El oro de 24 kilates es la forma más pura en que puede encontrarse este metal y, evidentemente, posee un color amarillo. Sin embargo, el oro puro es demasiado blando para usar en la joyería y puede deformarse simplemente presionándolo con la yema de los dedos. Dado que las piezas de joyería construidas en oro puro, como anillos y brazaletes, sufrirían una deformación prematura con el uso cotidiano, estas piezas se hacen más resistentes cuando se mezclan con otro(s) metal(es), generando una aleación de oro.
¿A qué otros metales nos referimos? Cuando el orfebre desea conservar el color dorado natural del oro, comúnmente fabrica una aleación de oro con cobre y zinc.
El “engañoso” oro blanco.
Respecto al oro blanco, el orfebre típicamente recurre a metales como el paladio, manganeso, plata y níquel, durante mucho tiempo este último figuró como principal agente blanqueador del oro debido a su bajo costo. Sin embargo, algunos orfebres han dejado de emplearlo pues suele producir reacciones alérgicas.
Una vez aclarado esto, es importante puntualizar que aunque la pieza resultante en este tipo de aleaciones presenta un color blanco parecido al de la plata, por si sola no alcanza esa tonalidad blanca vibrante que frecuentemente asociamos con el oro blanco en nuestros días (aunque en los últimos años se han desarrollado algunos métodos para alcanzar esta apariencia en las aleaciones).
Sin embargo, la mayor cantidad de oro blanco disponible en el mercado obtiene su vibrante color blanco gracias a una delgada capa de rodio, un metal de la familia del platino.
Oro chapado en rodio.
La elección del rodio atiende a dos características principales: un brillante color blanco y su extrema durabilidad. Pese a esto, resulta inevitable que con el uso cotidiano esa pequeña chapa de rodio se vaya desgastando hasta revelar el tono amarillo natural del oro blanco. Dependiendo de la composición de este oro blanco, el resultado puede variar de apenas ser visible a un cambio extremo en la coloración de la joya.
Dado que la falta de escrúpulos no es algo raro en el mundo de la joyería, no es raro encontrar piezas fabricadas con aleaciones de oro amarillo chapadas con rodio y vendidas como “oro blanco” para ahorrar algo de dinero en la producción. Los clientes no se enteran hasta que la capa de rodio termina desgastándose, algo que demora bastante tiempo.
En cualquier caso, si distingues una pequeña mancha amarilla en una pieza de oro blanco después de algunos años de uso, lo mejor que puedes hacer es enviar a limpiar la pieza para que le apliquen una nueva chapa de rodio y recupere su brillo blanco original, este proceso no suele ser algo costoso. En algunas joyerías, ofrecen este servicio gratis si adquiriste la pieza con ellos.
Otros datos de interés.
Mientras que el oro blanco y el oro amarillo son los más comunes en la joyería,pueden obtenerse otros colores agregando diferentes metales al oro. Por ejemplo, el oro rosa se obtiene agregando una mayor cantidad de cobre a la aleación, y es precisamente la cantidad de cobre la que determina el tono resultante. El oro verde se obtiene agregando aleaciones de plata, zinc y cobre. Además, puede obtenerse un color negro cubriendo una pieza de oro blanco con una chapa de rodio negro.
La joyería de platino contiene una enorme cantidad de platino en comparación con las proporciones que se utilizan en aleaciones tradicionales de oro para fabricar oro blanco, hablamos de 90% a 95% de platino con el porcentaje restante representado por el iridio, rutenio o cobalto.