El mal supone, desde todo punto de vista y desde sus mismísimos inicios, que se pierden en la noche de los tiempos, una insidiosa amenaza, un profundo enigma y un indudable desafío intelectual y volitivo para la vida humana.
Mente y voluntad se ven impelidas directamente, ante la palmaria evidencia de su impacto continuo en el transcurrir del mundo y la vida de individuos y comunidades de toda clase y condición a lo largo de la historia conocida, a tratar de buscar una respuesta legítima tanto al origen como a la solución o posible insolubilidad del mal, ya sea en el plano natural, moral o metafísico de las cosas.
Pero, ¿qué es el mal? ¿Y su antítesis, el bien ,o será al revés? ¿De dónde procede el mal? ¿Cuándo se originó? ¿Qué sentido tiene? ¿Por qué tanto dolor y sufrimiento aparentemente inútiles? ¿Es que carece de límites espaciales y temporales el mal? ¿Por qué parece, en ocasiones, cebarse con los más justos y los inocentes?
En mayor o menor medida nadie escapa al mal, sea éste del tipo que fuere. Breves o duraderos, leves, moderados y gravísimos males parecen acechar de continuo al hombre entre chinescas sombras, aguardando el momento oportuno para abalanzarse sobre su desprevenida presa y sacarle, cuanto menos, del aparente estado de ataraxia o de ilusoria felicidad en el que se encontraba, tal vez, un solo instante antes.
Dolor, sufrimientos más sutiles o intensos, enfermedad, crimen, guerra, terremotos, maremotos, plagas, pestilencia, tortura, muerte finalmente… nada vivo o aun inanimado parece poder huir de las afiladas garras del mal o de la destrucción si la entendemos tal.
Por tanto, constituye el mal ,y el bien, un asunto de plena vigencia tanto ahora en la era contemporánea como en la antigüedad, en el medievo como en la era moderna, épocas en la que centraremos nuestro estudio filosófico, al objeto de intentar encontrar las respuestas que fueron dadas, al respecto de este aspecto capital y radical de la existencia humana, a lo largo y ancho de los tiempos por las mentes más ilustradas.
La datación oficial de este cuestionamiento tiene origen en el siglo V antes de cristo, cuando pensadores y filósofos griegos observaron y estudiaron reflexionaron sobre el proceso de como comenzaban a llegar rumores y noticias de las costumbres de los pueblos vecinos, muchas tomadas con asombro y disgusto, y clasificadas socialmente como malas, desde su punto de vista.
Dicha reflexión de lo bueno y lo malo no surge de un enfrentamiento entre fuerzas del bien absoluto y fuerzas del mal absoluto, simplemente surge del enfrentamiento a lo diferente, y a su necesidad de compararlo frente a lo cotidiano, que siempre pasa más desapercibido por la costumbre.
¿Existe el bien y el mal?
Sería inútil gastar muchas palabras reintentado justificar que no existen el bien y el mal absolutos, que dependen del punto de vista del que juzga.
Vivimos en un mundo con diversas culturas, y las costumbres, ideologías y creencias varían de los sujetos de una a otra, de ahí el concepto antropológico de relativismo cultural, incluso muchas de las sociedades, como la nuestra, no son homogéneas, hay multitud de opiniones diferentes conviviendo.
También es cierto que pese a creer en lo anteriormente dicho actualmente se suelen caer en dos fallos muy comunes por los que creemos en nuestros conceptos por encima de ningún otro:
Absolutizar nuestras creencias pensando que los demás opinan como nosotros.
Creer que para estar adaptado a una sociedad hay que adoptar obligatoriamente sus creencias morales.
Cuando uno tiene en cuenta estos dos fallos comunes puede observar que lo bueno y lo malo depende de cada uno y de su punto de vista hasta que alguien viene y le dice que no es así, igual que un médico dice “dejar de beber lejía sería bueno para usted” sin tener en cuenta que lo que queremos es el suicidio, a cada afirmación sobre lo bueno o lo malo deberíamos enriquecerla con el punto de vista del que procede “desde el punto de vista de la salud sería bueno que usted dejara de beber lejía”, “desde mi punto de vista creo que actúas mal” en vez de “creo que actúas mal”.
¿Qué es lo bueno y lo malo?
Entonces ¿Siempre va a existir alguien que vea determinados actos malos como buenos y por ello hay que permitirlos?
Para empezar, cada sociedad ha heredado gracias a su historia y su sociedad, unos conceptos sobre lo bueno y lo malo sobre los que establecer juicios en beneficio de un determinado modo de vida con el que se han identificado, aunque como hemos dicho, los tiempos y las personas cambian, y en ocasiones no toda la sociedad se identifica con dichas normas, por lo que van cambiando, o deberían.
Si cada sociedad tiene unas reglas que intentan sustentar una moral , habría que partir sobre el denominador común de lo que defiende cada sociedad, al menos mayoritariamente, para alcanzar un concepto universal que marque la ruta del bien, tomando la ruta del malo como lo opuesto.
Dicho concepto común a todas las culturas lo encontramos en la dignidad humana, defender al propio humano es lo racional, pues la razón parte de él. Éste concepto de entrega al semejante no solamente está protegido por las leyes y códigos morales de la mayoría de las sociedades, sino que también es el mensaje que ha extendido mayoritariamente entre filosofías y religiones del mundo, y a día de hoy parece irrefutable.
Taijitu
El taijitu, representado el ideal del ying y el yang, nos muestra como siempre hay fuerzas opuestas que se enfrentan, y de dicho enfrentamiento surge la fuerza de la vida y la evolución de las cosas, además, en cada una de las fuerzas se contiene una pequeña proporción de aquello a lo que se enfrenta, una verdad paradójica.
Cada idea tiene su contraria, y la razón es la misma desde cualquiera de los dos puntos de vista, siendo la única fuerza cierta aquella que no se ve, que es la que surge del enfrentamiento entre dos posturas.
Aplicando de forma práctica la lección del taijitu a nuestra vida podríamos decir que por conveniencia, y supervivencia, tendríamos que estar del lado que mejor respete la dignidad humana tal como quisiéramos que respetaran la nuestra, sabiendo que siempre va a ser a costa de ejercer de forma muda aquello a lo que nuestras creencias más evidentes se enfrentan
¿Acaso no encontramos esta paradoja en toda sociedad?
Aún afirmando que estamos en el lado del bien, hay que tener en cuenta que el lado del mal no muere nunca, siempre está ahí, y cuando crece demasiado se acrecienta su negación de forma natural, un rezo que de la misma manera sirve a la fuerza que enfrentamos.
Cortesía MONITA CARA DE LOCA
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