores fueron anunciados el pasado 17 de septiembre en una transmisión en línea.
Gobernantes ganan el IgNobel.
Además del presidente estadounidense, mexicano y brasileño, en la lista también figura el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, así como Vladimir Putin, de Rusia. Otros menos conocidos son Alexander Lukashenko (Bielorrusia), Narendra Modi (India), Recep Tayyip Erdogan (Turquía) y Gurbanguly Berdimuhamedow (Turkmenistán).
Los eligieron por, cita textual, «usar la pandemia de Covid-19 para enseñar al mundo que los políticos pueden lograr un efecto más inmediato en la vida y la muerte que los científicos y médicos«. En mayor o menor medida, todos estos políticos recibieron críticas por sus posturas negacionistas frente al problema de salud pública. Además, varios tomaron decisiones para administrar la pandemia al margen de la ciencia.
¿Qué son los premios IgNobel?
El Premio IgNobel, celebrado por primera vez en 1991, funciona como una parodia del Premio Nobel. Cada año, la revista Annals of Improbable Research selecciona aquellas «investigaciones que primero hacen a las personas a reír, y después pensar». Tradicionalmente, la selección incluye estudios poco probables o aparentemente extraños, aunque no necesariamente sin validez científica.
Por ejemplo, el año pasado un investigador recibió el IgNobel por un estudio que buscaba revelar si la pizza italiana previene el cáncer. Para que puedas dormir tranquilo esta noche, debes saber que sí, la versión italiana de la pizza previene el cáncer. Sin embargo, en algunas categorías entran comportamientos o sucesos anticientíficos, estúpidos o simplemente divertidos. Como es el caso de estos líderes mundiales.
Aunque parezca una burla, cuando se trata de estudios premiados los investigadores forman parte de la ceremonia. Disponen de 24 segundos para explicar la investigación y, al final, deben resumir sus hallazgos en siete palabras. Lo que pocos saben es que el premio es billonario.
Cada investigador premiado recibe 10 billones de dólares zimbabuenses, la antigua moneda nacional de Zimbabue. Obviamente que se trata de una broma, pues la moneda salió de circulación hace más de una década ante la hiperinflación que devastó al país. Convertidos a dólares americanos, el premio equivaldría a US$ 0.40
Curiosamente, en 2009 El Banco Central de Zimbabue recibió un IgNobel en la categoría de matemáticas. Esto por «proporcionar a las personas un método simple y cotidiano para tratar con una amplia variedad de números, haciendo que su banco imprimiera billetes que iban desde un centavo ($0.01) hasta los cien billones de dólares ($100,000,000,000,000).
Crítica disfrazada de humor.
Obviamente, este año entregaron el premio a los políticos con connotación negativa y no como elogio. Los involucrados se caracterizan por minimizar los peligros de la enfermedad desde el comienzo de la pandemia. Por ejemplo, López Obrador es ampliamente criticado por su negación a utilizar cubrebocas e invitar a las personas a salir cuando la enfermedad empezaba a diseminarse por México.
Otros, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, adoptaron comportamientos más radicales y peligrosos al sugerir tratamientos médicos sin base científica. Tal vez no es casualidad que Estados Unidos y Brasil figuren en los primeros lugares de muertes por Covid-19 en el mundo.
Boris Johnson, Primer Ministro del Reino Unido, es ampliamente criticado por la estrategia temprana de «aislamiento vertical». Reino Unido buscaba alcanzar la inmunidad de rebaño al permitir que la población joven se infectara libremente, pese a las advertencias de epidemiólogos y científicos. Sin embargo, cuando la mortalidad se disparó y el propio Johnson se infectó (pasando algunos días en una UCI), gobierno adoptó el plan tradicional de aislamiento.
Gurbanguly Berdimuhamedow, dictador de Turkmenistán, adoptó un comportamiento totalmente negacionista sobre la existencia y peligrosidad del virus. De hecho, prohibió que los periódicos del país mencionaran la palabra «coronavirus». Alexander Lukashenko , de Bielorrusia, recomendó a los ciudadanos sesiones de sauna y tomar vodka contra el coronavirus. Por si fuera poco, dijo que la pandemia no pasaba de una «psicosis».
Esta es la segunda vez que Lukashenko recibe un premio IgNobel. En 2013 resultó victorioso en la categoría de «paz» por prohibir los aplausos. Esto después que los manifestantes adoptaran el aplauso incesante como una forma de protesta. Por si fuera poco, ese mismo año la policía de Bielorrusia también recibió el premio tras detener a un hombre que violó la ley al aplaudir. El único detalle es que el acusado sólo tenía un brazo.
Los otros galardonados por el IgNobel.
Además de los políticos, esta edición de los Premios IgNobel abarcó diversas categorías. A continuación, te presentamos un resumen de los estudios más inesperados del año. En «Psicología», una colaboración entre investigadores canadienses y estadounidenses se llevó el premio por desarrollar un método para identificar individuos narcisistas partiendo únicamente de la forma de sus cejas.
Para el área de «Física», el estudio que analizó lo que sucede con el cuerpo de una lombriz viva mientras la someten a vibraciones de alta frecuencia se llevó los billones del premio. En el ámbito de la «Medicina», investigadores belgas y neerlandeses fueron galardonados tras identificar y caracterizar la «misofonía». Una extraña condición médica en la que una persona experimenta una variedad de emociones al escuchar un patrón específico de sonido, como el de una persona masticando.
El premio para «Ciencias de los Materiales» lo ganó un equipo científico al demostrar que los cuchillos fabricados a partir de heces humanas congeladas no funcionan tan bien. Por otro lado, en la categoría de «Entomología» resultó victorioso el estudio que compiló evidencia sobre la aracnofobia que padecen muchos entomólogos, científicos que se dedican a estudiar los insectos.
El premio de «Acústica» se quedó con una investigación que puso a un cocodrilo en una cámara de gas helio para analizar su vocalización. En la categoría de «Economía», el premio fue para un artículo donde se analizó el vínculo entre la desigualdad en los ingresos de un país y la cantidad promedio de besos de sus habitantes.
Los más ridículos.
En la categoría de «Paz» otorgaron el galardón como una forma de crítica ácida. Los ganadores son los gobiernos de Pakistán y la India por sus inútiles medidas diplomáticas. Entre esas acciones poco ortodoxas figura el hecho de que un diplomático tocó el timbre de su homólogo por la madrugada y se echó a correr.
El premio en la categoría de «Administración» se otorgó a cinco sicarios chinos. Resulta que al primero de estos asesinos a sueldo lo contrataron para ejecutar a una persona, y este contrató al segundo asesino para que hiciera el trabajo por una parte del pago inicial.
El segundo contrató a un tercer asesino bajo las mismas condiciones, tercero que contrato a un cuarto. Finalmente, el cuarto solicitó a un quinto sicario llevar el cabo el trabajo, cada uno por un porcentaje cada vez menor del pago. Finalmente, ninguno llevó a cabo el asesinato acordado. Esto demuestra que subcontratar personal puede ser poco productivo.
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