La Monalisa, pintura más representativa del italiano Leonardo Da Vinci hoy figura como la obra más importante en el Museo del Louvre, en Francia. Lo mismo sucede con “Abaporu” de Tarsila do Amaral, la pintora brasileña más representativa del movimiento modernista en su país, obra que actualmente se ubica en Argentina. Pero sólo se trata de dos ejemplos, pues multitud de obras maestras se encuentran lejos de su tierra natal.
“Las señoritas de Avignon” de Pablo Picasso.
Esta obra, que le llevó nueve meses terminar a Pablo Picasso, fue hecha en 1907. Aunque no es la gran obra maestra del pintor, resulta muy importante en su carrera pues con ella exploró nuevas formas de retratar la realidad en uno de los marcos del movimiento del cubismo. Cuando Picasso la hizo pública, nadie comprendió muy bien el concepto. Actualmente se encuentra en exhibición permanente en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
“Abaporu” de Tarsila do Amaral.
“Abaporu” figura como una de las obras de arte más famosas de Brasil. Desafortunadamente, la pintura sólo puede apreciarse en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), en Argentina. El coleccionista Eduardo Costantini adquirió la pieza en 1995 por US$ 2.5 millones (más de US$ 4 millones en la actualidad). Hace poco, un coleccionista brasileño ofreció a Costantini la friolera de US$ 30 millones para llevar la obra de arte a su tierra natal, pero el argentino rechazó la oferta.
¿Por qué alguien terminaría rechazando una oferta tan jugosa? La respuesta es mercadológicamente simple: a largo plazo es mayor el beneficio de conservar la pintura pues “Abaporu” figura como la obra maestra del Malba.
“La Danza” de Henri Matisse.
Sí, la obra puede estar en varios sitios y no precisamente porque sea portadora de la omnipresencia, y es que “La Danza” puede hacer referencia a un par de obras del artista francés Henri Matisse, hechas entre 1909 y 1910. La primera sirvió como estudio para la segunda, pero ninguna se encuentra en el país de origen del hombre que las pintó.
La pintura fue un encargo de un coleccionista ruso, personaje con el que Matisse había colaborado desde mucho tiempo antes. Tras una serie de desacuerdos (nuestro coleccionista no quería adornar una pared de su casa con personas sin ropa) la obra finalmente terminó en Rusia, y actualmente se encuentra exhibida en el museo Hermitage, en San Petersburgo. Nelson Rockefeller, un político estadounidense que llegó a ser vicepresidente del país, donó la obra original al MoMA de Nueva York.
“La Gioconda” de Leonardo da Vinci.
¿Te puedes imaginar al Museo del Louvre sin “La Monalisa”? Esta pintura no sólo figura como la obra maestra de lugar, también es la pintura más famosa de nuestro planeta. Pero, si se tomara en cuenta la nacionalidad, el cuadro debería exhibirse en algún lugar de Italia.
El viaje de “La Monalisa” hasta París es por demás curioso: de hecho, el propio Leonardo da Vinci llevó el cuadro hasta tierras francesas. Esto sucedió en el año de 1516, cuando el genio italiano fue invitado por el rey Francisco I de Francia para que formara parte de su corte. En estos últimos 500 años la pintura ha pasado por el Palacio de Versalles, también estuvo decorando los aposentos del emperador Napoleón Bonaparte y llegó a ser robada en 1911 (hecho que contribuyó a su gran fama). En la actualidad, un panel de vidrio a prueba de balas protege esta obra de valor incalculable.
“La noche estrellada” de Vincent Van Gogh.
Pensar en Vincent Van Gogh inmediatamente evoca en nuestra mente imágenes de girasoles, una oreja (cortada), autorretratos y “La noche estrellada”. Sin embargo, el Museo Van Gogh, en Ámsterdam, no saciará tu necesidad por apreciar en primera persona uno de los más grandes iconos en el arte occidental, y es quela obra maestra del pintor neerlandés forma parte del acervo permanente del MoMA de Nueva York, en los Estados Unidos.
Van Gogh pintó “La noche estrellada” en 1889, mientras se encontraba recluido en el hospital psiquiátrico Saint-Paul de Mausole, en Francia. De hecho, fue uno de los últimos cuadros que pintó pues la muerte terminó alcanzándolo en 1890. “La noche estrellada” fue parte de una colección privada hasta que fue comprada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1941.
“La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí.
La famosa obra “Los Relojes”, que catapultó a la fama a Salvador Dalí, jamás estuvo en territorio español. Dalí pintó “La persistencia de la memoria” en 1931 durante su estadía en París. Su genialidad como pintor de la corriente surrealista habría de consolidarse un año después, cuando la obra de los relojes derretidos fue expuesta en la muestra Surrealism: Paintings, Drawings and Photographs, que organizó la galería Julien Levy, en Nueva York. En dicha muestra también podían encontrarse obras de Pablo Picasso, Joseph Cornell, Marcel Duchamp, entre otros grandes artistas.
El Museo de Arte Moderno de Nueva York terminó recibiendo la obra en 1934 de parte de un donador anónimo. Durante más de ocho décadas, esta obra de Dalí ha sido uno de los principales atractivos del museo neoyorquino.
“La traición de las imágenes” de René Magritte.
El belga René Magritte, otro icono del movimiento surrealista, hoy sigue intrigando a los expertos con la obra principal de la serie “La traición de las imágenes: esto no es una pipa (Ceci n’est pas une pipe)”. Estrictamente hablando, en realidad, una pintura de una pipa no es una pipa. Pero los analistas creen que la obra es mucho más que una simple afirmación.
Y ni siquiera tienes que ir a Bélgica para apreciar esta pipa que no es una pipa, pues la obra se encuentra en los Estados Unidos, más precisamente en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA).