El gran incendio de Londres es otra catástrofe increíble que tuvo como escenario a la capital inglesa. El 2 de septiembre de 1666 un empleado de Thomas Farriner, el panadero real, se levantó en la madrugada por un olor a quemado proveniente de la cocina. Tras despertar a toda la familia de su patrón, que habitaba la misma residencia de Pudding Lane en las inmediaciones del puente de Londres, escaparon como pudieron de las llamas.
El devastador incendio que arrasó Londres.
De esta forma tan trivial inició el incendio más devastador en la historia de Londres. Cuatro días después de un fuego que consumía todo a su paso, una tercera parte de la ciudad quedó reducida a cenizas. El 20% de la población londinense se quedó sin techo, y la reconstrucción demoraría medio siglo.
Desafortunadamente, el Gran incendio de Londres resultó una catástrofe anunciada. Cuando los normandos conquistaron el territorio de Inglaterra en el año 1066, la actual Londres pasó por una intensa transformación urbana. En el siglo XIII, cuando la ciudad se volvió capital del reino, el crecimiento urbano se aceleró todavía más.
Tragedia anunciada.
Las estrechas calles londinenses y la prevalencia de construcciones a base de madera empezaron a preocupar al gobierno años antes de la tragedia. En la ciudad se volvieron comunes los incendios de menor tamaño, aunque en esa época los londinenses no veían al fuego como el enemigo número uno. Después de todo, tan sólo dos años antes del Gran incendio de Londres un brote de peste bubónica se cobró 68 mil víctimas en la capital inglesa.
Sin embargo, en la mente de los londinenses los incendios eran una amenaza latente. Sobre todo, porque durante la guerra franco-española la Mancomunidad de Inglaterra atacó a Países Bajos incendiando puertos y ciudades. Y con los ánimos caldeados, siempre cabía la posibilidad de represalias.
En el libro The Great Fire of London 1666, el historiador Adrian Tinniswood menciona que la presión atmosférica y la temperatura de la época propiciaron las condiciones ideales para que se desatara el infierno.
El Gran incendio de Londres es una de las denominadas «catástrofes perfectas». Los informes especifican que el clima en septiembre de 1666 resultó particularmente seco y ventoso. Y lo peor es que Londres se preparaba para hacer frente al invierno. Tiendas, almacenes y residencias particulares estaban repletas productos inflamables como grasa, leña y carbón.
La supuesta conspiración de la Iglesia Católica.
Por si fuera poco, la situación política y religiosa de la región estaba en su peor momento. El país estaba saliendo de una traumática guerra civil (1642-1651) y una mala experiencia republicana de un septenio. En 1658 restablecieron la monarquía, y con el ascenso al trono de Carlos II se vivían épocas de reconciliación con el Vaticano, una relación rota desde hacía más de un siglo.
Entre los ingleses prevalecía ese espíritu anticatólico que forjaron desde el siglo XV. Por si fuera poco, dos enemigos de Inglaterra figuraban como potencias católicas en el vecindario: España y Francia. Esto produjo una extraña mezcla entre religión y patriotismo. Al analizar la atmósfera política desde esta perspectiva, no resulta extraño que una de las teorías de conspiración argumentara que los católicos provocaron el incendio.
Hasta 1831, esta versión de los hechos estaba debidamente registrada en el monumento construido en honor al incidente. Esta columna dórica llamada «El Monumento» aún existe y da nombre a la estación local del metro. Sin embargo, católicos y protestantes sufrieron las mismas vicisitudes en los días del incendio.
Extinguiendo el Gran incendio de Londres.
Thomas Bloodworth, alcalde de Londres, actuó con negligencia al demorar los esfuerzos para combatir el incendio. Necesitaban una línea de control que permitiera contener el fuego, con la consecuente demolición de viviendas. Se dice que apenas supo sobre el incidente, el alcalde le restó importancia afirmando que podía extinguirlo con los orines de una mujer.
El historiador Jacob F. Field, de la Universidad de Cambridge, menciona que el titubeo de Bloodworth «atendía a la preocupación de los costos que acarrearían las demoliciones, situación comprensible en el caótico escenario que reinaba en la ciudad. Para que nos hagamos una idea del pandemónium, en esa época Londres tenía 500 mil habitantes y al menos 100 mil se quedaron sin hogar».
En el transcurso de 24 horas, las llamas casi alcanzaban la Torre de Londres. Este castillo fortificado servía como prisión y allí mismo se guardaba un inmenso arsenal de pólvora. Field cree que, si el incendio hubiera alcanzado la torre, toda la ciudad hubiera estallado.
Intervención de Carlos II.
Afortunadamente, Bloodworth recibió la orden expresa del rey para iniciar los trabajos de demolición y contener el fuego. Los habitantes de Oxford, a 64 kilómetros de la capital, observaron la espesa nube de humo sobre Londres. En las calles se observaban cientos de carretas repletas de pertenencias que los habitantes lograban rescatar.
El incendio estaba tan descontrolado que las brigadas para combatir el fuego, lideradas por el propio Carlos II, no resultaron efectivas. El fuego avanzó hasta zonas importantes como la Catedral de San Pablo. Afortunadamente, la suerte de los londinenses mejoró cuando el viento sopló en otra dirección, específicamente hacia los márgenes río Támesis. Aunado a la presencia de una muralla defensiva en la ciudad y la intensificación de los esfuerzos para contener el fuego, el incendio cedió.
Para el quinto día lo declararon oficialmente extinto. Arrasó con 176 hectáreas de mancha urbana y dejó un perjuicio económico gigantesco, tal y como lo temía Bloodworth.
El Gran incendio de Londres y el daño a la economía británica.
La principal bolsa de comercio de Londres, el Royal Exchange, y la sede de la aduana fueron reducidas a cenizas, lo que paralizó el sistema financiero y la economía. Tinniswood señala que ni siquiera Nueva York resultó tan afectada con los atentados del 11 de septiembre. Gran parte de la población afectada por el incendio pagaba alquiler, y era imposible que hicieran frente a los costos de reconstrucción. Lo perdieron todo. Pasaron casi siete años hasta que un número significativo de viviendas volvió a estar de pie.
Gran parte de la zona afectada por el Gran incendio de Londres actualmente comprende el distrito financiero City. Una región que concentra a las instituciones financieras del reino y por sí sola contribuye con casi el 3% del PIB de Gran Bretaña. La zona cero del incendio, Pudding Lane, aún existe y es un sitio abarrotado por edificios de oficinas. Allí puede encontrarse una placa, instalada por el Sindicato de Panaderos de Londres, que recuerda el lugar donde se ubicaba la panadería de Thomas Farriner.
La investigación.
El gobierno inglés trabajó activamente en la reconstrucción del Gran incendio de Londres, generando una cantidad enorme de documentos que hoy facilitan la investigación de la tragedia. Las teorías de conspiración se disiparon cuando trazaron el origen del incendio hasta la panadería de Thomas Farriner.
El diario de Samuel Pepys.
Sin embargo, el crédito por el mayor reportaje del evento es de un burócrata llamado Samuel Pepys. En su diario especificó que, al principio, creyó que se trataba de un incendio ordinario. Sin embargo, la advertencia de un empleado lo llevó a levantarse de la cama y recorrer la ciudad para atestiguar los eventos. En las notas de este hombre se detalla la huida de los habitantes e incluso la desesperación de los pájaros que no lograban volar en medio de aquel infierno.
Carlos II supo de la peligrosidad y magnitud del incendio gracias a Pepys, a quien encomendó los esfuerzos para extinguirlo. Al mismo tiempo, el hombre atendió la seguridad de su familia mientras las llamas avanzaban hacia su hogar. El diario de sus observaciones y otros objetos de valor quedaron con amigos en zonas más seguras de la ciudad. Pero también cuidó de su bodega, enterrando vino y queso en su propio patio.
Los muertos del Gran incendio de Londres.
Probablemente te estás preguntando la cantidad de víctimas fatales que se cobró el Gran incendio de Londres. Este es uno de los mayores enigmas sobre el incidente, pues la versión oficial es de apenas seis personas muertas. Dicha estadística se basó en los registros de nacimiento, un privilegio que en el siglo XVII sólo gozaba la clase alta. Por eso, se sospecha que muchos indigentes desaparecieron durante la tragedia.
En aquella época las iglesias se encargaban de administrar los registros de nacimientos y defunciones. Si tomamos en cuenta que 87 de las 109 Iglesias que había en Londres se quemaron, es imposible hacer un conteo exacto. Además, muchos cuerpos pudieron quedar reducidos a cenizas.
Por otro lado, tenemos a las víctimas indirectas. Con tantas personas sin hogar, varias partes de Londres se convirtieron en campamentos de refugiados. Este hacinamiento contribuyó a la proliferación de enfermedades, particularmente durante el inclemente invierno de Londres.
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