La figura central de esta historia es Lilias Adie, una mujer escocesa que presuntamente se confesó practicante de la brujería y amante del demonio, y murió en prisión hace 313 años. El Centro de Anatomía e Identificación Humana de la Universidad de Dundee, en Escocia, en colaboración con la radio local de la BBC llevó a cabo una profunda investigación para conocer más sobre la vida de Adie; además, realizaron un modelo en tercera dimensión para conocer la apariencia de la famosa bruja en la época de su muerte.
“Creo que fue una persona muy inteligente y creativa. El propósito del interrogatorio y de la tortura era obtener nombres”, apunta la historiadora Louise Yeoman, de la Universidad de Dundee, en un artículo. “Lilias dijo que no podía dar los nombres de otras mujeres que participaban en las reuniones de brujas pues eran damas amables. Sólo proporcionó nombres que las autoridades ya sabían e inventó varias formas para no identificar a otras mujeres que pudieran quedar a merced de este horroroso tratamiento – a pesar que esto significó su propia muerte”.
Un rostro afable.
Cristopher Rynn, el investigador encargado de llevar a cabo la reconstrucción computarizada del rostro en 3D de Adie, menciona que en la actualidad la mujer simplemente sería considerada una víctima de circunstancias terribles. “No encontré razón alguna para poner una expresión malvada en la reconstrucción, naturalmente su rostro se fue haciendo gentil”, aseguró.
Para lograr esta reconstrucción, Rynn se apoyó en las imágenes que la Biblioteca Nacional de Escocia posee sobre el cráneo de la mujer: tras su muerte, la sepultaron en una playa de donde fue exhumada en el siglo XIX. Su cráneo pasó más de cien años en el museo de la Universidad de St. Andrews hasta que desapareció en el siglo XX.
“Reconstruir el rostro de una persona es como conocerlo y después empezar a recordar el de personas que ya conoces, como si estuvieras ajustando la expresión facial y agregando texturas fotográficas”, reveló el investigador. El resultado fue el rostro de una anciana de 60 años no muy distinta a las que pueden verse en las calles actualmente.
“Es triste pensar que sus vecinos esperaban que fuera una especie de monstruo aterrorizante cuando, de hecho, era una persona inocente que sufrió demasiado. La única cosa monstruosa aquí fue la acción de la justicia”, concluyó Yeoman.