Adrian Carton de Wiart, a través de cuatro guerras en seis décadas, demostró ser uno de los soldados más rudos en la historia. Wiart es el auténtico John Rambo del mundo real. Para la mayoría, quedar tuerto y manco serían motivos suficientes para retirarse de los campos de batalla. Pero para Sir Adrian Carton de Wiart, un hombre de raíces belgas que se desempeñó como oficial de la Marina Real británica, la única forma de abandonar la batalla era estando tres metros bajo tierra.
Peor aún, este hombre sobrevivió a numerosos accidentes aéreos, escapó varias veces de los campos de prisioneros de guerra en Italia y se fracturó la espalda. Pese a todas estas maldiciones, Wiart se mantuvo completamente firme y dedicado al servicio militar. Vivía tan enamorado de la guerra que en sus memorias jamás llegó a mencionar que se había casado con una condesa austriaca con la que llegó a procrear dos hijas.
De hecho, sus memorias estuvieron dedicadas casi exclusivamente a sus hazañas de guerra. En una obra titulada Happy Odyssey, queda más que claro que Adrian Carton de Wiart vivió para el combate. En estos párrafos recuerda los pensamientos que tuvo cuando estalló la Segunda Guerra Bóer entre el Reino Unido y los fundadores de las repúblicas independientes del Estado Libre de Orange y la República Sudafricana (los bóeres), en el nordeste de Sudáfrica en el año de 1899.
“En aquel entonces, supe de forma definitiva que la guerra me corría por las venas. Si los británicos no me aceptaban, me integraría con los bóeres”.
Adrian Carton de Wiart: nacido para la guerra.
Adrian Carton de Wiart nació en 1880 en el seno de una familia de aristócratas, en Bélgica. Sin embargo, alguna vez surgió el rumor de que era hijo de Leopoldo II de Bélgicagenocida del Congo, el . Independientemente de sus orígenes, desde muy pequeño Wiart mostró una mentalidad adelantada a su edad, principalmente por su gran arrojo.
El vaivén entre Carton de Wiart y la muerte empezó cuando todavía era un adolescente, después que abandonó sus estudios en la Universidad de Oxford para enlistarse en el ejército británico, allá por 1899. Mintió respecto a su nombre y edad para poder participar en la Segunda Guerra Bóer y poco tiempo después iba camino a Sudáfrica. En este conflicto recibió disparos en la ingle y el estómago que le imposibilitaron seguir en batalla, por lo que tuvo que ser regresado a Inglaterra para su recuperación.
Se reincorporó al servicio militar en Sudáfrica en 1901. En esta ocasión se presentó con su nombre real y sirvió como oficial comisionado hasta el final de la guerra en 1902.
Cinco años después le otorgaron la ciudadanía británica y durante varios años se involucró con la aristocracia local, y como no había una guerra donde le pudieran meter varias balas en el cuerpo se dedicaba a la cacería de aves y zorros en diversas regiones de Europa. También se consiguió una esposa y formó una familia.
Pero aquellos monótonos años de aburrimiento para Carton de Wiart llegarían a su fin en 1914, cuando el mundo empezó a convulsionar por la Primera Guerra Mundial.
Carton de Wiart en la Gran Guerra.
De regreso al servicio militar, la primera campaña en la que participó tenía como objetivo apaciguar una rebelión en Somalilandia. En esta batalla formaba parte del Somaliland Camel Corps, que hacían frente a las fuerzas del líder somalí Mohammed Abdullah Hassan, personaje que los británicos habían apodado “Mad Mullah”.
Pese a que los británicos se anotaron una victoria al apoderarse de un fuerte somalí, Carton de Wiart no tenía mucho que celebrar. Recibió dos disparos en la cara que terminaron costándole el ojo izquierdo y un trozo de la oreja en el mismo lado. Curiosamente, los combatientes del lado somalí también perdieron algunas partes del cuerpo cuando Mad Mullah decidió castrarlos como castigo por haber perdido la batalla.
Aunque Carton de Wiart había perdido un ojo, terminó recibiendo una Medalla por Servicio Distinguido de Defensa y un ojo de cristal como premio de consolación. Pero rápidamente se dio cuenta que aquel trozo de vidrio en la cavidad ocular no hacía más que molestarlo, y así terminó arrojándolo por la ventana de un taxi para sustituirlo por un parche negro.
“Honestamente, me parece que haber perdido un ojo fue una bendición para él, pues le permitió ir de Somalilandia a Europa, precisamente donde se encontraba la acción”, habría declarado Lord Ismay, quien luchó hombro a hombro con Carton de Wiart en Somalilandia.
Segunda Batalla de Ypres y una mano menos.
A comienzos de 1915, este hombre ya se encontraba ensuciándose de lodo en las trincheras del frente occidental. Durante un bombardeo de artillería alemana terminó por perder la mano izquierda en la Segunda Batalla de Ypres. De acuerdo con sus memorias, decidió arrancarse los dos dedos que le quedaban después que un médico se negó a amputarlos. Poco tiempo después, un cirujano terminó por retirarle la mano completamente destrozada.
Como si nunca le hubiera sucedido nada, continuó peleando en la Batalla del Somme, época en que sus hombres recordaron la figura de un valeroso líder que sacaba los seguros de las granadas con los dientes y arrojaba los explosivos con la única mano útil hacia la ubicación del enemigo.
Campaña en La Boisselle, 1916.
Por si fuera poco, figuró por sus acciones en batalla durante un asalto a la localidad francesa de La Boisselle en 1916: para ese entonces, tres comandantes de unidades del 8th Battalion Gloucestershire Regiment habían sido abatidos. Carton de Wiart tomó el mando de las tres unidades al mismo tiempo y logró frenar el avance de las unidades enemigas.
Por la valentía mostrada en el campo de batalla, a la edad de 36 años Carton de Wiart se hizo acreedor a la Victoria Cross. Pero de forma totalmente humilde, en sus memorias no se adjudicó este premio pues “el mérito es del 8th Glosters, por cada hombre que hizo tanto como yo”.
Como sucedió en La Boisselle, la admirable capacidad de Carton de Wiart para liderar en el frente algunos de los peores infiernos que se desataron durante la Gran Guerra explica la cantidad de heridas graves que sufrió. Por ejemplo, cuando se encontraba en las trincheras de la Batalla Delville Wood recibió un disparo “mortal” en la parte posterior de la cabeza, pero terminó sobreviviendo.
Atracción por la guerra y el peligro.
En batallas subsecuentes, las balas se dirigieron a la cadera, tobillo y pierna, pero tras una convalecencia normal volvía a recuperar la completa movilidad. La última herida de bala que recibió fue relativamente superficial, en una oreja. A pesar de haber perdido varios fragmentos de su cuerpo, alguna vez declaró: “honestamente, disfruté la guerra“.
Y donde quiera que se levantaba una guerra en la que los ingleses pudieran intervenir, podías estar seguro de que en el lugar del conflicto encontrarías a Adrian Carton de Wiart. Entre 1919 y 1921 lideró los esfuerzos de Gran Bretaña para ayudar a Polonia, que estaba sumida en una serie de conflictos provocados por la codicia del territorio; aquí participaban bolcheviques soviéticos, ucranianos, lituanos y checos.
En 1919 también sobrevivió a dos accidentes aéreos, en uno de los cuales terminó convirtiéndose en prisionero de los lituanos durante un breve periodo de tiempo.
Posteriormente, en agosto de 1920, los cosacos pretendían tomar su tren de observación. Les hizo frente con nada más que un revólver y la única mano que le quedaba. Durante aquel tiroteo, Carton de Wiart terminó cayendo sobre los rieles, pero se volvió a subir al tren en movimiento y entonces se ocupó de los bandidos que quedaban.
La vida de Carton de Wiart en Polonia.
Carton de Wiart quedó maravillado con Polonia y cuando ganaron la guerra en 1921 decidió establecerse entre la comunidad polaca. En 1923 se retiró del servicio militar con el rango honorario de general de división y los próximos 15 años no hubo un solo día en que faltara al campo de tiro en Polonia.
Desafortunadamente, aquel lapso de paz duró muy poco para los polacos que sufrían las embestidas de la Alemania nazi y también de los soviéticos durante la primera fase de la Segunda Guerra Mundial. Carton de Wiart tuvo que huir de Polonia para dirigirse a Gran Bretaña, donde se reintegró a las filas del ejército británico.
Estalla la Segunda Guerra Mundial.
De vuelta a las andadas, lo enviaron a Noruega para que liderara una fuerza anglo-francesa en 1940. Pero su llegada marcó el destino de una misión catastrófica. El hidroavión en que se transportaba fue obligado a aterrizar en un fiordo tras recibir el ataque de un avión de combate de bandera alemana.
Fiel al estilo “Carton de Wiart”, se negó a entrar en una balsa pues, desde su perspectiva, se convertiría en blanco fácil. Prefirió quedarse junto al hidroavión hasta que la aeronave enemiga literalmente se quedó sin balas y se alejó volando. Posteriormente, enviaron un barco de la marina para transportarlo a la costa.
Decepción en Noruega.
Carton de Wiart no vería mucha acción en Noruega. La fuerza a la que se enfrentó era superior no sólo en armamento, sino también en número. Pese a esto, bajo su mando la fuerza logró atravesar las montañas y alcanzar el fiordo de Trondheim bajo los constantes bombardeos de La Luftwaffe alemana, resistiendo los ataques de artillería de la marina y evadiendo a las tropas de esquí nazis.
Finalmente, la Royal Navy logró hacer una extracción de los hombres en Noruega de forma segura y Carton de Wiart regresó a Gran Bretaña con 60 años encima.
Prisionero en Italia.
En abril de 1941, Winston Churchill encomendó a Carton de Wiart el mando de una misión en Yugoslavia. Pero nunca llegó a destino. Cuando se dirigía a territorio yugoslavo a través de Malta, el bombardero Wellington que lo transportaba se precipitó al Mediterráneo. Junto con la tripulación de la British Royal Air Force, terminó refugiado en el ala de la aeronave hasta que el fuselaje empezó a hundirse.
Posteriormente, el Adrian Carton de Wiart de 61 años ayudó a un compañero herido a nadar kilómetro y medio hasta tierra firme. Apenas llegaron a la costa, oficiales italianos los tomaron prisioneros. Wiart y otros trece oficiales de alto rango fueron enviados al castillo de Vincigliata, en las inmediaciones de Florencia.
El gran escape.
En ese lugar se organizó algo parecido a “The Great Escape“, pero protagonizado por personas de la tercera edad. Los prisioneros se negaban al cautiverio y buscaron diversas formas de llevar a cabo un escape. Completamente decididos a lograrlo, llegaron a excavar un túnel de casi 20 metros a través de un lecho de roca durante siete intensos meses de trabajo hasta que, en marzo de 1943, seis prisioneros lograron fugarse.
Se hicieron pasar por campesinos italianos, pero era imposible que un hombre manco con un parche en el ojo pasara inadvertido, por lo que Carton de Wiart regresó a su cautiverio tras ocho días de fuga. Sin embargo, la guerra todavía no sé terminaba y aún le quedaban más ideas para escapar.
En determinado momento los italianos tomaron la decisión de cambiar de bando y trasladaron a Carton de Wiart junto con otros prisioneros a Roma para que ayudaran en las negociaciones con los Aliados.
Carton de Wiart viaja a China.
El 28 de agosto de 1943 este sujeto regresó a Gran Bretaña pero apenas estuvo ahí un mes cuando le asignaron una nueva misión, esta vez como un representante de Winston Churchill frente al líder chino Chiang Kai-Shek. Antes de ir a China, Wiart acompañó a Kai-Shek a la Conferencia de El Cairo, donde los Aliados discutirían el futuro de Japón tras la guerra.
Tras aquella reunión, Carton de Wiart se quedó en China durante cuatro años donde tuvo la fortuna de volver a experimentar otro accidente aéreo.
En 1947 se retiró de forma definitiva del servicio militar, pero no sin antes recibir una grave lesión de despedida. Cuando regresaba de China a Inglaterra, hizo una parada en Rangún donde terminó cayendo por unas escaleras, rompiéndose la espalda y quedando inconsciente en el lugar.
Durante la operación, los médicos fueron capaces de retirarle una gran cantidad de metralla que se encontraba alojada en su cuerpo destrozado por los días de batalla.
Adrian Carton de Wiart puede ser el soldado más desafortunado que haya vivido, pero para los amantes de la guerra es una leyenda que inspira respeto. Cuando se encontraba en el retiro, publicó sus memorias y pasó el resto de sus días pescando antes de morir en completa paz en 1963, a los 83 años de edad.