viernes, 3 de agosto de 2018

Bob Fletcher, un héroe con el corazón de pollo

El reloj marcaba las 8:00 de la mañana del 7 de diciembre de 1941 cuando una división de fuerzas militares japonesas perpetró un ataque contra la base naval estadounidense en Pearl Harbor, en la isla hawaiana de Oahu. Aquella trágica mañana 2,400 soldados perdieron la vida, 18 buques de guerra fueron hundidos o severamente damnificados y 188 aeronaves quedaron reducidas a escombros. El sorpresivo ataque significó el disparo de apertura en una campaña militar que se extendió a lo largo del Sudeste Asiático y el Pacífico.

Ataque a pearl harbor
En las semanas que siguieron, los territorios estadounidenses de Guam, Isla Wake y las Filipinas cayeron en manos niponas. El mismo destino encontraron dominios británicos como Hong Kong, Singapur, Malaya (región que actualmente pertenece a Malasia), Birmania, Tailandia y las Indias Holandesas (parte de lo que actualmente conocemos como Indonesia).
Japón se apoderaba de un territorio tras otro, en un frenesí de conquista que parecía imparable. ¿Quién sería el siguiente? ¿Australia o la Costa Este de los Estados Unidos? Con una gran parte de la Flota del Pacífico destruida o fuera de servicio en Pearl Harbor, una invasión por territorio occidental en los Estados Unidos era una posibilidad bastante real y aterradora.

Los japoneses que fueron culpados injustamente.

Un grupo víctima de la histeria gringa que siguió al ataque de Pearl Harbor fue una comunidad japonesa-americana de familias que habitaban en la Costa Este. La mayoría eran descendientes de inmigrantes que se asentaron en los Estados Unidos en la lejana década de 1860, por lo que sus lazos con las tierras ancestrales eran muy tenues.
Pero poco importó: en febrero de 1942, el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt firmó la orden ejecutiva 9066, autorizando al ejército para designar la totalidad del estado de California, así como algunas regiones de Arizona, Washington y Oregon como “zonas militares” donde “cualquier persona podía ser excluida”. A causa de esta decisión, 110,000 inmigrantes japoneses y ciudadanos japoneses-americanos fueron obligados a dejar sus hogares y transportados a campos de internamiento lejos de su lugar de residencia.
Florin california dos dias antes de la evacuacion
Una madre y sus hijas descansan fuera de una tienda dos días antes de la reubicación en Florín.
Durante todo el transcurso de la guerra, estos prisioneros permanecieron bajo la constante vigilancia de guardias armados. Hoy figura como la reubicación más grande en la historia de los Estados Unidos.

El inspector Bob Fletcher.

En febrero de 1942, un titular del periódico San Francisco Examiner anunciaba “¡EXPULSAN A TODOS LOS JAPONESES EN CALIFORNIA!”. El internamiento forzado resultó una solución popular entre el público estadounidense, pero un hombre se sintió horrorizado por el trato que se le daba a estas personas, hablamos de un inspector de agricultura de 33 años llamado Bob Fletcher, quien había tenido una relación próxima con muchos granjeros japoneses-americanos en el Valle Central, el núcleo de la agricultura en el estado de California.
Granjero en florin california 1902
Granjero japonés inmigrante que se había establecido en Florín (1902).
Entre estas comunidades había familias que trabajaron la tierra durante tres generaciones. Sin la posibilidad de pagar las facturas mientras duraba la reclusión en los campos de internamiento, se arriesgaban a perder todo lo que habían conseguido.
Uno de estos japoneses-americanos con los que Fletcher tenía una relación muy cercana era un granjero llamado Al Tsukamoto. En la época en que las noticias empezaron a divulgarse en los postes de teléfono en la ciudad de Florín, cerca de Sacramento, se ordenó a todos los japoneses-americanos presentarse en la estación de tren de Elk Grove para ser trasladados a los campos de internamiento, y fue entonces que Tsukamoto le pidió un favor a Fletcher.
Florin, california mayo de 1942
Florón, California en mayo de 1942.
Dos de sus vecinos, la familia Okamoto y los Nitta, buscaban a una persona que se encargara de administrar sus granjas mientras los internaban. Le ofrecieron a Fletcher administrar las granjas, llevar los libros de contabilidad y pagar las cuentas mientras la familia no estaba, y a cambio podía quedarse con todas las ganancias por su trabajo.

La nobleza de un hombre.


Fletcher había crecido en una granja de nueces, y durante la Gran Depresión se encargó de administrar un huerto de melocotón. Sin embargo, no tenía experiencia cultivando uvas Flame Tokay, el principal cultivo de los granjeros. Pese a esto, estaba molesto por el hecho de que personas buenas como los Okamoto y Nitta pudieran perderlo todo, así que aceptó la petición.
Posteriormente, cuando también Tsukamoto tomó la decisión de dejar su granja en las manos de alguien más, Fletcher aceptó hacerse cargo de las tres instalaciones. Renunció a su trabajo como inspector de agricultura y se mudó a una caseta en la granja de Tsukamoto. Al había invitado a Fletcher a mudarse a su casa, pero se sentía un poco incómodo con la idea de vivir en este lugar cuando Tsukamoto no podía hacerlo, así que se quedó en esa pequeña caseta.
Granjeros en florin california

¿Traidor?

Seguramente, en algún momento Fletcher se cuestionó porqué se había metido en este problema, pues pronto haría jornadas laborales de 18 horas para cuidar de las plantaciones de fresas, moras, uvas Flame Tokay, árboles de olivo y bayas – una producción que rondaba los 100 acres. Además de todo ese trabajo, tuvo que soportar las constantes críticas de los vecinos, pues la mayoría aprobaba los internamientos forzados y consideraban a Fletcher una especie de traidor.
En cierta ocasión, por poco y es alcanzado por una bala cuando un desconocido disparó al establo de Tsukamoto cuando él se encontraba en el interior. Pero redobló esfuerzos, desafío a los vecinos y fue capaz de mantener las granjas hasta que la guerra terminó, los campos de internamiento fueron clausurados y las familias tuvieron posibilidad de regresar a sus hogares.
De los 2,000 japoneses y japoneses-americanos que vivían en las inmediaciones de Florín antes de la guerra, sólo 400 regresaron después del conflicto. Los demás perdieron sus casas y granjas, algunas mediante ejecuciones hipotecarias y otras simplemente les fueron robadas mientras se encontraban prisioneros en los campos.
Reubicacion japoneses en california segunda guerra mundial

Bienvenidos, amigos.

Cuando los Nitta, Okamoto y Tsukamoto regresaron a Florín, lo hicieron con muy pocas expectativas. Pero lo que encontraron fue algo totalmente inesperado: sus casas y granjas intactas, y a Bob Fletcher haciéndose cargo de los cultivos. Había contraído matrimonio con su esposa Teresa, quien lo ayudaba a mantener las granjas.
Incluso después del matrimonio, los Fletcher no se movieron a la casa de Tsukamoto, que hubiera sido mucho más cómoda que la caseta para la pareja. Y es que hacer esto los hacía sentir mal, pues como explicó Teresa tiempo después, “era su casa”.
Campos de internamiento en los estados unidos
A los gringos no les gusta tocar mucho el tema de los campos de internamiento.
Las familias también encontraron otra sorpresa cuando regresaron: dinero en el banco. El acuerdo al que llegaron estas tres familias con Bob Fletcher fue que si administraba las granjas, podía quedarse con las ganancias como pago por su trabajo. Pero al final decidió compartir los ingresos, y depositó la mitad de todo lo que ganaba en el banco, para cobrar intereses y permitirles volver a empezar sus vidas.

Una amistad entrañable.

Bob Fletcher seguramente disfruto su trabajo como granjero, pues después de la guerra adquirió un rancho donde sembró heno y crio ganado. También ingresó como voluntario al Departamento de Bomberos de Florín, donde sirvió durante una docena de años como jefe de bomberos. Se jubiló en 1974 y vivió hasta los 101 años de edad. En su cumpleaños número 100, en julio de 2011, su familia organizó una gran fiesta de cumpleaños.
Bob fletcher
Bob Fletcher
Teresa, su esposa desde hacía 66 años, se encontraba a su lado, así como su hijo, 3 nietos y 5 bisnietos. También acudieron un montón de Okamotos, Nittas y Tsukamotos. Y aunque Bob Fletcher nunca buscó reconocimiento por haber ayudado a estas personas durante la guerra, se mostraban impacientes por contar su historia.

“Contábamos con 14 acres de uvas Flame Tokay que se hubieran perdido si Bob no se hubiera hecho cargo”, relató Doris Taketa en una entrevista a Sacramento Bee. Esta mujer tenía 12 años cuando su familia fue enviada a un campo de internamiento en Arkansas.
Fletcher solía decir que la comunidad japonesa residente en los Estados Unidos en aquella época era como cualquier otra, y resultaba evidente que no tenían nada que ver con lo de Pearl Harbor.