En la gran mayoría de los casos las mascotas viven menos que sus sueños. Una experiencia particularmente triste y traumática es tener que ver a nuestros animales partir tras haber compartido toda una vida. Sin embargo, de acuerdo con una nueva investigación este momento también podría resultar particularmente complicado para los veterinarios, especialmente cuando no están de acuerdo con las decisiones que los dueños toman respecto a sus mascotas.
“Nos encontramos en una posición nada envidiable y realmente difícil de cuidar a los pacientes, quizá durante toda su vida, desarrollando relaciones propias con estos animales para que después se nos solicite quitarles la vida”, señala Lisa Moses, autora principal del estudio y veterinaria de la Massachusetts Society for the Prevention of Cruelty to Animals-Angell Animal Medical Center y bioeticista en la Escuela de Medicina de Harvard.
“En ocasiones, los propietarios prefieren que sus mascotas sean sacrificadas, porque no pueden o no quieren financiar el tratamiento. O al revés, cuando sabemos dentro de nosotros que no hay esperanza de salvar al animal, o que el animal sufre, y el propietario tiene sus propias creencias que lo hacen querer continuar”, comenta la veterinaria Virginia Sinnott-Stutzman.
Moses y sus colaboradores descubrieron que esta clase de angustia está generalizada entre los veterinarios: el 69% de los voluntarios afirmaron haber experimentado un sufrimiento de moderado a grave por no poder proporcionar a sus pacientes lo que consideraban era el tratamiento indicado. Casi dos de cada tres veterinarios se sintieron incómodos ante solicitudes inapropiadas de eutanasia.
El suicidio entre veterinarios.
La angustia entre las personas que se dedican a esta profesión puede estar relacionada a otro problema todavía más serio. De acuerdo con J. Wesley Boyd, otro de los colaboradores del estudio y psiquiatra en la Cambridge Health Alliance, existe un vínculo directo entre los preocupantes índices de suicidio entre los veterinarios y los hallazgos del estudio: “supongo que los hallazgos de nuestro estudio definitivamente forman parte, e incluso podrían figurar como la razón principal, de que los índices de suicidio entre los veterinarios estén por encima del promedio”.
“En el año 2014, una investigación que contó con la participación de más de 10,000 veterinarios en los Estados Unidos encontró que más del 20% de los participantes experimentaron ideas suicidas y aproximadamente el 10% pudo experimentar serios trastornos psicológicos”, apuntan los investigadores en el estudio.
De acuerdo con el artículo publicado por NPR, Stutzman define este sufrimiento moral como aquella situación en la que el veterinario determina el curso de un tratamiento ideal, pero se le impide ejecutarlo (ya sea por falta de recursos financieros del propietario o las reglas sobre “perros agresivos”).
“Uno de los ejemplos más conmovedores es cuando un perro joven presenta una fractura en una pata. Es un problema que tiene solución, que no representa un riesgo de vida para el animal, pero como el propietario no quiere pagar por el tratamiento adecuado ni tener un animal de tres patas, opta por la eutanasia. Es una situación muy difícil de superar”, dice Stutzman. También asegura que resultan particularmente difícil los casos donde el propietario, que pasa por un episodio de dolor, termina proyectando su coraje en el veterinario. En este ejemplo particular, explica que ellos pueden decir: “’tenemos que matar a nuestro perro pues a ti sólo te importa el dinero’, lo que evidentemente no es el caso”.
Stutzman apoya la sugerencia de los investigadores para que se propicie un mejor entrenamiento a los veterinarios de forma que puedan hacer frente al sufrimiento moral. “Todo lo que aprendí sobre la forma de hacer frente a esto vino de mentores y amigos no tienen que ver con la profesión veterinaria, y se hace absolutamente necesario que esto forme parte de la enseñanza veterinaria”, alerta.
“Invitamos a otros investigadores de la profesión veterinaria a solicitar que las raíces del estrés y del pobre bienestar veterinario sean completamente exploradas y tratadas por sociedades profesionales”, finalizan los investigadores del estudio.