La extinción masiva de hace 359 millones de años, evento que puso fin al periodo Devónico e inició el Carbonífero, pudo ser consecuencia de eventos astronómicos extremadamente violentos en nuestra vecindad cósmica. Es lo que sugiere un nuevo estudio realizado por un equipo de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos.
El artículo, publicado en la renombrada revista Proceedings of the National Academy of Sciences, pondera un escenario en el que los rayos cósmicos emitidos por supernovas próximas a la Tierra diezmaron la vida en el planeta durante decenas de miles de años. El hallazgo de isótopos radiactivos, de plutonio-244 (Pu-244) y samário-146 (Sm-146), en rocas formadas durante esa época parecen confirmar la teoría.
“Estos isótopos no se producen de forma natural en la Tierra, y la única forma de que llegaran hasta este lugar es través de explosiones cósmicas”, señala en un comunicado Zhenghai Liu, investigador y colaborador del estudio.
Extinción masiva por supernova.
Tras la aparición de evidencia que sugería un largo evento de destrucción del ozono, en el que las plantas se quemaron con luz ultravioleta, los investigadores se enfocaron en la extinción masiva del Devónico.
“Las catástrofes que se originan en la Tierra, como el calentamiento global o actividad volcánica a gran escala, también son capaces de destruir la capa de ozono. Sin embargo, no existe evidencia conclusiva de que [estos eventos] ocurrieran en el periodo de tiempo en cuestión”, señala Brian Fields, profesor de astronomía de la Universidad de Illinois y líder del estudio. “Proponemos a una o más explosiones de supernovas, aproximadamente a 65 años luz de la Tierra, como responsables por la pérdida prolongada del ozono”.
El equipo también consideró otros sospechosos destructores de ozono, como la radiación gamma, erupciones solares o el impacto de meteoritos. Sin embargo, ninguno tiene suficiente duración para provocar una extinción masiva de la vida en nuestro planeta.
Por otro lado, la devastadora explosión de una supernova tiene poder suficiente para provocar algo de esta naturaleza. A una distancia de 65 años luz de la Tierra, la explosión de una supernova se traduciría en un baño inmediato de rayos X, ultravioleta y gamma totalmente perjudiciales para la vida.
Evento catastrófico.
Por si fuera poco, los efectos del evento influirían en todo el Sistema Solar, exponiendo a nuestro planeta a una extensa radiación de rayos cósmicos acelerados por la supernova. Los daños a la capa de ozono y superficie terrestre podrían extenderse durante 100 mil años. En la actualidad, el riesgo más significativo de recibir el impacto de una supernova es tras la explosión de la estrella Betelgeuse, ubicada a unos 600 años luz de la Tierra.
Como mencionamos anteriormente, los investigadores respaldaron esta teoría buscando Pu-244 y Sm-146 en rocas que datan de aquella época. El equipo busca definir un patrón de evidencia en el registro geológico que apuntaría a las explosiones de supernovas.
“El mensaje más importante del estudio es que la vida en la Tierra no existe de forma aislada. Somos miembros de un Cosmos mucho más grande, un Universo que interviene en nuestras vidas (a veces de forma imperceptible y otras ferozmente)”.
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