Aunque no lo creas, la historia registró múltiples casos de personas que sobrevivieron a la pena de muerte. La pena capital es un tema sumamente polémico, y las opiniones sobre su aplicación varían de una comunidad a otra. Sin embargo, el debate no ha evitado que los humanos hagan justicia arrebatando lo más preciado a los criminales: su vida.
La ejecución de un sentenciado a muerte acontece por diversos métodos. Y en los países donde se aplica, castiga desde crímenes horrendos como el homicidio y la violación, hasta otros de menos categoría como la corrupción y el tráfico de drogas. Generalmente, cuando se dicta una pena de muerte implica que el condenado atraviese determinado proceso que pondrá fin a su vida.
Desde el punto de vista legal, si esta persona sobrevive a ese proceso merece la libertad, pues ha cumplido con su condena. A continuación, te presentamos las historias de algunos afortunados que derrotaron a la muerte.
William Duell.
En 1740, el inglés William Duell estaba por cumplir los 17 años cuando lo condenaron a morir en la horca por la violación y asesinato de una joven. A finales de septiembre del mismo año, Duell enfrentó su destino en la horca junto a otros cuatro jóvenes en la localidad de Tyburn, una pequeña aldea ubicada en el condado de Middlesex.
Tras pasar 20 minutos colgado, los encargados de la ejecución cortaron la cuerda y enviaron el supuesto cadáver a una escuela de medicina. Cuando los estudiantes se disponían a disecar el cuerpo de William Duell, observaron que aún respiraba. Varias horas después el joven se recuperó por completo y estaba más vivo que nunca.
La noticia provocó gran conmoción en la comunidad, y las autoridades lo llevaron a prisión nuevamente. Dado que cumplió su condena en la horca, no podían hacer una segunda ejecución por lo que terminaron exiliándolo para siempre de Inglaterra.
Joseph Samuel.
En 1801, un inglés exiliado en Australia llamado Joseph Samuel hurtó algunos bienes en la propiedad de una mujer acaudalada. Por si fuera poco, también lo culpaban por el asesinato de un oficial. Samuel admitió el robo, pero en todo momento negó ser el asesino del policía. Su confesión no le evitó la pena máxima por sus acciones y las autoridades lo condenaron a la horca.
Cuando lo iban a ejecutar, la cuerda simplemente se rompió. En el segundo intento la cuerda se soltó. Y en la tercera, que debía ser la vencida, la cuerda volvió a romperse. En ese momento las autoridades concluyeron que Dios intervenía para que no ejecutaran a Joseph Samuel, por lo que decidieron condenarlo a cadena perpetua.
Romell Broom.
En 1984, el estadounidense Romell Broom cayó en prisión acusado de asesinato, secuestro y violación de dos niños. Una de sus víctimas era una niña de 14 años de edad que se dirigía a jugar fútbol americano cuando fue raptada por Broom. En un intento por demostrar la supuesta inocencia de este sujeto, en 2003 la defensa solicitó nuevos exámenes de ADN, pero todo resultó negativo.
Así, el 15 de septiembre de 2009 las autoridades agendaron la fecha de ejecución de Romell Broom, quien moriría por inyección letal. El equipo responsable de ejecutar al criminal demoró aproximadamente dos horas intentando obtener una vía intravenosa, por dónde suministrarían las sustancias. Jamás tuvieron éxito y la ejecución se aplazó.
Esta falla en el procedimiento abrió la puerta para que los abogados de Broom argumentaran que su cliente sufrió un castigo inhumano durante el intento de ejecución. Esto dio pie a un movimiento que busca modificar las leyes de la inyección letal en los Estados Unidos. Broom espera una respuesta al recurso legal desde 2011.
Anne Greene.
El caso de Anne Greene es uno de los más famosos entre las historias de ejecuciones fallidas. En el siglo XVII, Anne Greene trabajaba como servidumbre cuando terminó embarazada del hijo de su patrón. Con el fin de proteger al bebé, la mujer siempre negó el embarazo. Cuando estaba por cumplir el quinto mes de gestación, Anne experimentó problemas de salud en el trabajo y terminó abortando. Para evitarse problemas, ocultó el feto entre cenizas y tierra.
En esa época, una madre soltera era mal vista por la sociedad y más si llegaba a esconder su embarazo. Peor aún, si decidía ocultar un aborto espontáneo se le consideraba una infanticida.
Los actos de Anne Greene finalmente salieron a la luz y la condenaron a morir en la horca en el patio del castillo de Oxford. Tras la ejecución, los encargados recogieron el cadáver y lo trasladaron a la facultad de medicina para su disección. Como sucedió con William Duell, los estudiantes de medicina detectaron un ligero movimiento en el pecho de Anne.
Lo que era una disección se convirtió en un procedimiento de reanimación mediante transfusiones y cataplasmas. La mujer logró sobrevivir a su encuentro con la muerte.
¿Acaso estos cuatros individuos tuvieron suerte, o simplemente se trató del destino? Tal vez nunca sepamos las respuestas, mientras tanto ya pasaron a la historia por sobrevivir a la pena de muerte.
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