En 1949, la opinión pública en el Reino Unido se conmocionó tras las declaraciones de John George Haigh. Este sujeto confesó el asesinato de nueve personas, argumentando que subsistía gracias a la sangre de sus víctimas. Mientras estaba recluido, un grupo de psiquiatras intentó averiguar sus motivos y Haigh describió una peculiar pesadilla.
Frente a mí encontré un bosque de crucifijos que gradualmente se transformaron en árboles. A simple vista parecía que, de las ramas de estos árboles, emanaba lluvia o rocío, pero al acercarme me di cuenta que era sangre.
A medida que el sueño de Haigh transcurría, “el bosque empezó a retorcerse mientras los oscuros árboles supuraban sangre”. Entonces, el asesino observó a “un hombre dirigirse a cada árbol para recoger la sangre”.
Cuando la copa se llenó, se acercó a mí. ‘Bebe’, dijo, pero yo no podía moverme. El sueño empezaba a desvanecerse. Aún me sentía mareado, pero estiré los brazos con todas mis fuerzas hacia la copa.
Tras el debido juicio, el tribunal encontró a John George Haigh culpable por el asesinato de seis personas. Jamás buscó que lo vieran como un hombre inocente, y afirmó con toda seguridad que había otras tres víctimas.
Una sed insaciable.
Además, también mencionó que no pudo saciar su sed. Atormentado por aquellas manos que observó en su sueño, las mismas que sostenían la copa, una “sed terrible” lo fue consumiendo. Dijo que esta sed no era conocida por ningún otro hombre moderno, y que jamás lo abandonó a pesar de que aumentó el número de víctimas.
Haigh señaló que buena parte de su infancia estuvo dominada por estos sueños con sangre, mismos que regresaron en 1944 tras un accidente de tráfico. Sus pesadillas con sangre se transformaron en una realidad macabra tras convencer a sus víctimas de acompañarlo a una zona remota.
Allí las mataría y luego bebería su sangre, para después colocarlas en un contenedor con ácido sulfúrico. Una vez que el cuerpo se convertía en lodo, era mucho más sencillo deshacerse de la evidencia.
Con los cadáveres disueltos y ante la incapacidad de practicar la debida autopsia, el tribunal no tuvo más que confiar en la veracidad del testimonio proporcionado por Haig respecto a su ritual de vampirismo. Es este detalle lo que pone en tela de juicio la validez de esta confesión.
Probable engaño.
Es indudable que Haigh actúo como un asesino serial despiadado, pero muchos consideran que inventó la parte de beber sangre humana para que lo declararan demente y salvarse de la pena de muerte. Durante el juicio llegó a beber su propia orina para enfatizar su desconexión con la realidad. Sin embargo, este sujeto pasó por prisión varias veces y se volvió famoso en el mundo criminal por sus estafas.
Por eso, muchos creen que los atroces homicidios perpetrados por John George Haigh fueron motivados por razones financieras ocultas. Se supo que vendió las pertenencias de sus víctimas, y que las fechas de los crímenes coincidían con sus épocas de bienestar económico. En un intento por refutar la evaluación de estos crímenes, admitió más casos de vampirismo de lo que el tribunal pudo corroborar.
¿Por qué una persona reclamaría actos tan brutales, si jamás fue consumido por esa supuesta sed insaciable?
En 1924, un escritor británico de ocultismo llamado Ralph Shirley aseguró que el vampirismo era un fenómeno mucho más común de lo que imaginaban. Señaló que los presuntos vampiros eran consignados a “asilos de locos”, un movimiento que limitaba la conciencia del público respecto a lo que él mismo consideraba una amenaza real.
Muchos investigadores consideran que Haigh era un demonio sediento de sangre humana. A principios de la década de 1970, el escritor Basil Copper aseguró que, tras un extenso análisis de las declaraciones proporcionadas durante el juicio, no le quedaba duda de que John George Haigh era un “humano deforme, un vampiro depredador cuya sed de sangre se sacio al menos en seis ocaciones.
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