Cuando se habla de una princesa, solemos remitir la imagen que Disney nos ha formado de estos personajes: mujeres inocentes, delicadas y en ocasiones sumisas que deben atravesar una serie de vicisitudes para alcanzar la felicidad junto al hombre amado. Sin embargo, quizá no sepas que existe una serie de princesas que, debido a su comportamiento problemático y a sus polémicas acciones, jamás podrás encontrar en el universo de Disney.
Échale un vistazo a estas tres historias, seguramente te cambiarán el concepto que tienes de las “princesas”.
Isabelle Eberhardt.
La historia nos presenta a otra dama que vivió más allá de su tiempo, una mujer que desafió los conceptos relacionados a la moral, la razón e incluso a las leyes. Criada en el seno de una familia rusa anarquista, Isabelle salió de Europa rumbo a África, donde experimentó aventuras fantásticas, entre las que se incluyen su participación en una secta islámica y movimientos políticos, su casi asesinato y una muerte trágica en el medio del desierto.
En vida, Isabelle adoptó diversos apodos. El primer libro que publicó lo firmó bajo el nombre de un tal Nicolas Podolinsky – era una obra con temas bastante escabrosos como la necrofilia, el título era “Sensualidad sepulcral”. En su vida social y amorosa, le gustaba que le llamaran Nadia. Mientras que los jefes de las tribus que conoció la referían como Mahmoud Saadi.
Inteligente y totalmente entregada al islam, Isabelle hablaba de forma fluida 7 idiomas a los 20 años y, a medida que pasó el tiempo, se convirtió en una experta en el idioma árabe – se dice que las escuelas locales le ofrecían trabajo cuando la escuchaban hablar.
De carácter fuerte.
Otra cosa que definía el comportamiento de Isabelle era su adicción al alcohol, el tabaco y el hachís. A lo largo de su vida, Isabelle tuvo gran cantidad de amoríos, enfrentó policías en batallas peligrosas, despilfarró mucho dinero y siempre la reconocían por su fuerte temperamento.
Sin embargo, también fue un humano que vivió buscando su función en la sociedad, su papel en el mundo. Se desempeñó como periodista y escritora, elaborando guías de turismo donde dedicaba el tiempo a mostrar los maravillosos lugares más allá de Europa y, aunque en cierto momento le solicitaron trabajar como informante en Francia y también en Argelia, Isabelle jamás demostró interés en esta clase de actividad.
Pese a esto, fue víctima de un atentado y un ataque por un supuesto espía de Francia. Aquel acontecimiento le dejó heridas de gravedad, pero Isabelle se las arregló para salir adelante y, desde entonces, guardaba el sable que casi le quita la vida como una especie de trofeo.
Esta joven heroína rusa murió a la temprana edad de 27 años, cuando un fragmento gigantesco de hielo se derritió en las montañas e inundó el desierto donde vivía. En el instante de su muerte, Isabelle conversaba con su esposo, aunque algunos historiadores afirman que el hombre la abandonó para salvar su propio pellejo.
Manuela Sáenz.
Manuela fue producto de una relación fuera del matrimonio en el año de 1797, una época donde este comportamiento era profundamente juzgado por la iglesia y por la sociedad. Rebelde por naturaleza, Manuela solía evitar la convivencia social y rechazaba abiertamente las reglas de la religión. Desde muy temprana edad trabajó en la crianza de los caballos, y cuando llegó a la adultez contrajo matrimonio con un hombre llamado James Thorne, oriundo de Inglaterra.
La idea de esta unión conyugal era que, al encontrar un “buen partido”, Manuela se convertiría en una mujer menos problemática. Como debes suponer por la naturaleza rebelde de esta mujer, la táctica terminó siendo un completo fracaso. Con apenas 26 años, Manuela dejó a su esposo y se unió a un grupo de aventureros.
Tras una época sin rumbo fijo, Manuela ingresó al ejército y alcanzó el grado de general cuando reconocieron su habilidad para recolectar información especialmente en la ciudad de Lima, en Perú. Como miembro del ejército, Manuela formó parte de varios viajes peligrosos – algunos de los cuales tuvo que hacer a pie. Vio acción en la Batalla de Ayacucho, sumamente importante en los eventos que llevaron a la independencia.
Para demostrar que había sido partícipe de la batalla, Manuela transportaba el bigote de un enemigo al que había dado muerte con sus propias manos. Solía utilizar este bigote en los bailes de máscaras. Estas peculiaridades, y el hecho de que tuviera un oso como mascota, generaban que Manuela tuviera muy pocos amigos.
La amante de Bolívar.
Como si esto no fuera suficiente, Manuela formaba parte del grupo de amantes de Simón Bolívar. Sin embargo, a diferencia de las otras el líder político la consideraba su favorita. En un par de ocasiones llegó a salvar la vida de su compañero, aunque Bolívar dijo que se había salvado por su cuenta en la segunda ocasión.
Como la mujer rebelde que era, Manuela solía vestir ropa de hombre para imponer respeto. En múltiples ocasiones la policía la llevó a prisión, pero era tan hábil que siempre lograba escapar con facilidad del cautiverio. Los policías sabían que para detener a Manuela se necesitaba una vigilancia más sofisticada.
Es importante recordar que Manuela seguía siendo una mujer casada. Y quizás sea innecesario explicarlo, pero ella tenía un punto de vista bastante diferente a la norma sobre la monogamia y la estructura familiar. En la correspondencia que solía enviarle a su esposo, Manuela hablaba de su relación con Bolívar sin tapujos. En una de estas cartas, le pide: “no vivo con las preocupaciones sociales inventadas para generar tormento mutuo. Déjame, mi querido inglés. Hagamos un trato: nos casaremos nuevamente en el cielo, pero en la tierra ya no”.
James Thorne se pasó la vida enviando dinero a Manuela, que se negaba a aceptar la ayuda. Cuando quedó viuda, rechazó todo lo que le había dejado en el testamento.
En lo que respecta a Bolívar, las cartas que envió a Manuela dejaban en claro que si de alguien estaba enamorado era de ella, aunque la ocultaba en su vida. En una de estas cartas, él la llama “la libertadora del Libertador”. Manuela murió a causa de la difteria cuando tenía 64 años de edad. En 2010, de forma simbólica, la sepultaron al lado de Bolívar.
Iara.
Iara era hija de un líder espiritual en una tribu del Amazonas, y como tal la educaron para ser valiente, gentil, fuerte y bella. A diferencia de Manuela, Iara era querida por todo mundo.
Toda esta generosidad y valentía terminaron provocando que Iara eclipsara, aunque no de forma intencional, a sus hermanos mayores. Preocupados por su reputación, los hermanos creyeron que la mejor forma de poner solución al problema era, evidentemente, asesinando a su hermana. A sabiendas de que incluso juntos no eran rival para Iara, esperaron a que durmiera profundamente.
El plan nos les resultó y, apenas intentaron acercarse a Iara, despertó y con un solo golpe les quitó la vida para defender la propia. Esta tragedia tuvo una repercusión profundamente negativa en el padre de Iara que, además de no creer que su hija había matado a sus hermanos en legítima defensa, ordenó que todos los miembros de la tribu la cazaran.
La vida como un pez.
Cuando la persecución llegó a su fin, Iara cayó en manos de su propia tribu que la arrojó a un río, donde debería haber muerto ahogada. En ese momento fue que dio inicio su vida como una sirena, cuando se convirtió en un ser mitad humano y mitad pez.
Pero Iara no era una sirena cualquiera, tenía poderes superiores y solía enloquecer a pescadores desprevenidos cuando empezaba a cantar. Su canto era tan bello y la sirena tan hermosa que estos hombres terminaban hipnotizados por la belleza de aquella visión, volviéndose locos.
Como en cualquier leyenda, existen diversas variantes sobre la historia de Iara. En las más violentas, no sólo enloquece a los pescadores sino que se los come. En unas se menciona que los pescadores eran arrastrados a las profundidades de las aguas donde vivían en una especie de harem.