Olga Hepnarová pasaría a la historia como miembro del siniestro grupo de asesinos en masa. La sed de venganza por todo aquello que su familia y el mundo le hicieron, resultó en un crimen atroz. El 10 de julio de 1973, mismo día de su arresto, toda la rabia contenida en Olga Hepnarová estalló más allá de los límites. Aquel día, dirigió el camión que conducía contra un grupo de 25 personas.
Las inocentes víctimas esperaban en una parada de tranvía en Praga, Checoslovaquia. Por tan abominable acto, Olga Hepnarová fue sentenciada a morir en la horca. Dicha sentencia se hizo efectiva el 12 de marzo de 1975 en la prisión de Pankrac, Praga. Apenas tenía 23 años de edad, y su castigo marcó la última ejecución de una mujer en Checoslovaquia.
Para la policía y las autoridades la muerte de la asesina marca el fin de la historia. Sin embargo, hay personas interesadas en comprender la situación que la llevó a cometer un acto tan ruin. Aunque la información sobre la historia de Olga Hepnarová es de dominio público, algunas fuentes tergiversaron la información a conveniencia.
Orígenes de Olga Hepnarová.
Olga Hepnarová nació el 30 de junio de 1951 en Praga, capital de la República Checa. Su padre era un empleado bancario y su madre se ganaba la vida como odontóloga. La escasa información sobre su infancia sugiere que se trataba de una niña promedio. Aunque, más adelante desarrolló algunos problemas psiquiátricos.
Con apenas 13 años de edad intentó suicidarse, por lo que sus padres la recluyeron en una institución mental durante un año entero. Cuando salió de este lugar, intentó llevar una vida normal. Desempeñó varios oficios, pero siempre terminaba despedida tras algún tiempo en el trabajo. El último de esos empleos, como camionera, le proporcionó las herramientas para convertirse en una asesina en masa.
El crimen.
Con pleno uso de conciencia, Olga planeó el asesinato de un grupo de personas. Ni siquiera le importaba la cantidad de víctimas, su única intención era matar a tantos individuos como fuera posible. Por eso, dirigió su camión contra un grupo de 25 ancianos que esperaba el arribo del tranvía en la calle Milady Horakova, en el distrito 7 de Praga.
Tres personas murieron en el sitio, tres más perdieron la vida el mismo día en el hospital y dos en fechas posteriores. Logró asesinar a 8 de las 25 personas que atropelló con su camión. Otras 12 víctimas resultaron con heridas graves, y el resto con algunas contusiones y raspones. La edad de todas esas personas iba de los 60 a los 79 años.
La carta de Olga Hepnarová.
Para las autoridades no quedaba duda de que era un asesinato completamente premeditado. De hecho, Olga Hepnarová redactó una carta donde exponía sus motivos. Posteriormente, envió el documento a dos de los principales periódicos de la época: el Svobodne Slovo y Milady Svet. Además de explicar a detalle lo que estaba a punto de hacer, descargó toda su culpa en el odio que recibió de su familia. También se quejó por la forma en que la sociedad la rechazó. Confesó que buscaba venganza por todo lo que sufrió en el pasado.
Esta carta se envió antes del crimen, pero el servicio postal no era tan eficiente en la época. La prensa recibió el documento dos días después del terrible asesinato en masa. Dada la existencia del documento, es lógico concluir que Olga Hepnarová planeó su crimen durante mucho tiempo. Se supo que, originalmente, consideró descarrilar o hacer estallar un tren. Lo único que anhelaba era vengarse de la sociedad.
Tribulaciones mentales.
“Soy una solitaria. Una mujer hecha pedazos. Soy aquella mujer que la gente destruyó”, escribió en la carta sugiriendo un frágil estado mental y aislamiento social. “Tenía dos opciones: suicidarme o matar a tantos como pueda. Elegí vengarme de todos aquellos que me odian”, se justificó Olga.
La carta tomó por sorpresa a los lectores, especialmente por el enorme sentimiento de rechazo social que externaba la joven. Y continúa: “sería muy fácil si abandonara este mundo suicidándome, pues nadie recordaría lo que sufrí. La sociedad es muy indiferente y, con todo el derecho, doy mi veredicto”.
Ese veredicto era: “Yo, Olga Hepnarová, víctima de la brutalidad, los sentenció a la pena de muerte”. La macabra oración resume la frustración que tenía esta mujer con la sociedad, el mundo y las personas. Evidentemente, buscaba que todos recordaran sus acciones y los motivos.
La investigación policial.
Durante el interrogatorio policial, Olga Hepnarová confesó plenamente su intención de asesinar a las víctimas. Siendo más específicos, deseaba matar a tantas personas como fuera posible. Y no la motivaban los problemas personales, sino el más puro odio hacia el mundo y la sociedad. Jamás mostró remordimiento o arrepentimiento por sus actos. De hecho, el análisis psicológico reveló que estaba plenamente consciente y en dominio de todos sus sentidos mientras perpetraba el crimen.
También se supo que el destino conspiró a su favor: sin automóviles, tranvías u otros obstáculos tenía camino libre hacia su objetivo. En ese momento se dijo a sí misma que era el momento adecuado para ejecutar su plan. Se subió a la acera, aceleró cuesta abajo y embistió a la multitud intentando derribarlos a todos.
Su terrible plan salió a la perfección. Finalmente encontró una forma de asesinar a muchas personas: pasándoles un pesado camión por encima. Peor aún, aquella pendiente permitió que Olga Hepnarová ganara velocidad aumentando así el número de muertos. Y era la segunda vez que lo intentaba aquel día. La primera ocasión terminó arrepintiéndose pues consideró que no había suficientes personas para causar el daño que anhelaba.
El juicio de Olga Hepnarová.
Olga Hepnarová se negó a recibir cualquier tipo de asistencia legal y, más allá de las confesiones, no cooperaba. En todo momento insistió en que estaba cuerda y en dominio de todos sus sentidos. No dejaba de repetir que “si la sociedad puede destruir al individuo, el individuo también pueden destruir a la sociedad”.
En cierta parte, agregó a su declaración que “buscaba vengarme de la sociedad y mi familia pues son mis enemigos”. Aseguraba que al saciar su sed de venganza experimentó alivio y satisfacción. Así, impartía castigó a la sociedad de una forma que para ella era legítima.
La joven quedó en detención provisional hasta el 6 de abril de 1974, fecha en que la condenaron a muerte por los asesinatos. La sentencia la aprobó tanto el tribunal de Praga como tribunales superiores. En un intento por salvarla, su madre expuso el caso ante la Corte Suprema. Sin embargo, el órgano sólo reclasificó la sentencia por “peligro público”, emitiendo el mismo veredicto de muerte en la horca.
La ejecución en la horca.
Todos los exámenes psiquiátricos adjudicaron a Olga Hepnarová una responsabilidad plena por el crimen. Lubomir Strougal, primer ministro de Checoslovaquia en la época, rechazó personalmente la petición final de indulto. La ejecución tuvo lugar en un pabellón de la prisión Pankrac, en Praga, el 12 de marzo de 1975.
Tiempo después, el verdugo reveló que la mujer se derrumbó justo antes de que la arrastraran a la horca. También confesó que terminó renunciando a su trabajo, pues Olga Hepnarová hizo que se sintiera repugnante. La joven vomitó sobre él, defecó y lucho amargamente antes de que la ahorcaran.
Durante todas las entrevistas en prisión, Olga Hepnarová afirmaba no tener miedo a morir. De hecho, decía que aceptaba la sentencia de buena gana. Lo extraño de este caso es que los supuestos sufrimientos que experimentó a causa de la sociedad y su impacto en su persona jamás se aclararon.
Cortesia de Marcia Pellejos, la Loca de los blogs
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