La Península de Yucatán es un territorio que tiene una característica: no tiene agua en su superficie, el preciado líquido corre por el subsuelo formando ríos, mientras los lagos se crean cuando la tierra se reblandece creándose pozos naturales conocidos como cenotes.
Estos lugares no sólo fueron aprovechados como recurso natural, sino que el carácter religioso también cobro importancia, así los ritos relacionados con la lluvia y la fertilidad tuvieron en sus orillas el escenario perfecto.
La palabra cenote proviene del vocablo maya ts’ono’ot o d’zonot que significa “caverna con depósito de agua”.
Una de las características de los cenotes es su poca luminosidad, hecho por lo cual era considerado, en la época prehispánica, un sitio de comunicación entre mundo terrestre y el inframundo. De ahí su relación con el Xibalbá o el mundo de los muertos, pero también con las cuestiones de fertilidad, aunque esto suene contradictorio, hay que recordar que las plantas surgen de la tierra y la semilla que germina proviene del inframundo.
Igualmente estaban relacionados con las deidades acuáticas como el dios del agua Chaak y los chaneques o ayudantes del dios del agua.
La tradición nos cuenta que se arrojaban doncellas vírgenes al agua para propiciar la lluvia y las buenas cosechas, la finalidad era que llegaran al fondo del cenote y ahí hablaran con los dioses, ya que tenían la creencia de que allí habitaban estos seres superiores.
Si alguien lograba sobrevivir y regresar a la superficie era tenido como un dios, de hecho cuenta la leyenda que un sacrificado regresó de su “encuentro” con las divinidades y se convirtió en su interlocutor escalando de esta manera, la organización social y transformando en sacerdote con todos los privilegios de dicha clase social.
El cenote Sagrado de Chichén-Itzá tiene 60 metros de diámetro y el espejo de agua se localiza a 22 metros, la máxima profundidad del cenote es de 13.50 metros. Es conocido también como Cenote Chenkú y Cenote de los Sacrificios.
A él se llegaba a través de un sacbé o camino blanco. A sus orillas se encuentra una plataforma desde donde se lanzaba al sacrificado en el ritual denominado chen ku.
Como ya lo comentamos se creía que solo eran jóvenes vírgenes las víctimas, pero las pruebas arqueológicas nos muestras que eran más los sacrificados del sexo masculino y de diferentes edades que iban de los 3 a los 12 años en algunos casos, en otros era de 18 a 55 y en el caso de las mujeres las edades iban de los 21 a los 34 años de edad.
Las muestras arqueológicas nos manifiestan que había variedad en los sacrificios, el cuerpo era lanzado después, así se ha encontrado que se les extraía el corazón y este era lanzado al agua del cenote, otros muestran desollamiento y en algunos casos canibalismo ritual, lo anterior lo corroboran las fuentes escritas históricas de los diversos frailes y conquistadores que llegaron a la Península.
Como es conocido en las ofrendas lanzadas a los cenotes también diversos objetos como narigueras, cascabeles, pendientes y figurillas ya fueran de oro, cobre y de madera,
Los cascabeles de oro y cobre se vinculan con los guerreros, ya que formaban parte del atuendo de los militares que iban en los tobillos.
Los cenotes guardaban una estrecha relación con los antiguos mayas, ya que simbolizaban la vida, la muerte, el renacimiento y la fertilidad.
Además se tiene la creencia generalizada de que en estos grandes depósitos de agua habitan seres míticos como la sukan, una serpiente gigante que guarda los mantos de agua.
.
Cortesía MONAPATOTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario