Cuando se aborda el caso de Tim McLean, un joven que fue víctima de un nivel de violencia atroz mientras viajaba en autobús camino a la ciudad de Winnipeg, en Canadá, los detalles superan por mucho a los de un crimen convencional. El grotesco asesinato dejó una marca imposible de borrar en las mentes de los testigos y representó un auténtico desafío para el sistema de justicia canadiense. Este trágico viaje en autobús no sólo se cobró la vida de un joven de 22 años, sino que reveló de una forma hasta entonces inconcebible la realidad de lo que puede suceder cuando una persona afligida por una grave condición mental termina perdiendo el control.
Un sujeto llamado Vincent Weiguang Li, conocido simplemente como Vince Li, diagnosticado con esquizofrenia, se subió a ese mismo autobús y nadie llegó a imaginar que sería el participe de los abominables actos de terror que le dictaron unas voces en su cabeza. Poco tiempo después Li, apodado el “Asesino del autobús Greyhound”, perpetró uno de los más perturbadores e increíbles asesinatos en los últimos tiempos. El hombre se convirtió en una referencia del horror, miedo y shock alrededor del mundo.
Sin embargo, el caso es particularmente perturbador no solamente por los detalles, sino porque podría haberle sucedido a cualquiera que estuviera en el lugar y momento equivocado.
Corría el día 30 de julio de 2008 y el reloj marcaba aproximadamente las 6 de la tarde cuando Vince Li, un hombre fornido de ascendencia asiática, se subió a un autobús de la empresa Greyhound que hacía la ruta de la Columbia Británica a Winnipeg. Pesando 110 kg y con una estatura de 1.90 metros, era prácticamente imposible no notar la presencia de Li.
Cuando arribó al transporte parecía confundido y agitado, algunos pasajeros recuerdan que subió y bajó en dos ocasiones, supuestamente buscando algo en su maleta en el compartimiento de equipaje. Pese a esto, el hombre no parecía una amenaza.
Li se ubicó en un asiento al frente del autobús, no intercambió palabra con nadie, y eventualmente bajó del autobús brevemente en una parada para fumar un cigarrillo. Cuando regresó para continuar en el viaje decidió cambiar de lugar, en esta ocasión se ubicó al fondo muy cerca del baño, justo al lado de Tim McLean, quien viajaba solo.
El autobús 1170 de Greyhound.
McLean, con tan sólo 22 años de edad, era un atleta e hijo modelo profundamente querido por familia y amigos. Tenía una familia bastante grande y regresaba a Winnipeg, pues le habían otorgado un periodo de descanso en su empleo como animador en una firma de entretenimiento. Se subió al autobús 1170 cuando pasó por Saskatchewan y esperaba llegar a tiempo para encontrar a su hermano y sobrino.
Cuando Li cambió de lugar, no dijo nada, simplemente retiró una mochila que estaba a su lado sobre el asiento y la acomodó en la parte de arriba. De acuerdo con los demás pasajeros, Tim pasó el viaje durmiendo recostado sobre la ventana con los auriculares puestos. Nada en aquel autobús ofrecía pistas sobre lo que estaba a punto de suceder.
Vince Li no era un sujeto afable. Antes de tomar el autobús esa tarde, ya había mostrado algunas señales de que estaba a punto de tener una crisis mental. Se pasó la tarde entera en la terminal de autobuses esperando la hora de salida. Las cámaras del lugar lo habían registrado sentado, mirando fijamente al vacío durante varias horas. En determinado instante, tomó su teléfono celular y publicó un mensaje en un sitio de ventas: “laptop en venta, 300 dólares”.
A continuación, abrió su bolsa de viaje, revisó las cosas en el interior y se detuvo en algo enrollado en una camisa roja. Se puso la mochila entre las piernas y regresó a la mirada vacía con la misma expresión distante. Durante más de 6 horas se mantuvo así, repitiendo ocasionalmente el ritual de abrir la mochila cuidadosamente y revisar lo que llevaba enrollado en la camisa.
Li recibió la confirmación de venta de la computadora mientras aún se encontraba en la estación. El dispositivo fue adquirido por un estudiante, pero la policía terminó confiscándolo tras los hechos. Cuando el sistema de sonido de la terminal anunció la llegada del autobús 1170, Vince se levantó del asiento y caminó de forma tranquila hasta el transporte. Ya se empezaba a formar una fila de pasajeros y él fue la cuarta persona en subir.
Una terrible esquizofrenia.
Vince Li tenía 44 años de edad y había inmigrado de China a Canadá en el año 2001. Desde que llegó le resultó complicado adaptarse, trabajaba en una cafetería de un Walmart como empleado de medio tiempo. Solía decir que tenía otro empleo, pero realmente dormía toda la mañana, en ocasiones con ayuda de medicamento controlado. Estos fármacos les eran suministrados para bloquear las voces y los ruidos que aseguraba escuchar.
En su delirio, el sonido lo producía una especie de aparato que los extraterrestres le implantaron quirúrgicamente en la cabeza. Li aseguraba haber sido abducido por seres de otro planeta y ser monitoreado de forma constante, sembrando pensamientos y controlando sus acciones.
Quince días antes, Vince Li había experimentado otro delirio, uno en el que Dios le había otorgado la misión de eliminar a estos extraterrestres. Las instrucciones del creador implicaban dejar de tomar los medicamentos, y esa mañana se había hecho un corte profundo con un cuchillo cerca de su oreja izquierda buscando el supuesto implante. Al no encontrarlo, decidió cauterizar la herida pasándose una plancha.
Completamente frustrado, se practicó varios cortes más en piernas y brazos. Aquellas heridas auto infligidas seguramente resultaban muy dolorosas, pero el sujeto supo disimularlas muy bien con una bufanda y manga larga. Li solía pasar largos ratos frente a los espejos buscando supuestos transmisores sobre su piel, al punto que lo habían despedido de un empleo pues pasaba parte de la jornada laboral en el vestidor colectivo.
Un crimen atroz en Canadá.
Evidentemente, las supuestas voces eran síntoma de la profunda esquizofrenia que sufría. Li se había convencido de que era un día especial: Dios le había dado instrucciones de viajar a Winnipeg para encontrar a los extraterrestres que debía eliminar. De acuerdo con su delirio, estaba haciendo lo que era correcto y necesario para salvar a la humanidad.
Aproximadamente a los 40 minutos de que el autobús siguiera el viaje, respiró profundo y habló de una forma enérgica. Los pasajeros más próximos recordaron que el tono de voz parecía nervioso. Vince exclamó algo como “Está bien, está bien, lo haré”. Sin embargo, los presentes supusieron que estaba en medio de una llamada telefónica, por lo que nadie se exaltó. Con los auriculares puestos, Tim McLean ni siquiera se percató de la situación.
Ese fue el instante en que Vince Li desenvolvió el objeto que llevaba enredado en aquella camisa roja y ocultaba en su chaleco. Se trataba de un cuchillo de cazador que había comprado algunos días atrás, el mismo que había utilizado para provocarse las heridas. Con toda la calma del mundo, Li sostuvo el cuchillo con la punta hacia abajo y se inclinó sobre McLean, que estaba dormido.
El cuello del joven recibiría el primer golpe de forma violenta, lo que provocó abriera los ojos completamente asustado. El cuchillo fue retirado y a continuación dos golpes más, ambos en el pecho, antes que pudiera entender lo que estaba sucediendo y gritar de desesperación. Aquellos gritos terminaron alertando al resto de los pasajeros, que rápidamente percibieron un alboroto en los asientos del fondo.
Para ese entonces, Li ya había realizado otros dos ataques brutales sobre la víctima que no reaccionaría nunca más. Los testigos que observaron la escena puntualizaron que el atacante parecía tranquilo y ejecutaba movimientos casi robóticos. No demostró emoción alguna mientras el cuchillo entraba y salía repetidas veces del cuerpo de McLean, que expulsaba sangre profusamente.
Terror en la carretera.
Ante los gritos y la agitación, el operador se orilló de forma urgente en la carretera. Los pasajeros empezaron a bajar del autobús en estampida, y algunos terminaron en el suelo. Una vez que todos estaban afuera empezaron a llamar a los números de emergencia para reportar aquel horror.
Mientras tanto, en el fondo de aquel autobús Li seguía apuñalando el cadáver de McLean, asestando un total de 62 puñaladas distribuidas a través del cuello, rostro, tórax y estómago. Los ataques fueron tan brutales que terminaron rompiendo huesos en el rostro de la víctima, mientras otros le fracturaron las costillas y perforaron los pulmones. McLean perdió la vida después de la quinta embestida.
En el exterior, los pasajeros gritaban intentando detener algún vehículo. Finalmente, el operador y dos valientes pasajeros tomaron la decisión de regresar al autobús para intentar ayudar a la víctima. Li se dio cuenta que un grupo iba hacia él y los persiguió al exterior, cuchillo en mano y completamente bañado en sangre. La visión de aquel hombre era simplemente aterradora.
Tras 15 minutos de impotencia, la primera patrulla policial apareció en la escena. Li se asomó por la puerta del autobús y gritó algunas cosas sin sentido. Después, tomó algo del interior del autobús y lo lanzó en dirección a los agentes. Se trataba de la cabeza de Tim McLean que había cercenado con el cuchillo de cazador. Regresó al interior del vehículo y se sentó en aquellos asientos empapados en sangre.
La detención de Vince Li.
Los agentes enviaron un mensaje por radio solicitando la presencia de más unidades de forma inmediata. Creyeron que aún había pasajeros en el interior y que el maniático había convertido aquello en una situación de rehenes. La Real Policía Montada de Canadá atendió la solicitud y rápidamente acordonó el área interrumpiendo el flujo de vehículos. También tuvieron la precaución de cortar el flujo de energía al autobús.
Un equipo de tres policías se preparó para abordar el autobús y verificar la situación. Ningún entrenamiento los habría preparado para lo que estaban a punto de ver. La escena al interior del autobús era de un completo desorden, había sangre por todos lados, escurriendo de las paredes, ventanas y asientos. Como se trataba de un ambiente cerrado, el olor era algo terrible.
Algunas bolsas, maletas y periódicos estaban tirados en el pasillo central. Al fondo del autobús escucharon que alguien hablaba en un idioma extraño, pero estaba demasiado oscuro.
De repente, un sujeto corpulento que se ocultaba entre los asientos se puso de pie. El hombre estaba completamente cubierto de sangre y sostenía un cuchillo de cazador mientras gritaba algo y amenazaba con avanzar. Uno de los agentes descargó su taser, pero el corpulento hombre siguió avanzando.
Otro taser fue disparado y una luz azul crepitó en aquella oscuridad. El sujeto aminoró la marcha, pero todavía mostraba determinación por lo que un tercer oficial disparó su pistola eléctrica y con esto, finalmente, Vince Li cayó inconsciente.
Una escena dantesca.
Los oficiales trasladaron al asesino inmediatamente al exterior donde lo esposaron y metieron en una ambulancia para que recibiera asistencia médica. Los paramédicos ingresaron a toda prisa para prestar los primeros auxilios a la víctima, pero solo encontraron una escena digna del infierno. En esos minutos que se quedó a solas con McLean, el asesino mutiló y desmembró su cuerpo.
Más tarde, Li explicó que en medio del delirio veía al joven como uno de los extraterrestres que lo perseguían, que regeneraba sus heridas y aún parecía estar vivo.
Más impactante aún fue que, en su locura, Vince Li había mordido y arrancado trozos de la víctima que fueron masticados y tragados. Llegó al punto en que vomitó, pero inmediatamente después volvió a morder y cortar. La lengua, nariz, ojos y orejas fueron arrancadas y dispuestas en el piso del autobús formando un rostro aterrador. Aquel cuerpo mutilado y decapitado tampoco tenía el corazón, supuestamente el asesino lo retiró y comió.
La justicia de Canadá.
Pese a que Li figuraba como el único responsable por el horrendo asesinato, la ley en Canadá solía conceder un trato relajado a aquellos casos que involucraban una enfermedad mental. Li siempre se negó a aceptar la asistencia de un abogado y tuvieron que suministrarle tranquilizantes un par de ocasiones para presentarlo con sus defensores públicos. Al final, se tomó la decisión de medicarlo hasta que la crisis disminuyera. Eventualmente se tranquilizó y cooperó de forma amplia con psiquiatras y autoridades.
Li no quiso defenderse y reconoció directamente su participación en los macabros acontecimientos por los que pidió perdón. Aceptó que lo internaran en el Centro Selkirk de Salud Mental en Manitoba, donde lo mantenían bajo una vigilancia permanente. Durante el tiempo que duró el tratamiento para el cuadro agudo de esquizofrenia se mostró como un paciente cooperativo y con el tiempo se ganó el privilegio de recibir visitas así como salir de su celda. Li cambió su nombre por el de Will Baker.
Los familiares de Tim McLean prefirieron no hacer declaraciones sobre el suceso, pese a que “Baker” intentó contactarlos en diversas ocasiones para solicitarles perdón por el dolor y sufrimiento que les había causado. Durante una entrevista en un periódico local, los padres de la víctima mencionaron que no deseaban tener un encuentro con el asesino de su hijo y no estaban listos para perdonarlo por lo que había sucedido. Aseguraron comprender que en ese momento el asesino no tenía control sobre sus acciones, pese a esto, no se sentían cómodos frente a él.
Las secuelas del asesinato del autobús Greyhound.
Múltiples testigos de aquel viaje del horror jamás terminaron de recuperarse por completo del trauma. Algunos llegaron a desarrollar un cuadro parecido al estrés postraumático y frecuentemente tenían pesadillas, crisis de ansiedad, claustrofobia y miedo a los sonidos fuertes. La mayoría de estos pasajeros declaró soñar frecuentemente con los gritos desesperados de la víctima y despertar en medio de aquel terror.
A comienzos de 2017, la corte de justicia de Canadá determinó que Will Baker no representaba una amenaza significativa para la sociedad, por lo que fue puesto en libertad, preparado para una ocupación y garantizándole la total reintegración. Las condiciones para liberarlo fueron que debía tomar medicación de forma regular y reportarse semanalmente con un médico.
El asesinato del autobús Greyhound figura como uno de los casos más terribles acontecidos en Canadá, un país muy seguro con un índice de homicidios bastante bajo. En 2014, un sondeo realizado entre los canadienses destacó que el incidente del autobús 1170 figuraba entre los miedos más comunes y profundos de la población.